El Atl¨¦tico, con nuevo entrenador, primera derrota en casa
Los jugadores del Atl¨¦tico de Madrid reestrenaron maestro. El que ellos a?oraban. Los primeros deberes los hicieron llenos de borrones. El maestro tendr¨¢ que dedicarse, de ahora en adelante, a las asignaturas pendientes. Sus disc¨ªpulos tendr¨¢n que aplicarse m¨¢s o de lo contrario s¨®lo aprobar¨¢n con recomendaci¨®n de Plaza, y ya se sabe que este se?or no es amigo del doctor Cabeza. El Atl¨¦tico, que es singular en muchas cosas, no fue capaz ni siquiera de hacer valer aquello de que a nuevo entrenador, victoria asegurada.El Atl¨¦tico rompi¨® con esa vieja tradici¨®n del triunfo con el cambio en el banquillo. Pero fue quiz¨¢ para mantener la suya propia: la de no ajustarse a c¨¢nones establecidos. Ir al Manzanares siempre tiene un inter¨¦s, porque se vive la inc¨®gnita permanentemente. El masoquismo colchonero tiene como contrapartida el que los triunfos se saborean intensamente. Siempre se aprecia m¨¢s aquello que no se tiene siempre.
A los jugadores del Atl¨¦tico se les ha quedado peque?o el campo. S¨®lo as¨ª se explica que env¨ªen los pases excesivamente largos. Si se pudiera ensanchar lo verde, seguramente se notar¨ªa menos la falta de temple de la mayor¨ªa. El domingo jugaron a las siete y media, "que el no llegar da dolor, porque indica que mal tasas y eres del otro deudor, y si te pasas es peor". Se pasaron casi siempre. Ni Armin Hary hubiera podido alcanzar la mayor¨ªa de los balones. En ese equipo, Paco Gento no habr¨ªa podido ser "la galerna del Cant¨¢brico".
Es un mal cong¨¦nito del f¨²tbol espa?ol la falta de temple. En el Atl¨¦tico esta anomal¨ªa se hizo m¨¢s patente el domingo. De Marcos no se sabe nunca si centra o chuta mal a gol. Marcos est¨¢ "acuerado". Necesita una cura de bal¨®n. De Juanjo no quiero saber qui¨¦n fue el genio que lo consider¨® ¨²til para el equipo. Perdi¨® tan de vista a Santi, que el Sevilla lleg¨® al marco rojiblanco siempre con ventaja num¨¦rica. A Julio Alberto alguien debe decirle que no es Pel¨¦, para que no intente entrar en el ¨¢rea enemiga entre un bosque de piernas. A Dirceu, que siempre est¨¢ en primer plano por su buen juego, su inteligencia y toque distinguido, le entraron las ganas de tirar a gol con desesperaci¨®n, desde muy lejos, y a punto estuvo de confundirse con la median¨ªa general.
El Atl¨¦tico quiso ganar por las bravas cuando el Sevilla, con Pintinho en plan artista, y Santi, pele¨®n y sin marcaje, se anot¨® dos goles. El Sevilla se orden¨® bien atr¨¢s. Blanco, sin nadie a quien marcar, porque s¨®lo le esperaba alguna vez Dirceu, se convirti¨® en un centrocampista y sucedi¨® que tuvo m¨¢s fuerza en el centro del campo que el Atl¨¦tico. El Sevilla contragolpe¨® mejor en el primer tiempo que en el segundo, porque la entrada de Marian propici¨® el cambio de demarcaci¨®n de Ruiz, que ya no dio tantas facilidades a Santi. No obstante, siempre lleg¨® con peligro a la zaga local, en la que Arteche fue sin duda el mejor hombre. Arteche fue el estajanovista del equipo y el menos fall¨®n. Arteche es cada d¨ªa mejor jugador, pero lucha con la r¨¦mora del tiempo pasado, en que fue, junto a Pereira, "el fino estilista de Santander".
Miguel Mu?oz necesitaba un triunfo importante para que escampara en Nervi¨®n. El Manzanares disip¨® los nubarrones del Guadalquivir. Ya no tiene un horizonte de perros ladr¨¢ndole en el r¨ªo. El Sevilla jug¨® mejor que el Atl¨¦tico. Se situ¨® adecuadamente en el campo y tuvo mayor cohesi¨®n. El Sevilla entr¨® por las bandas en el contragolpe, y el Atl¨¦tico se empe?¨® en arrumbar a la raz¨®n, con sus intentonas por el centro del ataque, en donde ten¨ªa firme barrera defensiva y nulo ariete. Cabrera es "no m¨¢s un velocista", y otra cosa no se le puede pedir.
El Atl¨¦tico necesita, adem¨¢s de la recuperaci¨®n de sus lesionados, la inyecci¨®n de un centro delantero capaz de meter goles. Y tendr¨¢ que ir a buscarlo donde sea, que tendr¨¢ que ser un lugar en el que la inversi¨®n no sea desmesurada, porque su econom¨ªa no est¨¢ para sobresaltos. Ten¨ªa raz¨®n Carriega al asustarse.
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