Tres d¨ªas con J¨¹rgen Habermas o la inteligencia al servicio de la raz¨®n
El pensador alem¨¢n afirm¨® en Madrid que la filosofla es el guardi¨¢n de la racionalidad
El avi¨®n de los lunes a las ocho llega tarde, como siempre. Esta villa y corte de los milagros ucederos sigue sucia de fascio, gritos y banderas. El sal¨®n de grados de la facultad de Ciencias Pol¨ªticas y Sociolog¨ªa est¨¢ a tope: estudiantes y penenes asfixian el espacio, en el que ya no quedan ni suelo ni esquinas, como en aquellas gloriosas asambleas universitarias antifranquistas. Logro, por fin, entrar, y al fondo, contra el palacio de la Moncloa, la alta silueta de J¨¹rgen Habermas, ligeramente encorvada, escribe en la pizarra un modelo te¨®rico del compromiso que representa el estado social en los pa¨ªses capitalistas avanzados.M¨¢s que modelo, precisa Habermas en su alem¨¢n tan estimulante como herm¨¦tico, es un bosquejo de los supuestos fundamentales desde los que cabe analizar nuestra contemporaneidad occidental y capitalista. La pizarra est¨¢ dividida en tres columnas: mundo de la vida, relaciones de intercambio y estructura sist¨¦mica. Pero para entender sus designaciones hay que empezar, por una parte, rompiendo las amarras con el funcionalismo cientificista, de corte marxista, que confina la teor¨ªa del Estado en la tarea vicar¨ªa de cumplir los imperativos econ¨®micos de la sociedad, cuando de lo que se trata es de instituir el Estado en ¨¢mbito aut¨®nomo, constituy¨¦ndolo en subsistema con la misma plenitud que el proceso econ¨®mico y dedicando nuestra preferente atenci¨®n al estudio de las relaciones de complementaria mutuoinfluencia entre ambos. Y, por otra, consagrarla especificidad irreductible de la experiencia cotidiana en su doble perspectiva de la esfera de la vida privada y el espacio de la vida p¨²blica.
Estos dos grandes ¨¢mbitos, el presidido por la vida cotidiana -columna de la izquierda- y el de la institucionalizaci¨®n de los subsistemas -columna de la derecha-, tienen dos pautas de integraci¨®n distintas: social, la primera, y sistem¨¢tica, la segunda. La primera, que s¨®lo opera parcialmente, utiliza como mecanismos integrados, tanto en la esfera privada -primer cuadrante- como en la p¨²blica -segundo cuadrante-, las normas, valores y relaciones intercomunicativas entre los agentes. En la segunda, con la ya aludida autonomizaci¨®n de la econom¨ªa -primer cuadrante- y del Estado -segundo cuadrante-, no funciona la integraci¨®n normativa, sino que intervienen unos medios an¨®nimos, que son el dinero, en lo econ¨®mico, y el poder, en lo estatal.
Estos medios y mecanismos tienen como objetivo el garantizar que las consecuencias de las acciones constituyan un conjunto funcional que pueda estabilizarse incluso con independencia del consenso normativo de los actores.
El estudio de las sociedades contempor¨¢neas consiste en el estudio de la trama de interacciones entre las esferas y subsistemas de los ¨¢mbitos y entre los ¨¢mbitos en cuanto tales, a trav¨¦s del an¨¢lisis de las relaciones de intercambio que entre ellos se establecen: a) intercambio entre los subsistemas econom¨ªa y Estado; b) intercambio entre esfera privada y p¨²blica; c) intercambio entre Estado y mundo de la vida; d) intercambio entre mundo de la vida y econom¨ªa, etc¨¦tera.
Las caracter¨ªsticas m¨¢s determinantes de las sociedades capitalistas avanzadas tienen como puntos de concreci¨®n espec¨ªfica tres contextos, en los que emerge la condici¨®n apor¨¦tica de nuestra contemporaneidad social: el intervencionismo estatal, la democracia de masas y el estado del bienestar.
La naturaleza contradictoria del primero aparece, por un lado, en la forma mediata e indirecta -en definitiva, marginal- del comportamiento interventor del Estado en el proceso econ¨®mico, que s¨®lo puede incidir en las condiciones del entorno de la vida econ¨®mica, y ello, adem¨¢s, sin interferir en el desarrollo de la l¨®gica capitalista que rigen los principios de lucro y acumulaci¨®n. Y, por otro, en que su acci¨®n no es nunca frontal y directa, sino siempre reactiva, transaccional y ajustada a la estrategia de elusi¨®n y neutralizaci¨®n del conflicto.
