La agricultura en la crisis econ¨®mica
Resulta curioso comprobar c¨®mo esa disminuci¨®n del papel de la agricultura en la escena de la econom¨ªa espa?ola se contrapone con la importancia que la opini¨®n p¨²blica concede al olvido de la agricultura como causa explicativa de la crisis econ¨®mica actual. En una encuesta reciente realizada por la Fundaci¨®n FIES, de las Cajas de Ahorro Confederadas, entre 5.000 familias, la responsabilidad de la crisis -y su m¨¢s grave consecuencia: el paro- se atribu¨ªa mayoritariamente al abandono de la agricultura (un 83% de la poblaci¨®n encuestada destacaba, a este t¨®pico como acertado para explicar la cr¨ªtica situaci¨®n actual, porcentaje no logrado por ning¨²n otro criterio).La contraposici¨®n de papeles y de atenci¨®n atribuidos a la agricultura no puede ser as¨ª mayor: frente a la postergaci¨®n a la que la condenan los estudios de coyuntura, la prioridad absoluta que la opini¨®n p¨²blica atribuye a sus problemas y a la necesidad de su soluci¨®n como respuestas a la crisis. Hacia dos conclusiones y dos preguntas llevan esas consideraciones:
1. Parece necesario ampliar esas breves l¨ªneas en que se resume la situaci¨®n de la agricultura en los peri¨®dicos estudios de coyuntura econ¨®mica y preguntarse, en consecuencia, ?qu¨¦ rasgos peculiares configuran la actual coyuntura agraria?
2. Cada sector econ¨®mico vive la crisis con sus diferencias y peculiaridades respecto de los dem¨¢s. La agricultura no es una excepci¨®n. Siendo esto as¨ª, la pregunta relevante a la que hay que responder es: ?c¨®mo est¨¢ viviendo la agricultura espa?ola la crisis econ¨®mica?
Contestar a esas dos preguntas ser¨¢ el prop¨®sito de este trabajo.
La agricultura espa?ola en 1981: resultados
Si alg¨²n ejercicio econ¨®mico reclama conceder una atenci¨®n especial a la coyuntura agraria, ese ejercicio es justamente el actual. Dos motivos singulares concurren en ¨¦l: la marcada alternancia anual que la agricultura viene ofreciendo en los ¨²ltimos tiempos y las adversidades acumuladas por el campo espa?ol.
El sector agrario obtuvo, en efecto, resultados excelentes en 1980, que engrosaron la tasa de desarrollo del PIB en ese a?o en un 0,7%. En 1981 se ha confirmado con una profunda ca¨ªda, de la producci¨®n vegetal, la alternancia anual del sector agrario, restando (-0,6%) y no a?adiendo desarrollo a la tasa anual de crecimiento del PIB.
Ciertamente, el a?o 1981 ha supuesto una sucesi¨®n de adversidades clim¨¢ticas que se iniciaron bajo el signo de la sequ¨ªa, afectando a la nascencia de pastos y cereales de invierno. Las heladas invernales provocaron serios da?os en la cosecha de c¨ªtricos y hortalizas tempranas. Los intensos calores del mes de junio asuraron los cereales de la meseta, y, finalmente, la sequ¨ªa de verano ha condicionado los rendimientos del vi?edo, olivar y girasol.
La nota positiva, quiz¨¢ la ¨²nica, la pusieron las lluvias de primavera, gracias a las cuales se han obtenido resultados de otra forma impensables en las zonas cerealistas m¨¢s tempranas de Andaluc¨ªa y Extremadura.
Bajo tales circunstancias no pueden sorprender cifras adversas del sector agrario en 1981. Unas cifras por consolidar a¨²n y que ofrecemos en el cuadro de resultados.
El retroceso de las producciones y su desigual distribuci¨®n por bienes y regiones
Dos son los rasgos m¨¢s destacables de esa cuenta general de resultados de la agricultura espa?ola de 1981: el retroceso de la renta agraria y del excedente neto de explotaci¨®n y la desigualdad con la que ¨¦sos resultados se reparten por producciones y regiones.
Como hecho excepcional -s¨®lo repetido en el a?o 1970- hay que destacar en los resultados de 1981 el retroceso monetario de la renta agraria y del excedente neto de explotaci¨®n. Bien es cierto que en esta ocasi¨®n la causa de ese retroceso es real; sin embargo, el crecimiento de precios dista de ser el correspondiente a tal retroceso real.
