Rinocerontes
Como somos irrecuperablemente fr¨ªvolos y devoramos el consumismo que nos devora, hoy es ya viejo y cl¨¢sico (olvidado) el teatro del absurdo, una moda como la minifalda, cuando lo cierto es que lonesco dej¨® ah¨ª una met¨¢fora moral para siempre: Rinocerontes. Le dec¨ªa Rilke a Cocteau: ?S¨®lo usted torna de la mitolog¨ªa bronceado, como se vuelve de la playa?.A nosotros no nos broncea el alma la mitolog¨ªa antigua ni la moderna ni la de entretiempo, que para eso est¨¢n los bronceadores de la televisi¨®n, y preferimos no enterarnos de que el mito negativo, evidente y ?muy siglo XX?, del rinoceronte de lonesco ha llegado aqu¨ª cuando y como ten¨ªa que llegar: es un rinoceronte vestido de dem¨®crata. Vimos Rinocerontes (un trabajo admirable de Jos¨¦ Luis Alonso), cuando la anterior dictadura pen¨²ltima y ataviada de tal, lo que nos poli-vacunaba contra el peligro de rinocerontizaci¨®n, pues todo el mundo militaba en la Resistencia, siquiera te¨®rica, o sea que estaba vigil. Hoy, la rinocerontizaci¨®n nos coge distra¨ªdos entre la cosa de la tele, la cosa de los partidos, la cosa del Gobierno, el crespo Rodriguez Sahag¨²n y la cosa de la Prensa, que es muy culpable de no decirle toda la verdad al personal: la rinocerontizaci¨®n de TVE, de muchos peri¨®dicos de provincias y del Gobierno post /co?o no es s¨®lo cosa del Aparato as¨ª llamado, sino que el rinoceronte est¨¢ entre nosotros, lo tenemos en casa y estamos jugando el juego culpable, cobarde, suicida y pulcramente fr¨ªvolo de hacer como que el rinoceronte es una visita de la familia, un se?or inc¨®modo, o ni siquiera un se?or, pero que se va a ir pronto.
Lo que ayer mismo ha pasado en la tele est¨¢ pasando en otros sitios y nos puede pasar a todos mientras bajamos a tomar un caf¨¦ y volvemos a subir. servir las informaciones del caso Castedo/cu?ado como algo que pasa en medios oficiales, histerismos de partido y metesaca de la Administraci¨®n, es mentir por omisi¨®n, ocultarle al personal. la rinocerontizaci¨®n de la pomada, tomar un polvete de rap¨¦ hip¨®crita para estornudar y no gritar, que es lo que habr¨ªa que hacer: gritar que el golpismo blanco viene a por nosotros, que estamos asistiendo a la conquista del Estado por el Gobierno, al secuestro del Poder por el poder, a la toma del Palacio de Invierno al rev¨¦s. Todo lo dem¨¢s son gacetillas, pol¨ªtica miscel¨¢nea para cobrar un sueldo, recortes de Prensa para ir aplazando una Prensa absolutamente recortada. El lector tiene que saber eso y reaccionar a tiempo, porque los rinocerontes llegan con veinte a?os de retraso sobre su propio mito, pero ya est¨¢n todos en la Bolsa, que es su redil natural comprando el primer mucho papel.El primer rinoceronte era metaf¨®rico y asom¨®, pastoreando por lonesco, en el escenario a la italiana de un teatro madrile?o, hace veinte a?os, s¨ª, cual ciervo vulnerado, entre San Juan y Faulkner, que Faulkner, tras haber rese?ado la aparici¨®n le un segundo ciervo en un risco, be pregunta: ??O ser¨¢ el mismo ciervo??. Nunca se sabe si es el mismo rinoceronte el que asoma o hay miles,de rinocerontes que asoman de uno en uno. Este ¨²ltimo perspectivismo resulta siempre menos tranquilizador y aqu¨ª vamos de tranquilizar vecindario, que somos todos un tranxillium Gutenberg/ McLuhan,
Viene un periodista portugues a entrevistarme sobre la situaci¨®n espa?ola y se lo paso a lonesco con una tarjetita. Lo, que ayer le ha ocurrido a Castelo, ma?ana me puede ocurrir a m¨ª, y por eso dejo este cartel en la puerta, que he salido un momento. Otros prefieren el terror, la colza y el rinoceronte en ?la cosa p¨²blica?, o dudar liricamente, con Faulkner, si ser¨¢ un solo rincoceronte que hace muchas visitas. Los rinocerontes, ya por omisi¨®n, somos, nosotros. El que calla la mitad, habla, es el rinoceronte interior.
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