Toribia: el adi¨®s a nuestros animales familiares
Miles de canes o gatos no tienen biograf¨ªas, as¨ª de aplaudidas como la de Toribia, todos esos animales familiares nos mejoran la vida. Cuidarlos nos hace mejores de lo que ¨¦ramos
Las vidas de nuestros perros y gatos corren paralelas a las nuestras. Tener un animal a cargo es una responsabilidad y tambi¨¦n una prueba, pero, adem¨¢s, puede ser una felicidad. Una que la vale la pena celebrar. El mi¨¦rcoles 8 de enero muri¨® Toribia, mi bell¨ªsima perra beagle. Ten¨ªa casi catorce a?os y un veloz c¨¢ncer de h¨ªgado la dobl¨® en las ¨²ltimas semanas. Hab¨ªa sobrevivido ya a uno de tiroides, del que se recobr¨® por completo, pero esta vez no hubo modo. Al menos no sufri¨®. La operaron, vieron que no era posible ning¨²n tratamiento curativo o paliativo, y ella se durmi¨® en paz.
Toribia naci¨® en Zapopan, Jalisco. Sus padres, beagles de pura cepa, llevaban los lustrosos nombres de Mar¨ªa Eugenia y Jos¨¦ Roberto. Nos la entregaron en adopci¨®n a las ocho semanas de parida. Fue la reina del hogar desde que lleg¨® a olfatearlo y se volvi¨® la amiga eterna de mis hijos. Una parte considerable de nuestras conversaciones caseras ten¨ªan que ver con sus actividades, sus robos de comida (los de su raza son grandes glotones), y sus man¨ªas: era un can tan exc¨¦ntrico como Snoopy, el de las tiras c¨®micas, personaje inspirado en el comportamiento a veces insondable de los beagles.
?Por qu¨¦ exc¨¦ntrica? Su raza es cazadora, pero ella atrapaba y luego dejaba ir a palomas, conejos, ardillas y hasta bichos, como esos pescadores deportivos que devuelven los peces al agua. Nunca supimos por qu¨¦. Era veloz para capturar, pero m¨¢s veloz para desentenderse de las presas. Tampoco le gustaba ensuciarse. Rodeaba los charcos, se alejaba de los terregales y el lodo. Y nunca, ni con entrenamiento, le dio la pata a nadie. El gesto de retirar la pata y mirar con desaprobaci¨®n al que intentara tom¨¢rsela era su sello.
Se mud¨® con nosotros cinco veces, incluida una mudanza de continente a Alemania. Pase¨® por las calles de su Guadalajara, y tambi¨¦n por la Ciudad de M¨¦xico, ?msterdam y Berl¨ªn. Fue un perro sano y sereno. Sin contar el primer brote de c¨¢ncer, del que sali¨® adelante, no padeci¨® enfermedades, hambre, sed, soledad o abandono un solo d¨ªa. Irradiaba bienestar y devolv¨ªa en afecto todas las atenciones que se le dieran. Durmi¨® a los pies de mis hijos cuando enfermaron. Los acompa?¨® en los muchos periodos de duelo que sufrieron en estos a?os, en la atroz pandemia, en las v¨ªsperas de ex¨¢menes, en trabajos nocturnos, citas con pretendientes, juegos y paseos. Se dej¨® sobornar con jam¨®n para ser disfrazada de princesa, beduino, jugadora de beisbol, lo que fuera. Todo lo que escrib¨ª durante los ¨²ltimos catorce a?os fue con ella, mir¨¢ndome trabajar desde el m¨¢s cercano sof¨¢ o tendida a mis pies. El ¨²ltimo a?o durmi¨® en mi cama. A veces, en noches de fr¨ªo, se tapaba con el edred¨®n.
Fue tambi¨¦n una estrella de las redes sociales. Ninguno de los asuntos que he compartido p¨²blicamente a lo largo de estos a?os ha sido tan celebrado como los retratos de Toribia (y de Laika, su socia, nuestra perrita criolla rescatada). Me sucedi¨® ir de paseo con ella por la calle y que alg¨²n desconocido nos detuviera para saludarla llam¨¢ndola por su nombre. Era puro carisma. Al fallecer, tuvo algo similar a un funeral de Estado: recibimos condolencias de tres premios Ribera del Duero, tres Alfaguara, tres Premios Sor Juana, un Herralde, una Biblioteca Breve, y tambi¨¦n de secretarios de Cultura, editores literarios y de medios, innumerables colegas y amigos narradores, directores de cine, actores y productores, periodistas, fot¨®grafos (en su d¨ªa, ella pos¨® para las lentes de muchos y muy notables), poetas, acad¨¦micos, provenientes de todo el orbe hisp¨¢nico y de Alemania, Holanda, Italia, EU, Francia¡
Miles de canes o gatos no tienen biograf¨ªas, as¨ª de aplaudidas, claro. Pero, igual que Toribia, todos esos animales familiares nos mejoran la vida. Cuidarlos, procurarles la mejor cotidianidad que podemos, nos hace mejores de lo que ¨¦ramos. Descreo (m¨¢s bien, me alejo todo lo que puedo) de quienes expl¨ªcitamente detestan a los animales o de esos farsantes que les gru?en a quienes se ocupan del bienestar de uno (o muchos) por ¡°dejar de lado a los humanos¡±, como si el reclamante fuera un afanoso salvador de vidas y no, como sucede abrumadoramente, un amargado que jam¨¢s ayuda a nadie.
Lord Byron, hemos de recordar, dedic¨® uno de sus mejores poemas al epitafio de su perro Boatswain, ¡°una criatura bella, sin vanidad, fuerte, sin insolencia, valiente, sin ferocidad¡¡±. Yo no tengo su talento. Solo puedo decir que extra?o y extra?ar¨¦ a Toribia, pero ella nos dio tanta felicidad que me es imposible entristecer y vuelvo a sonre¨ªr al recordarla. Que as¨ª sea con siempre con nuestros animales caseros. Buenas noches, dulce princesa.
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