Un segundo rasgo de los resultados de 1981, que tambi¨¦n hay que constatar, incluso como m¨¢s importante y se?alado que la tasa negativa de la producci¨®n final agraria, es el de su configuraci¨®n por l¨ªneas de producci¨®n y zonas de nuestra geograf¨ªa, toda vez que la ca¨ªda del 6,6% que se pronostica (las cifras no pueden ser a¨²n definitivas) esconde profundas diferencias, que revelan hasta qu¨¦ punto es cierta la existencia de distintas agriculturas espa?olas y las dificultades y los riesgos que afrontan siempre las calificaciones y afirmaciones generales referidas al comportamiento de nuestra agricultura.
En lo que respecta a las producciones, cabe establecer la distancia que se opera entre las producciones ganaderas, cuyo crecimiento se estima en un 2,1 %, y las producciones agr¨ªcolas, que retroceden un 13,1%.
De la producci¨®n ganadera cabe destacar,la l¨ªnea de cebo intensivo de pollo, porcino y conejos, que mantiene el ritmo expansivo de sus ¨²ltimos a?os; no obstante, en el caso del porcino hay que constatar la aparici¨®n de s¨ªntomas de p¨¦rdida de ritmo en el segundo semestre, que se prolongar¨¢n probablemente durante buena parte del a?o pr¨®ximo, y que no son otra cosa que la respuesta del sector al continuo deterioro del margen de beneficio.
En la l¨ªnea de vacuno se confirma el abandono de explotaciones dedicadas a cebo de a?ejos.
La ganader¨ªa extensiva de las zonas secas de nuestra geograrla no ha registrado a¨²n, en t¨¦rminos de la producci¨®n sacrificada, los efectos de la sequ¨ªa, limit¨¢ndose ¨¦stos a una cierta elevaci¨®n de los costes de explotaci¨®n, de los que dificilmente podr¨¢n resarcirse totalmente.
Tampoco ha sido general el retroceso de la producci¨®n agr¨ªcola, siendo destacables en este sentido los incrementos registrados por el grupo de frutas (19,8%), remolacha azucarera (7,3%) y algunas hortalizas (sand¨ªa, pimiento, cebolla).
El retroceso de la producci¨®n final agraria es, en definitiva, el retroceso registrado por cereales (43,3%), leguminosas (29,5%), aceite (35%), vino (20%), c¨ªtricos (7,3%), girasol (37,3%) y algunas hortalizas (mel¨®n, ajos, alcachofa, tomate y leguminosas).
De la casu¨ªstica productiva expuesta se desprende inmediatamente que el rev¨¦s agr¨ªcola ha venido de mano de la sequ¨ªa, y que, por tanto, ha afectado a las zonas y cultivos extensivos de secano de la Espa?a tradicionalmente menos h¨²meda.
Las regiones m¨¢s desfavorecidas se identifican con las zonas cerealistas m¨¢s tard¨ªas (ambas mesetas, principalmente el valle del Duero) y las zonas de implantaci¨®n del olivar, vi?edo y girasol (Ja¨¦n, C¨®rdoba, Sevilla, Ciudad Real, Toledo, Cuenca, etc¨¦tera).
De este mapa del desastre habr¨ªa que destacar especialmente el valle del Duero, donde la escasa cosecha cerealista tampoco se ve complementada con la correspondiente elevaci¨®n del nivel de precios de los cereales.
La mejor parte ha correspondido a la cornisa cant¨¢brica, donde los efectos de la sequ¨ªa no se han hecho sentir, y al valle del Ebro y Catalu?a, donde la multiplicidad de l¨ªneas productivas y abundantes regad¨ªos dificilmente pueden producir una situaci¨®n de desastre generalizado. En estas regiones, el a?o 1981 ha sido, con alguna frecuencia, ciertamente bueno.
El menor empleo de "inputs"
Por lo que se refiere a la utilizaci¨®n de inputs agrarios, hay que destacar las tendencias generales de retroceso que se observan, si se except¨²a el caso de los piensos, por la ganader¨ªa tanto intensiva como extensiva.
Estas, tendencias dif¨ªcilmente resultan razonablemente explicadas si no se tiene en cuenta la disuasoria evoluci¨®n de los precios de las materias primas, lo cual resultar¨ªa equivalente a admitir la circunstancia de que el mecanismo por que han optado algunos de nuestros agricultores en la defensa de su excedente de explotaci¨®n no es otro que retornar paulatinamente a posiciones de subdesarrollo (por una menor utilizaci¨®n de los inputs adecuados que caracteriza una explotaci¨®n moderna).