Democracia de masas y estado del bienestar
La democracia de masas tiene su apor¨ªa central en que la dimensi¨®n masiva de su estructura impide el debate y la concertaci¨®n libre de voluntades, que es esencial en la vida democr¨¢tica y empuja hacia lo normativo, a la par que magn¨ªfica las divergencias e impugnaciones inter e intrasubsist¨¦micas. En cuanto al Estado del bienestar, le cumple por definici¨®n el absorber los efectos perversos del crecimiento econ¨®mico que impone la naturaleza del sistema, sin que pueda modificar de manera sustancial su forma de organizaci¨®n, que es a la para garant¨ªa de la efectividad de su ejercicio y generador necesario de dichas consecuencias socialmente disfuncionales: paro versus productividad, coste creciente de los servicios sociales versus exigencias de inversi¨®n en el proceso productivo, etc¨¦tera.
M¨¢s de dos horas de dif¨ªcil discurso y m¨¢s dif¨ªcil traducci¨®n, a la que siguen otra dos largas de preguntas, de esclarecimientos, sin que nadie abandone: Carlos Moya, Manuel Garrido, Emilio Lled¨®, Rom¨¢n Reyes, que modera; Manuel Gim¨¦nez y Antonio Ribera, que cotraducen; Emilio Lamo de Espinosa, Jos¨¦ Alvarez Junco, Alberto Moncada, Antonio P¨¦rez, Julio Carabana, Jos¨¦ Enrique Rodr¨ªguez Ib¨¢?ez, Lorenzo Navarrete, Carlos Thibaut, Fernando del Val y un largo etc¨¦tera. Y, sobre todo, los estudiantes, que no caben fuman y,no se mueven.
Al d¨ªa siguiente, en el mismo si tio y hora, los de ayer y tal vez al gunos m¨¢s. Habermas, a vueltas con la contemporaneidad, quiere atacarla hoy, no desde la perspectiva de la organizaci¨®n social del capitalismo avanzado, sino abord¨¢ndola desde las pautas de racionalidad de nuestro universo simb¨®lico. Para ello, de la mano de Weber, nos propone una relectura de la racionalizaci¨®n de la imagen religiosa del mundo, que parte del hecho de que todas las grandes religiones universales tienen un so porte ¨²ltimo de racionalidad, en cuanto intentan justificar la desigualdad entre los hombres y en cuanto quieren valorar el sufri miento por considerarlo evitable e injusto. Para ello, hay que romper el marco del mito y superar los cultos tribales, introduciendo la perspectiva ¨¦tica, exculpando el sufrimiento, que ya no es signo de merecido castigo, sino conducta libre y responsablemente aceptada, y fundando en raz¨®n el desequilibrio de la distribuci¨®n de bienes entre los hombres.
Por la tarde, y en el Instituto Alem¨¢n, La filosof¨ªa como guarda y como int¨¦rprete, esta vez con traducci¨®n simult¨¢nea. Gente no s¨®lo dentro, donde ya no se entra, sino en el sal¨®n contiguo, en los pasillos, donde se puede. Hoy, comienza Habermas, cubierta la etapa desmitificadora de Hegel y Marx, hay que volver a enfrentarse, con el mismo prop¨®sito, con Kant. Para el fil¨®sofo de Koenisberg, la filosof¨ªa tiene como prop¨®sito el fundamentar trascendentalmente el saber desde una doble perspectiva: por un lado, la filosof¨ªa tiene que asumir frente a las ciencias la funci¨®n de acomodador -Platzanweiser- que se?ale el ¨¢mbito propio de cada sector cient¨ªfico.
Estas funciones se han visto impugnadas desde dentro del curso filos¨®fico y sobre todo en el amplio curso de la historia. La filosof¨ªa anal¨ªtica de Strawson, el constructivismo de Lorenzen, el criticismo de Popper, suponen de alguna manera una cr¨ªtica intrakantiana contra la fundamentaci¨®n trascendental, al igual que la perspectiva absoluta de Hegel es rechazada, casi hegelianamente, por el joven Lukas, Karl Korsch o Adorno.
Habermas sostiene que la filosof¨ªa no puede renunciar a su papel de guardi¨¢n de la racionalidad, aunque tenga, eso s¨ª, que ajustar el tiro y sustituir las pretensiones imperialistas de acomodador y juez por las m¨¢s inmediatas y modestas de: a) guardaespacios -Platzhalter- que le permita promover el surgimiento de ideas creativas en ¨¢reas espec¨ªficas de las ciencias del hombre y de la sociedad -l¨¦ase, por ejemplo, Durkheim y Chomsky-, y b) de int¨¦rprete conector entre los ¨¢mbitos autonomizados de la cultura (ciencia, moral, arte) y el de la vida cotidiana.
A la ma?ana siguiente, en la sala de juntas de la facultad de Filosofla de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, m¨¢s abarrotada, si cabe, que ninguno de los espacios anteriores, bajo la ¨¦gida de Manuel Garrido y con notables refuerzos profesorales -Javier S¨¢daba, Rafael Banon, etc¨¦tera-, dos horas de intenso debate, en los que Habermas prosigue incansablemente su cruzada por la racionalidad y se moja -?qui¨¦n habl¨® de su turrieburne¨ªsmo?- al declarar la condici¨®n de su compromiso colectivo con la izquierda.
Cr¨ªtica de obras de J¨¹rgen Habermas, en suplemento de LIBROS
Babelia
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