Segunda propuesta al Gobierno
He decidido dar por resuelto el tr¨¢mite que intent¨¦ incoar hace poco al sugerir al Gobierno que tomase una iniciativa algo extravagante pero que a mi modo de ver conten¨ªa indudables ventajas. Pero tras aceptar para este caso el silencio administrativo, no quiero verme en la postura del hombre desenga?ado que renuncia a prestar su apoyo a quienes m¨¢s lo necesitan, a causa de una pasada incomprensi¨®n. No pod¨ªa yo, por otra parte, imaginar que los acontecimientos iban a discurrir como lo han hecho hasta convertir en d¨¦biles a los que hace un mes eran fuertes. El Gobierno -todo parece indicarlo- est¨¢ pasando por un mal momento, y mucho me malicio que en el curso de dos semanas ha perdido aquella envidiable flema que tanto encomi¨¦ en la ¨²ltima ocasi¨®n. Si a la hipot¨¦tica (y perfectamente demostrable) oposici¨®n de una mayor¨ªa del pa¨ªs al ingreso en la OTAN replica con su disposici¨®n a "no aceptar presiones"; si considera que antes del derecho del pueblo a ser consultado est¨¢ "la obligaci¨®n (del Gobierno) a decidir"; si se cree el ¨²nico capaz de resolver un asunto de tal complejidad; si ante el descalabro gallego s¨®lo sabe reaccionar colocando al se?or Robles Piquer (de tan grata memoria) al frente del Ente, entonces ¨¦l mismo demuestra palmariamente que, nada sobrado de recursos y carente de toda habilidad, se escuda en la legitimidad para ocultar su miedo al rev¨¦s y solamente gobierna por la fuerza de la incumbencia.Siendo eso as¨ª, el Gobierno tiene los d¨ªas contados, no hay que ser un lince para pronosticarlo. El m¨¢s liviano e imprescindible fallo dar¨¢ con ¨¦l por tierra, a no ser que en un futuro inmediato enmiende su torpe trayectoria y sea capaz de recuperar parte de la confianza que el pa¨ªs ten¨ªa puesta en ¨¦l, tan distinta de esa confianza meramente parlamentaria y num¨¦rica susceptible de ser ratificada con s¨®lo pedir a sus diputados, en la pr¨®xima crisis, una nueva jornada de ayuno ideol¨®gico para votar todos como un solo hombre.
Pero con el se?or Robles Piquer (que tanto cari?o y aprecio despierta en los que le han tratado, incluido sin duda el se?or P¨¦rez-Llorca) al frente del Ente P¨²dico; con el inmediato pago a Hacienda de la segunda entrega del impuesto; con el ingreso en la OTAN; con el difunto n¨²mero trescientos a causa del aceite adulterado (y espero que el se?or Robles Piquer, con su reconocida delicadeza, nos libre pronto de ese espantoso adjetivo que tan malos recuerdos trae a tantas familias, y le sugiero que lo cambie por mancillado, que casa mejor con su formaci¨®n); con la persistencia de la sequ¨ªa; con alg¨²n nuevo accidente de un autob¨²s escolar y alguna que otra nueva prohibici¨®n a nuestros art¨ªculos para la exportaci¨®n, mucho me temo que el Gobierno -si no cambia de rumbo, de tono, de atuendo y de mente- se va a encontrar con la papela (como dicen en las obras) como regalo de los Reyes Magos.
De sabios es rectificar, se dice, y aunque bien es verdad que para enmendar tanto error el Gobierno necesitar¨ªa el concurso de los siete de Grecia, los padres de la Iglesia, los ea balleros de la tabla redonda, los tres mosqueteros, el Instituto de Francia, el Estado Mayor de la Wehrmacht, e incluso del Comit¨¦ Nacional de Competici¨®n (y hasta de las 11.000 v¨ªrgenes si se atendieran los deseos del se?or Robles Piquer), no me parece caballeroso contemplar desde la barrera el revolc¨®n que le va a propinar el bicho, al que con el desparpajo propio de un aficionado ha citado desde los medios.