Balanza agraria: dos semestres distintos
Un aspecto claramente positivo que debe destacarse lo constituye, por infrecuente, el super¨¢vit de 10. 189 millones de pesetas que arrojaba la balanza agraria en los siete primeros meses del a?o, frente a un d¨¦ficit de 26.888 millones de pesetas en igual per¨ªodo del a?o anterior, m¨¢xime cuando al mismo se llega con una inversi¨®n de la relaci¨®n de intercambio de precios que se torna desfavorable, en este a?o.
A este resultado han contribuido, simult¨¢neamente, la abundante cosecha de cereales registrada en 1980, que disminuy¨® nuestra dependencia de materias primas para alimentaci¨®n animal, y el des¨¢nimo importador de estas materias que gener¨® durante este per¨ªodo el precio del d¨®lar.
Lamentablemente, este super¨¢vit se esfumar¨¢ a lo largo de esta segunda parte del a?o, toda vez que la necesidad de recurrir a ?in.portaciones de maiz, soja y sorgo es acuciante. Por esta misma causa, las posibilidades de la balanza agraria a lo largo del primer semestre de 1982 se pronostican ya un tanto hipotecadas.
Ayudas a la agricultura: ?s¨®lo coyunturales?
En el contexto desfavorable que ha venido delimitando la situaci¨®n de sequ¨ªa, el sistema de ayudas crediticias establecido por la Administraci¨®n debe valorarse positivamente desde una perspectiva de solidaridad coyuntural con el sector agrario. Sin embargo, el volumen de recursos empleados es suficientemente importante para ser limitado a una mera ayuda coyuntural sin efectos directos sobre la' problem¨¢tica estructural, siempre pospuesta, que presenta nuestro sector agrario.
Parece posible que el uso de estos recursos coyunturales podr¨ªa haberse inscrito con alguna frecuencia en determinadas l¨ªneas de pol¨ªtica agraria de contenido estructural, que es en definitiva lo que con variable grado de consciencia est¨¢ demandando el sector a la Administraci¨®n.
A?o 1982: incertidumbres
Finalmente, por lo que respecta a las expectativas para 1982 cabe abundar en su incertidumbre, ya que, en cualquier caso, deben ligarse a la presencia de lluvias suficientes.
Si, en efecto, las lluvias acaban por hacer ¨¢cto de presencia, el a?o 1982 puede acabar en un a?o aceptable desde el punto de vista agr¨ªcola, ya que las producciones vegetales no est¨¢n por el momento hipotecadas, quedando tan s¨®lo la preocupaci¨®n del posible retraimiento de la oferta de porcino.
Por el contrario, si las lluvias son insuficientes -y este extremo cuenta con alguna probabilidad-, las expectativas generales a formular para el a?o 1982 habr¨ªa que enmarcarlas en un contexto de pesimismo, al que dif¨ªcilmente, por acusado, se le pueden fijar l¨ªmites precisos.
Si bien el cuadro de la coyuntura agraria relativa al a?o 1981 es relevante por s¨ª mismo, no es ocioso situarlo en el contexto de la evzoluci¨®n relativa que viene registrando el sector agrario a lo largo de estos a?os de crisis econ¨®mica que se inicia en Espa?a en el a?o 1975.
Para situar con alguna precisi¨®n la evoluci¨®n relativa en este per¨ªodo es preciso aislar previamente las variaciones reales y los movimientos de precios.
Las formas de las crisis agrarias
En lo que se refiere a las variaciones reales hay que constatar el hecho de que el sector agrario se ha mostrado, en conjunto, ajeno a la crisis y ha mantenido sus tendencias e espec¨ªficas de desarrollo, que se han manifestado bajo las formas de:
- Un crecimiento normal 2% - 3% medio anual de las producciones agrarias.
- Una permanente reestructuraci¨®n de la producci¨®n final agraria en el sentido de aproximaci¨®n hacia las posiciones y tendencias de los consumos que abastece.
- Un constante avance innovador que, sin embargo, tiende a agotarse y que se manifiesta por una gradual incorporaci¨®n de inputs.
