Denuesto contra los augures
El or¨¢culo de Delfos, seg¨²n el cl¨¢sico, "ni dice ni calla, sino que hace se?ales". Enigm¨¢tica discreci¨®n digna de elogio, que no es conservada por las profec¨ªas rebajadas de nuestra ¨¦poca chabacana. Los ar¨²spices industriales que nos acosan con creciente br¨ªo no. se privan de decir ni de callar: pormenorizan hasta la n¨¢usea fraudulenta lo que ya ha sucedido como si ellos lo hubiesen vaticinado y sacuden los ominosos nubarrones del futuro ante un p¨²blico cr¨¦dulo o poseso, mientras callan el origen de su revelaci¨®n, su arbitrariedad y su prop¨®sito. Que algunos modestos ilusos, siempre ¨¢vidos de escalofriarse un poquito con alg¨²n milagro casero, disparaten ante cada relevo vaticano sobre las visiones de san Malaqu¨ªas no es cosa de mayor bulto, pues m¨¢s tendr¨¢n que ensanchar sus tragaderas despu¨¦s para aceptar lo que diga el pont¨ªfice sobre control de natalidad o econom¨ªa; pero que en la Francia t¨®picamente cartesiana e indudablemente culta de nuestros d¨ªas reciban atenci¨®n fren¨¦tica las sobadas cucamonas jerogl¨ªficas de Nostradamus es cosa que hace pensar. Hace 35 a?os, uno de los esp¨ªritus m¨¢s virilmente l¨²cidos de nuestro siglo, Roger Caillois, describ¨ªa en un p¨¢rrafo magistral que no me resisto a citar en extenso el mecanismo de estos miserables milagros: "A cada revoluci¨®n, a cada guerra, h¨¢biles ex¨¦getas se apoderan de los viejos cuartetos y los ajustan desenfadadamente a los acontecimientos de que son testigos: consolidan en primer lugar la veracidad del grimorio de su elecci¨®n mostrando que han predicho muy claramente (supuesta, claro est¨¢, la forma enigm¨¢tica de rigor) lo que acaba de suceder; despu¨¦s extraen de la continuaci¨®n del texto el anuncio del porvenir inmediato, con menos precisi¨®n, cierto, pero el p¨²blico no les pide tanto. De esta forma se ha visto aplicar los mismos vers¨ªculos sucesivamente a la ca¨ªda del Imperio Romano, a las guerras de religi¨®n, a la Revoluci¨®n Francesa, a la guerra de 1914, a la revoluci¨®n rusa y a la segunda guerra mundial. Su fecundidad, estoy seguro, todav¨ªa no se ha agotado. Si, por un imposible, una profec¨ªa hubiese dicho: "Luis XVI ser¨¢ decapitado el 21 de enero de 1793 y Robespierre gobernar¨¢ Francia", ya no hubiera podido volver a servir, por lo que todas hablan de la muerte del Leopardo o del triunfo del Zorro rojo, que sit¨²an durante una lluvia de estrellas, el combate entre el unicornio y el drag¨®n o la crecida de un r¨ªo de sangre. Pocas cosas, hay que confesarlo, no son susceptibles de ser representadas figurativamente por estos prodigios". En efecto, los int¨¦rpretes de las Centurias han mostrado en todas las ¨¦pocas, para identificar las im¨¢genes emblem¨¢ticas con los titulares de los peri¨®dicos, la habilidad que atribu¨ªa malignamente Voltaire a los etimologistas, para quienes "las consonantes no cuentan nada y las vocales muy poco". Cualquier cosa que suba o baje representa a Mitterrand, cualquier alusi¨®n a un santo septentrional se refiere a Wojtyla, cualquier meteoro que vaya de la Osa a la Lira, es, sin duda, signo prof¨¦tico del viaje a la Luna, cuando no de las haza?as ol¨ªmpicas de Sebasti¨¢n Coe o de la labor mediadora del embajador americano en Oriente Pr¨®ximo. Siempre que haya un medroso poltr¨®n dispuesto a aceptar que su destino se le aparezca en el vuelo de los p¨¢jaros o en la disposici¨®n de los astros, habr¨¢ un desaprensivo para confirmarle sus temores o estimular sus esperanzas.
