Algo nuevo en Tunicia
PRESIDENTE VITALICIO desde 1956, Habib Burguiba trata, al aproximarse a los ochenta a?os, de crear un cierto orden legal en Tunicia para dejar tras ¨¦l un atado y bien atado. Hasta ahora la legalidad consist¨ªa en s¨ª mismo, en su carisma de Primer Combatiente y Padre de la Patria, conquistador con su propio martirio -cautiverio, pena de muerte- de la independencia y sostenedor de un partido cuasi ¨²nico, el Neo Destur. Con todo ello hab¨ªa creado un Estado moderado que fue impensable en los tiempos de su resistencia y combate: los exaltados Ojos salientes y de pupila dilatada, su verbo inagotable, su dureza en las negociaciones, sus actos impulsivos, hac¨ªan que los analistas le considerasen entonces como un loco, llevando esta palabra a lo que parec¨ªa una realidad m¨¢s que un insulto. Sin embargo, el agresivo y siempre inesperado Burguiba lleg¨® al poder y comenz¨® a ejercerlo con una suerte de moderaci¨®n. Fue un hombre de compromiso, tanto con sus antiguos colonizadores, y con Occidente en general, como con los pa¨ªses vecinos, el contexto isl¨¢mico y el contexto africano. En todo este tiempo ha sido atacado, se han infiltrado enemigos guerrilleros en su pa¨ªs, ha sufrido atentados, y Burguiba no ha movido apenas su posici¨®n. Es capaz de imponer el compromiso violentamente, aun sobre sus propios ciudadanos, convirti¨¦ndose en dirigente ¨²nico, ahogando partidos, rechazando legalizaciones despu¨¦s de concedidas, imponiendo censuras.Lo que busca ahora Burguiba con las elecciones del domingo pasado es una formalizaci¨®n de apariencia democr¨¢tica que permita la existencia de lo que se ha llamado burguibismo m¨¢s all¨¢ de la vida fisica de Burguiba. Es decir, uno de estos tipos de democracia, ya tan desgraciadamente conocida, en los que no suceda nada sino unos cambios verbales, y quiz¨¢ algunas variaciones de costumbres, otra cara. Para ello le ha servido el primer ministro, Mzali, que entra en la nomenclatura de lo liberal, y entre los dos han convencido a la refunfu?ante vieja guardia, a los partidarios del inmovilismo, de que lo conveniente para el pa¨ªs es este gran lavado.
Se han celebrado, pues, las elecciones generales para cubrir el Parlamento con la admisi¨®n de partidos pol¨ªticos de la oposici¨®n -incluyendo los comunistas, horror de la vieja guardia- y ha podido presentar a los gru?ones conservadores el resultado apetecido: un dominio absoluto de la coalici¨®n gubernamental -el socialismo desturiano y la central sindical UGT, que han formado el doble y ¨²nico poder- y un barrido de los otros. Los otros, que claman al cielo por la irregularidad de las elecciones, por el abuso de la propaganda oficial frente a la parquedad de la privada, porque el tiempo transcurrido entre el cierre de los colegios y el anuncio de los resultados ha podido permitir toda clase de manipulaciones, porque la presi¨®n en los burgos y sobre los analfabetos ha sido intensa y porque han perdido.
Sin embargo, algo nuevo empieza. La fuerza del r¨¦gimen amparada en lo vitalicio se debilita cuando la vida se acaba, y hay que buscarla por otros medios. Existe, pues, algo que dice que, m¨¢s adelante, no todo va a ser igual, y que en la historia nada queda nunca atado y bien atado para siempre. Es un paso corto y controlado. Legalmente, el pluripartidismo ha sustituido al partido ¨²nico. En efecto, le va a costar sangre, sudor y l¨¢grimas penetrar en la vida real, pero tiene una primera brecha abierta. La democratizaci¨®n aparece primero como mito; pero el hecho est¨¢ en que aparece. Algo surge, d¨¦bilmente, en Tunicia. Quiz¨¢ haya que esperar a la muerte biol¨®gica del presidente vitalicio -como la espera ¨¦l mismo, y por eso da este paso- para que los efectos comiencen a detectarse. Pero ya nada volver¨¢ a ser igual.
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