En consecuencia, en este per¨ªodo el sector agrario no s¨®lo ha aumentado la tasa de abastecimiento del consumo interior, sino bien podr¨ªa decirse que dicho consumo ha sido mejor abastecido.
El d¨¦ficit de la balanza agraria, en t¨¦rminos reales, se ha mantenido estabilizado a lo largo de este per¨ªodo.
Por el contrario, la crisis ha afectado profundamente a la industria e igualmente a los servicios reduciendo considerablemente sus tasas de crecimiento.
Esta situaci¨®n de la agricultura espa?ola durante la crisis quiz¨¢ sorprenda al lector y contradice desde luego a la extendida opini¨®n que ve en la posposici¨®n de los problemas agrarios una causa de la crisis y el paro actuales. La agricultura se ha comportado como un sector din¨¢mico en plena etapa cr¨ªtica, no como un sector en retroceso sin capacidad de cambio ni de innovaci¨®n y, sin embargo, los precios no la han favorecido.
Variaciones de los precios: dos conceptos muy diferentes
En cuanto a los movimientos de precios es preciso, dada la existencia de una cierta confusi¨®n, establecer con rigor dos extremos tan diferentes, como son, por un lado la evoluci¨®n de la relaci¨®n input-output (pagados/percibidos) de precios con que opera el sector agrario, y, por otro, la evoluci¨®n relativa de los deflactores de los valores a?adidos por la actividad agraria y por las restantes actividades econ¨®micas.
Por lo que se refiere a la relaci¨®n de precios pagados/percibidos parece posible afirmar que, en t¨¦rminos macrosectoriales, el sector agrario ha demostrado capacidad hist¨®rica para trasladar a lo productos los incrementos de precios de los inputs.
Esta afirmaci¨®n, que surge con evidencia cuando se utilizan las informaciones estad¨ªsticas oficiales, supone dejar al margen tanto las tesis -por cierto, muy implantadas en el sector- de que los precios percibidos van por detr¨¢s de los pagados, como aquellas otras afirmaciones, sin duda interesadas, que sostienen crecimientos limitados de los inputs agrarios durante determinados per¨ªodos de tiempo.
Con absoluta evidencia, s¨®lo en 1980, y presumiblemente en 1981, el sector agrario se ha visto abocado a asumir por su cuenta una parte del incremento de precios de las materias primas sin poderlo trasladar a los productos finales.
A una conclusi¨®n muy distinta se llega cuando la comparaci¨®n de precios se establece en t¨¦rminos relativos a trav¨¦s de los deflactores de los valores a?adidos por la actividad agraria y por las restantes actividades econ¨®micas. En efecto, ci?¨¦ndonos al quinquenio 1976-1980, sin duda el m¨¢s duro para el sector agrario en los t¨¦rminos de esta comparaci¨®n, cabe precisar que el deflactor del valor a?adido agrario se ha situado, en t¨¦rminos de la tasa media anual acumulativa, 7,4 puntos por debajo del nivel alcanzado por el valor a?adido de las actividades econ¨®micas no agrarias.
En definitiva, poca entidad corresponde a los resultados de la relaci¨®n de precios percibidos/pagados que arroja el sector agrario, cuando lo que se cuestiona es la evoluci¨®n relativa de rentas de la actividad agraria en comparaci¨®n con otras actividades econ¨®micas.
?C¨®mo se ha repartido la moderaci¨®n en el crecimiento del deflactor agrario?
Cabr¨ªa preguntarse: ?en qu¨¦ se ha traducido el menor crecimiento del deflactor agrario? Evidentemente, la respuesta tiene varias direcciones, que pueden ser concretadas en las tres siguientes:
a) Los precios de los productos agrarios han crecido anualmente 5,2 puntos por debajo de lo que deber¨ªan haberlo hecho para que las rentas agrarias hubieran mantenido, v¨ªa precios, la evoluci¨®n experimentada por las generadas en el conjunto de los restantes sectores econ¨®micos.
b) La tasa de inflaci¨®n anualmente retirada del ¨ªndice de precios de consumo en este per¨ªodo, que asciende a 1,4 puntos, no habr¨ªa sido posible. (Obs¨¦rvese c¨®mo todo el sacrificio realizado en precios por el sector agrario no ha sido ¨ªntegramente distribuido a la sociedad, sino que parte de ¨¦l ha sido secuestrado por las actividades que intermedian los productos agro alimentarlos en sus fases industrial y de distribuci¨®n.)
c) La empresa agraria se ha colocado al borde de la descapitalizaci¨®n, y sus manifestaciones no son otras que la insuficiente retribuci¨®n de los factores y el progresivo endeudamiento, aspectos de los que los agricultores son cada d¨ªa m¨¢s conscientes.