Augures
Pero junto a estos embaucadores cl¨¢sicos que son reactivados por el mito de la crisis y la incertidumbre de los cambios pol¨ªticos, prospera tambi¨¦n una nueva raza de augures. En primer lugar, est¨¢n los ex. Los ex fueron, pero ya no son; conocen las cosas desde dentro y desconf¨ªan de las buenas intenciones; han tenido ideales (que ellos vivieron como dogmas) y conocen bien el coste terrible de las utop¨ªas; militaron sin recelo y ahora recelan de toda militancia: son los exc¨¦pticos. Ahora profetizan males sin cuento para la econom¨ªa y la sociedad francesa, pues la experiencia socialista no puede acabar bien: es inviable, es contraproducente, es revanchista, rearmar¨¢ a la derecha, aumentar¨¢ la burocracia, aislar¨¢ a Francia..., ¨¦stos son iguales o peores que los otros, ellos los conocen bien. Y lo mismo dicen respecto a Grecia y lo repetir¨¢n aqu¨ª cuando en las pr¨®ximas elecciones -si llegamos a ellas- ganen los socialistas. Asegurar de cualquier cosa de este mundo que acabar¨¢ mal no es arriesgarse demasiado: lo ¨²nico que sabemos por cierto de cada uno de nosotros, de nuestros proyectos, de lo que amamos, intentamos o aborrecemos es que ha de acabar mal, aunque no sea sino porque ha de acabar. Desconf¨ªo de los exc¨¦pticos que creen firmemente en lo inevitable y que s¨®lo dudan de los viejos ideales, es decir, que s¨®lo dudan de las dudas que antes tuvieron sobre la inevitabilidad de lo que hay. Si de escepticismo se trata, que no nos gane nadie: dudemos de la necesidad de lo necesario, de lo irremediable, de lo mejor asentado. ?Negros presagios en el panorama econ¨®mico de la Francia de Mitterrand? Poco tiempo se le ha concedido para equivocarse; el liberal Reagan ha tenido unos cuantos meses m¨¢s y su m¨¦todo est¨¢ dando unos resultados que los expertos consideran palpablemente m¨¢s catastr¨®ficos. Los mismos exc¨¦pticos vaticinan espantos totalitarios sin cuento para Nicaragua: ?no ser¨ªa preferible dudar de la necesidad de la l¨®gica militar de los dos bloques y suponer que una Europa de las nacionalidades, socialista y tentativamente independiente, brindar¨ªa a los nicarag¨¹enses y al resto de los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina la posibilidad de optar por algo que no fuera uno de los dos imperiosos amos y vigentes? Ya que todo ha de acabar un d¨ªa u otro mal, juguemos entre tanto a algo diferente.
Hay otros profetas que comparten con los ex la veneraci¨®n por lo irremediable. Saben de buena tinta que tenemos los d¨ªas democr¨¢ticos contados y menean compasivamente la cabeza ante la m¨¢s leve esperanza. Tejero vuelve y ya doctor en derecho manu militari: la consigna es no irritar, no excitar, no exigir. ?La OTAN, por narices? Qu¨¦ se le va a hacer; ?un ministro de Educaci¨®n franquista director de RTVE? Esperemos a ver c¨®mo se porta, a lo mejor es m¨¢s liberal que uno del PSOE; ?la tortura de nuevo en las c¨¢rceles y las campa?as difamatorias de la liberal Prensa amarilla contra "intelectuales y feministas" supuestos colaboradores de ETA? Bueno, tambi¨¦n en Italia tienen secuestrados a Bonnano y Negri, y ya todo el mundo se va acostumbrando.. Etc¨¦tera... Los augurios no son adversos: los ar¨²spices nunca aprueban las innovaciones ni las audacias. Discernir el futuro es aprender a resignarse. Pero no siempre ha sido as¨ª. Cuando el inmenso Ej¨¦rcito persa comenz¨® a invadir Grecia, los atenienses acudieron a consultar al or¨¢culo de Delfos; corrompida por el oro asi¨¢tico o quiz¨¢ queriendo probarles, la pitonisa les dijo: "?Huid, desdichados,. pues el dios os vuelve la espalda!". Abrumados, zapados por su piedad, desmoralizados pero libres, los griegos partieron a pelear y vencer en Marat¨®n.
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