Nueva l¨ªnea de conducta
Por ello me parece oportuno dirigirme de nuevo al Gobierno para insinuarle una nueva l¨ªnea
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de conducta que le ayude a salir del presente atolladero. El p¨²blico no est¨¢ s¨®lo para divertirse. De sobra s¨¦ que buena parte de las personas que forman el Gobierno se sienten llamadas a abandonarlo y que s¨ª no lo hacen no es tanto a causa de su propia estima, cuanto del temor que les procura la falta de preparaci¨®n de quienes pueden sucederles. Colijo que el Gobierno es consciente del calvario que se le avecina, y si est¨¢ dispuesto a padecerlo es tan s¨®lo para dar tiempo a la formaci¨®n pol¨ªtica de su sucesor. Me imagino la magnitud de ese sacrificio y no tengo palabras para encomiar su entereza en tan dif¨ªciles momentos. Sospecho tambi¨¦n que todos. los recelos hacia sus adversarios de un signo u otro no est¨¢n motivados por la creciente fortaleza de ¨¦stos (que el Gobierno s¨®lo puede ver con los mejores ojos), sino por su resistencia a tomar la cruz sobre sus hombros, situados al margen del camino como las mujeres de Jerusal¨¦n. ?Qu¨¦ de extra?o tiene. que el Gobierno -me pregunto yo- ante tal suplicio trate de recoger sus fuerzas, y para soportar la cruz llame en su ayuda al se?or Robles Piquer, como un nuevo Cirineo?
Mientras tanto la oposici¨®n se frota las manos. Nada agradece tanto la oposici¨®n como el que sean ustedes, se?ores del Gobierno, los promotores del ingreso de Espa?a en la OTAN. ?Menudo compromiso! Es la iniciativa que no s¨®lo le permite sentirse ajena al asunto, sino montar una campa?a en la que jugar el papel del bueno, del pacifista, de pol¨ªtico m¨¢s atento a los in tereses de su pueblo que a la coacci¨®n internacional. Por lo mismo a ustedes les toca el papel del malo, vendido al dinero de fuera, de tal manera coartado por un poder extra?o que no pueden aceptar la presi¨®n de su propio pueblo. ?Menuda papeleta! Ni siquiera esa compleja seguridad de todos los espa?oles (incluida la del se?or Robles Piquer), irremisiblemente unida a la defensa del Occidente atl¨¢ntico, justificar¨ªa tal aventura para un Gobierno un poco menos escrupuloso. que el de ustedes.
Sin embargo, me parece que el camino elegido, por ser el m¨¢s espinoso, es el que acarrea mayores riesgos. Insisto, se?ores del Gobierno, o cambian ustedes de rumbo o se la pegan. El cambio que yo propongo es hacia la audacia; abandonar la posici¨®n de erizo para atacar donde nadie lo espera; renunciar a tanta defensa y si es necesario, y ojal¨¢ que no lo sea, prescindir tambi¨¦n del se?or Robles Piquer, a quien, sin duda, le espera un halagador retiro en la Asociaci¨®n de la Palabra Culta.
Les propongo a ustedes, se?ores del Gobierno, que una vez ganada la batalla de la OTAN retiren ustedes la solicitud de ingreso en la Comunidad Econ¨®mica Europea (o Mercado Com¨²n por otro nombre) y a continuaci¨®n, y sin que medie otro tr¨¢mite, soliciten la entrada de Espa?a en el Comecon. Una de cal y otra de arena. ?Vaya una jugada! El equilibrio europeo se ver¨ªa m¨¢s reforzado que nunca. Tanto Europa occidental como la oposici¨®n se quedar¨ªan de piedra, sin poder pronunciar una palabra. Los unos, horrorizados; los otros, at¨®nitos, sumidos todos en la inoperancia de quien carece de r¨¦plica. Ya veo a nuestros cargueros, repletos de c¨ªtricos, surcando el Mediterr¨¢neo, el mar del Norte y el B¨¢ltico -ante la rabia de los franceses- para descargar la fruta en Odessa, en Leningrado, en Gdansk, en busca de unos mercad¨®s mucho m¨¢s generosos y agradecidos que los de esos avaros y rapaces europeos al oeste del Elba. Son buena gente que nos recibir¨ªa con los brazos abiertos -y no como los franceses-, y me consta que pagan escrupulosamente. ?Y Fraga? ?Qu¨¦ dir¨ªa Fraga? ?Qu¨¦ lamento dejar¨ªa de susurrar, en su atropellado lenguaje, al o¨ªdo del se?or Robles Piquer?
Puede ocurrir que Europa occiental y la oposici¨®n, sinti¨¦ndose ambas amenazadas por la espalda, ofrezcan las paces, un nuevo esp¨ªritu de colaboraci¨®n, un matrimonio de conveniencia con el que desbaratar nuestros desposorios con el Comecon. Ah¨ª ya no me meto. Llegado ese caso, ya sabr¨¢n ustedes elegir entre una y otra. Seguro estoy de que en el dilema surgir¨¢ una voz inspirada que reclamar¨¢ la soluci¨®n m¨¢s favorable. ?La CEE? ?El Comecon? Hubo un hombre que all¨¢ por los finales de la d¨¦cada de los sesenta a los incipientes literatos de entonces nos obligaba a cambiar sobaco por axila, beso por ¨®sculo y rebelde por nacional. Para tan crucial momento, ?no ser¨¢ imprescindible que la cuesti¨®n la dirima un tan acreditado especialista en el cambio de palabras?
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