Consecuencias de precios y cantidades para 1981
En este marco, brevemente descrito, en el que en t¨¦rminos relativos cabe situar las actividades agrarias, el a?o 1981 establece ciertos matices coyunturales espec¨ªficos. As¨ª, la relaci¨®n de intercambio de precios ser¨¢ desfavorable para el sector entre 5-6 puntos y el deflactor puede situarse 3-4 puntos por debajo del deflactor general del sistema; sin embargo, en contrapartida est¨¢ el retroceso real de la renta agraria entre 9-10 puntos, lo cual hace del a?o 1981 el m¨¢s oscuro de los experimentados por el conjunto del sector agrario en este per¨ªodo de crisis.
En estas circunstancias se comprende que el efecto suavizador tradicionalmente incorporado por los productos agro alimentarios en el ¨ªndice de precios de consumo no se opere en 1981. Como pron¨®stico, en una comparaci¨®n diciembre/diciembre cabe situar el crecimiento de precios del componente alimentario entre 13%-14%, lo cual puede llevar al ¨ªndice general a un crecimiento en torno al 14%.
Generalmente se suele justificar la singular evoluci¨®n de los precios del valor a?adido con el argumento de la disminuci¨®n de las c¨¢pitas. Sin embargo, no parece aventurado afirmar que tal disminuci¨®n se opera principalmente en la masa de agricultores que atiende las explotaciones marginales, que ven en la jubilaci¨®n, a tiempo o anticipada por invalidez, una aut¨¦ntica liberaci¨®n econ¨®mica, de tal modo que la generalizaci¨®n de los incrementos de productividad de esas explotaciones marginales a todo el colectivo de agricultores y explotaciones no deja de ser un error m¨¢s o menos consciente.
Las dos v¨ªas de la reforma
Parece evidente, y en ello cabe suponer general acuerdo, la conclusi¨®n de que las exigencias de rentabilidad de la empresa agraria deben ser razonablemente satisfechas, ya que lo contrario no ser¨ªa sino atentar contra su supervivencia; sin embargo, las diferencias podr¨ªan surgir a la hora de decidir el camino, precios o reformas estructurales, por el que marchar hacia un reencuentro con la rentabilidad frecuentemente perdida en los ¨²ltimos a?os.
No parece sensato descartar a priori, desde posiciones preconcebidas, las posibilidades de cada una de estas v¨ªas.
El camino de los precios, aparentemente f¨¢cil, cuenta con los l¨ªmites que rigen en el seno de los pa¨ªses comunitarios, que no parece conveniente superar, y con las limitaciones que plantea el control del nivel de inflaci¨®n interior. Por otra parte, una pol¨ªtica de precios en exclusiva no deja de aportar un tratamiento injusto cuando se aplica sobre un colectivo de explotaciones tan heterog¨¦neo como lo es el que configura nuestro sector agrario.
No obstante, una pol¨ªtica de precios agrarios tampoco puede ser descartada, aunque s¨®lo sea por la necesidad de racionalizar la estructuraci¨®n de los precios agrarios, reconduci¨¦ndolos hacia niveles a los que pueden acceder con rentabilidad formas de agricultura con un determinado grado de eficiencia.
La "reforma de estructuras", que hoy por hoy, no deja de ser un concepto tan utilizado como carente de contenidos concretos, parece condici¨®n indispensable y previa a una pol¨ªtica de precios.
Ahora bien, una pol¨ªtica estructural precisa ser definida en sus objetivos, establecida en sus procedimientos, contrastadas sus posibilidades emp¨ªricas y evaluados sus costes y efectos. Sin ajustar estos extremos, la reforma de estructuras no se incorporara a la pol¨ªtica agraria, y tan s¨®lo se queda en un t¨¦rmino con excesiva frecuencia, utilizado como ep¨ªlogo de la problem¨¢tica agraria.
De alg¨²n modo, el binomio precios-estructuras resulta complementario como factores dinamizadores de la empresa agraria y de su rentabilidad, y una buena pol¨ªtica agraria es la que los dosifica en sus justos t¨¦rminos.
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