La purga de Santiago
EL COMUNISMO espa?ol se ha transformado lo suficiente como para suavizar las formas de sus campa?as de depuraci¨®n, pero no tanto como para suprimirlas. La expulsi¨®n del Comit¨¦ Central de seis destacados miembros de ese colectivo muestra que los h¨¢bitos de intolerancia son dif¨ªciles de eliminar. La circunstancia de que la mayor¨ªa de los puestos clave dentro del aparato sigan en manos de personas formadas en la escuela del pasado hace todav¨ªa m¨¢s onerosa esa hipoteca, bastante menos pesada en aquellos partidos comunistas que -como el italiano o el PSUC- han realizado el relevo generacional, y han logrado una implantaci¨®n electoral y social m¨¢s amplia.De los seis sancionados, Manuel Azc¨¢rate, con m¨¢s de cuarenta a?os de militancia comunista sobre sus espaldas, es el ¨²nico miembro de la vieja guardia, con experiencias que se remontan a la guerra civil, a la resistencia francesa y al exilio. Los cinco restantes pertenecen a la generaci¨®n de intelectuales, profesionales y t¨¦cnicos -las "fuerzas de la cultura", para emplear el t¨¦rmino comunista- que ingresaron en el PCE durante la ¨²ltima etapa del franquismo, ejercieron responsabilidades durante los ¨²ltimos a?os y colaboraron con Carrillo para hacer posible el viraje eurocomunista de la organizaci¨®n. No es infrecuente que quienes en un momento determinado son v¨ªctimas de una depuraci¨®n dentro del PCE hayan desempe?ado en ocasiones anteriores el papel de verdugos. Pero esa peculiaridad de los comportamientos comunistas es precisamente lo que puede ayudar a despersonalizar los casos concretos, a preguntarse por las causas estructurales que explican esos peri¨®dicos sacrificios rituales.
Lo m¨¢s notable de esta nueva manifestaci¨®n de autofagia comunista es que -como mostr¨® incluso la vacilaci¨®n informativa de las primeras ediciones de EL PAIS de ayer, dando casi por firmado un inexistente armisticio- exist¨ªan las condiciones para un arreglo del conflicto. Marcelino Camacho, Nicol¨¢s Sartorius y algunos dirigentes del PSUC propiciaron formas de entendimiento. Y el documento de los sancionados, si bien situado a mil a?os luz de una confesi¨®n, ofrec¨ªa bases para el acuerdo. Sin embargo, la mayor¨ªa del Comit¨¦ Central del PCE expuls¨® a los seis encartados.
La obstinaci¨®n a?adida de la direcci¨®n comunista por hacer pagar al Ayuntamiento de Madrid y de otros municipios de la provincia los costes pol¨ªticos de su operaci¨®n de limpieza interior, exigiendo la dimisi¨®n o el cese de varios concejales, afecta adem¨¢s no s¨®lo al PCE, sino a todos los ciudadanos. Si los eventuales depurados ejercen sus cargos p¨²blicos municipales con competencia y a satisfacci¨®n de los vecinos que los votaron, es una cacicada sustituirlos por otros candidatos por su sola e inquebrantable adhesi¨®n a la direcci¨®n del PCE. Es cierto que Ram¨®n Tamames y Eduardo Mangada fueron elegidos concejales dentro de las listas del partido comunista. Pero tambi¨¦n es, cuando menos, probable que las candidaturas comunistas no hubieran recibido el mismo n¨²mero de votos si esos dos nombres no hubieran amparado con su prestigio profesional y humano la oferta electoral de su partido.
Se abre ahora el interrogante sobre las consecuencias que va a producir esta depuraci¨®n en las relaciones del PCE con sus electores, en la propia organizaci¨®n y en la suerte del eurocomunismo. La posible dimisi¨®n de Marcelino Camacho de la ejecutiva es quiz¨¢ el s¨ªntoma o el s¨ªmbolo de un mayor n¨²mero de defecciones. La cuesti¨®n, en una palabra, no parece estar cerrada en absoluto.
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