El Prado: pol¨ªtica y profesionalidad
( ... ) La nobil¨ªsima carta de dimisi¨®n del se?or Pita Andrade pone el dedo en luna llaga que va mucho m¨¢s all¨¢ de su caso personal. ?Es l¨®gico que a estas alturas del siglo XX, un museo de la categor¨ªa del Prado carezca de la personalidad jur¨ªdica plena que le corresponde y de un patronato con plenitud de atribuciones para un caso como ¨¦ste? ?Son ¨¦omprensibles los rid¨ªculos recortes econ¨®micos que en esa carta se denuncian? Que el Prado siga careciendo del necesario personal para las convenientes restauraciones; que sepamos que el Prado no puede comprar desde hace meses ni un solo libro, por agotamiento de sus ¨ªnfimos cr¨¦ditos; que haya sido necesario suspender la publicaci¨®n de su modest¨ªsimo bolet¨ªn; que carezca de medios econ¨®micos para la investigaci¨®n de sus fondos; son todos ellos hechos, cuando menos, muy desconcertantes. Y s¨®lo en parte compensables con la evidentemente positiva labor lograda en las tareas de climatizaci¨®n y acondicionamiento del museo.Pero m¨¢s de fondo nos parece el segundo problema que esa carta denuncia: la marginaci¨®n pr¨¢cticamente total en que el personal del museo ha sido mantenido en todo lo referente a la instalaci¨®n, ?en el propio museo!, del cuadro de Picasso. Que el propio director de la instituci¨®n tenga que enterarse por los peri¨®dicos de la mayor parte de las decisiones de la Direcci¨®n General es mucho m¨¢s que una descortes¨ªa; es un signo visible de esa megaloman¨ªa y de esa b¨²squeda de rentabilidad personal que parece haber atacado a nuestros pol¨ªticos. Dig¨¢moslo sin rodeos: el protagonismo del director general de Bellas Artes en todo este asunto ha nublado ampliamente todos los m¨¦ritos que en este logro habr¨ªa conseguido.
, 17 de octubre
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