50 a?os de la alternativa de Domingo Ortega y Victoriano de la Serna
Estamos en el a?o del cincuentenario de la alternativa de Domingo Ortega y tambi¨¦n en el de la alternativa de Victoriano de la Serna, que se conmemora estos d¨ªas. Ambos, art¨ªfices del toreo puro, tuvieron un sentido interpretativo distinto, casi opuesto, de su oficio.
Se sol¨ªa decir de Domingo Ortega, el maestro por antonomasia, que era el dominio, y el arte, de Victoriano de la Serna. Defin¨ªa Ortega: ?Torear es llevar el toro a donde no quiere ir?. Y De la Serna: ?Torear es acoplarse a las condiciones del toro para conseguir que las suertes sean m¨¢s bellas?.Los detractores pretend¨ªan hacer valer sus argumentaciones en contrario: ?S¨ª, pero Ortega no se queda quieto, sino que se va al rabo, bien lejos del peligro de las astas?; ?s¨ª, pero con tanto buscar el toro apropiado, que se deje, De la Serna cuaja faena en uno de cada cien?. Son argumentos falsos porque quieren indicar, infundadamente, que el toreo es s¨®lo aguantar una embestida o es s¨®lo construir faenas como el que pone ladrillos.
En una ocasi¨®n le preguntaron a Domingo Ortega: ??Verdad, maestro, que ante el toro se pasa una angustia tremenda, un miedo casi inexplicable??. Y contest¨®: ?No necesariamente, y desde luego no suele haber miedo cuando el torero conoce su oficio -las suertes, las condiciones de las reses-, pues tiene seguridad en s¨ª mismo. En este caso, torear es f¨¢cil, dir¨ªa yo?.
Ese era precisamente el caso de Domingo Ortega, el maestro de la dif¨ªcil facilidad. El doctor Z¨²mel comentaba que, cuando vio las primeras actuaciones de Ortega, en los a?os treinta, le asombraba que un hombre de aspecto tan rudo hiciera del toreo exquisitez. ?Es que ¨¦l toreo es arte?, nos dec¨ªa en otra ocasi¨®n el maestro, ?y si no es arte, apenas es nada?.
Obliga a meditar que un torero con fama sobre todo de dominador -y, efectivamente, lo es- sit¨²e el arte sobre todo otro componente de su oficio. Pero de este modo es m¨¢s f¨¢cil entender su toreo: dominar, con arte; llevar al toro donde no quiere ir, con arte, y si en vez de pegar el par¨®n, o aguantar, hay que andar, se anda.
De este andar hizo tambi¨¦n regla Domingo Ortega: ?Parar, templar, mandar, cargar la suerte... y saber andar?.
Todos sus coet¨¢neos, y las promociones posteriores de toreros han consagrado a Domingo Ortega como el gran dominador, entre otros Antonio Bienvenida, para quien el maestro de Borox era maximo ejemplo de torer¨ªa, al nivel de la que pudieran tener -y ten¨ªan- Joselito y Belmonte. Pero quien vio en los ruedos a Victoriano de la Serna proclama que tal como ¨¦l toreaba era imposible hacerlo mejor. Expresi¨®n suprema del arte, cuando encontraba su toro alcanzaba la belleza m¨¢xima que puede crear la tauromaquia. ?Con toros as¨ª, cualquiera?, se dijo de este torero, como se suele decir de cuantos conciben el toreo como fruto de la inspiraci¨®n. Y no hay mayor mentira: con toros as¨ª, casi ninguno; pues casi ninguno consigue que brote la genlalidad. Grandes dominadores del toro dif¨ªcil -no es el caso de Ortega, por supuesto- cuando les sale el pastue?o se les va de las manos.
Ortega y De la Serna fueron en su d¨ªa y ser¨¢n siempre ejemplo permanente para las sucesivas promociones de diestros, pues en ellos -cada uno con su particular interpretaci¨®n- estaba el arte de torear. De la Serna muri¨® el pasado mes de mayo. Domingo Ortega contin¨²a haciendo vida de campo, en su ganader¨ªa, y frecuenta tertulias de cabales aficionados. El cincuentenario de sus alternativas es ocasi¨®n propicia -y ¨²nica, debemos a?adir- para que la fiesta, todos los estamentos taurinos, les rindan el homenaje que merecen.
Babelia
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