El partido del Gobierno
EL ABANDONO de UCD del diputado D¨ªez-Pin¨¦s para ingresar en Alianza Popular y la baja de un grupo de diputados y senadores -cuyo n¨²mero alcanza ya la quincena- bajo el liderazgo de Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez para constituir un grupo parlamentario independiente parecen anunciar la pr¨®xima y posible liquidaci¨®n por derribo del partido del Gobierno.Falta perspectiva a¨²n para formular un diagn¨®stico seguro acerca de las causas que explican el deterioro de UCD. La prolongada crisis del centrismo comenz¨® con las derrotas electorales en Andaluc¨ªa, Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco en febrero-marzo de 1980, prosigui¨® con la moci¨®n de censura socialista de esa primavera, continu¨® con las maniobras para forzar la dimisi¨®n de Su¨¢rez, se hibern¨® con el golpe del 23 de febrero y rebrota ahora, con fuerza todav¨ªa mayor, tras el homicidio masivo de los aceites t¨®xicos, la debilidad gubernamental frente a la contraofensiva de los golpistas, el relevo en RTVE y la hecatombe en las urnas gallegas.
La salida de UCD de lo m¨¢s significativo y honesto del grupo socialdem¨®crata ha deparado, por lo pronto, a Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n una nueva oportunidad para columpiarse. Mientras los comunicados acerca de la reuni¨®n del Comit¨¦ Ejecutivo centrista anunciaban una nueva tregua, descartaban la convocatoria de un congreso extraordinario y arengaban en favor del sosiego, Rodr¨ªguez Sahag¨²n ense?aba el camino de la puerta a los discrepantes, como si dudara de que fueran a tomarlo. Sin embargo, Fern¨¢ndez Ord¨®?ez y su grupo, en el que ya no figuran quienes disfrutan de los favores del poder o quienes arden en deseos de disfrutarlo en breve, han decidido irse.
Su decisi¨®n paralela de apoyar parlamentariamente al presidente Calvo Sotelo y no desestabilizar as¨ª al Gobierno echa por tierra las acusaciones indiscriminadas de irresponsabilidad. Parece como si en la vida p¨²blica espa?ola algunos pretendieran mover ellos solos las pie zas del tablero y les consume la santa indignaci¨®n cuan do el adversario responde con su propia jugada desde su propia conciencia. La tendencia socialdem¨®crata dentro de UCD ha sido hostigada por unos y por otros y acosa da por esa extra?a alianza que los martinvillistas y los liberales de anteayer est¨¢n forjando para ofrecer su apoyo al presidente Leopoldo Calvo Sotelo, un conservador cada d¨ªa m¨¢s evidentemente alejado del liberalismo. No resulta sorprendente que Fern¨¢ndez Ord¨®?ez y sus seguidores hayan elegido la salida del partido, y antes del Gobierno, como una opci¨®n preferible a seguir desempe?ando el papel de chivo expiatorio de las debilidades y carencias del poder.
El futuro de ese peque?o grupo, que no ha buscado hasta ahora su propio espacio electoral, depender¨¢ de muchos factores; entre otros, de su capacidad para convertirse en un aglutinante de esa serpiente de las cuatro estaciones que es el proyecto de un partido-bisagra. No parece imposible que exista una base social y un potencial de votantes para una plataforma pol¨ªtica situada entre el PSOE, por la izquierda, y lo que resulte de la agonizante UCD, por la derecha. Sin embargo, ni la ley electoral, ni la desgana para la participaci¨®n ciudadana, ni las dificultades de financiaci¨®n, ni los celos, rivalidades y maniobras dentro de la clase pol¨ªtica hoy desempleada pueden mover a un exagerado optimismo a quienes consideren su deber y derecho intentar esa aventura. La oferta del PSOE de integrar independientes en sus listas electorales para los pr¨®ximos comicios parece, en cualquier caso, una oportunidad para los socialdem¨®cratas si fracasan en su tentativa de conquistar un lugar al sol propio en el panorama pol¨ªtico espa?ol.
La cuesti¨®n m¨¢s importante ahora es averiguar cu¨¢l va a ser la respuesta del presidente del Gobierno, que tiene en sus manos los poderosos resortes del poder estatal. Las elecciones gallegas pueden ser interpretadas como una derrota de Leopoldo Calvo Sotelo, al igual que lo fue para Adolfo Su¨¢rez el adverso resultado de las urnas en Andaluc¨ªa, Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco durante el primer trimestre de 1980, y como una demostraci¨®n de que, puestos a elegir entre dos opciones apenas distinguibles, los ciudadanos pueden sentirse m¨¢s atra¨ªdos por la contundencia de un Fraga que por la frialdad del actual presidente del Gobierno. La plataforma moderada y parte del actual equipo gubernamental apuntan, sin embargo, hacia la hip¨®tesis de que, a diferencia del Cid, Adolfo Su¨¢rez sigue perdiendo batallas aun despu¨¦s de su muerte pol¨ªtica, con el corolario de que es necesario borrar hasta el ¨²ltimo rastro de su memoria en UCD. La primera interpretaci¨®n llevar¨ªa a una especie de rearme suarista del centrismo, mientras que la segunda abocar¨ªa inevitablemente a una gran derecha cada d¨ªa m¨¢s controlada quiz¨¢ por Manuel Fraga.
La desaparici¨®n de Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez del escenario de UCD permitir¨¢ a esas tendencias enfrentadas llevar hasta el l¨ªmite su conflicto. Pero la tentaci¨®n posible de disolver las C¨¢maras y adelantar las elecciones generales debe ser ahuyentada. El Gobierno no va a ser debilitado en el Parlamento, y no es conveniente ni deseable aumentar ahora la inestabilidad pol¨ªtica. Nadie oblig¨® a Calvo Sotelo a asumir la jefatura del Gobierno. Debe llevar la carga hasta el final de la legislatura si es posible, y no repetir la audacia imperdonable de su predecesor, que facilit¨® sin duda la intentona golpista de febrero.
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