El "rock"-colza
Extensiones del mal, mal de la colza, gentes de Coslada, m¨¢s de trescientos enfermos, y tres muertos, el polideportivo del pueblo lleno de personal, poblado a miles, como ayer en Vallecas, corno siempre, desde hace varios meses, ha nacido en los barrios, en las provincias pobres de Madrid, un rock que ya no es duro ni marchoso, es el rock/colza, el de los festivales, ben¨¦ficos o no, en que profesionales y espont¨¢neos le meten marcha y muerte al drama popular del mal aceite, por recaudar un duro para enfermos.Como anoche, anocheciendo, en el mundo cerrado, populoso y silbante de Coslada, donde abrazo viejos parientes y me dan un co?¨¢ que mata a un muerto. Como hoy, domingo, Ramonc¨ªn, cantando, tocando en beneficio del da?ado. Andaba el rock perdido, sin concretar en nada su protesta, pero de pronto, de estos festivales suburbanos ha nacido el rock/colza, este tr¨¢gico rock de aficionados o profesionales, que suena a ata¨²d electr¨®nico, con un friso de momias dadas de alta en los sombr¨ªos polideportivos, y con miles de gentes que aplauden la movida y se defienden, la madera en la calle, a ver qu¨¦ pasa, y el descontento orlando grader¨ªos, Jos¨¦ Mart¨ªn, actor de causas duras, dice los versos de Miguel Hern¨¢ndez, y los peruanos y los espa?oles y el t¨ªmido Juan Luis con su guitarra, la danza de la muerte, una vez m¨¢s, es la danza macabra de Vald¨¦s, el entierro de la sardina, la sardina en aceite de colza, es la danza del fuego, el fuego como danza, que aqu¨ª siempre bailamos al peor son que nos tocan. Como que Cela est¨¢ escribiendo La mazurca de la muerte.
Qu¨¦ obsesi¨®n de pa¨ªs, ha nacido el rock/colza perif¨¦rico, la protesta extreme?a, andaluza, madrile?a, la m¨²sica rockera de los barrios, que era una improbable contestaci¨®n perdida a la sociedad del desperdicio, hecha por los desperdiciados; la movida rockera tiene de pronto un eje, la protesta, tiene de pronto un tema, los enfermos, peste b¨ªblica, fr¨ªa, misteriosa, que s¨®lo afecta a pobres, porque la Biblia tambi¨¦n discrimina.
Si se investigasen las pestes b¨ªblicas saldr¨ªa un Sancho Rof a la luz grande de las Escrituras, saldr¨ªa la dejaci¨®n y la culpabilidad, saldr¨ªan unos verdugos y unas v¨ªctimas. Los males que bajan del cielo, bajan siempre de un poco m¨¢s abajo. Y el rock improvisado, la castidad sensual de la guitarra, cuenta a golpes estereof¨®nicos el drama de la colza, sin palabras, recauda por curar a los enfermos y deja, como hoguera de m¨²sica reciente, como un astro desastroso, el testimonio suburbano contra el fraude sagrado que, como casi todo lo sagrado, elige entre los pobres a sus v¨ªctimas. El hedonismo del rock, su rauda agresividad de cremalleras, se ha concretado ya en un rock/protesta, Madrid est¨¢ diciendo, perif¨¦rico, lo que pasa en los barrios apestados por la fritura lenta del gran mal. As¨ª Guerrero, as¨ª Escudero, as¨ª Bravo, as¨ª la gente herida, desde Vallecas a Coslada, del este de Madrid hasta el oeste, di¨¢logo Norte/Sur de ruido y convivencia, extreme?os feraces y acudidos, los solitarios sin primer empleo, parientes de ese mal que no se aclara. Ha nacido el rock/colza, hoy he estado en Coslada, la danza de la muerte, Vald¨¦s Leal, siempre hilando su copo de negra m¨²sica, la Espa?a, en torno del bolero de la muerte, y Ravel galopado de macarras, y Falla en el temblor del bater¨ªa que come los pasteles a pu?ados y toca con la s¨ªncopa del asco.
No han salido culpables ni ha explicado el aceite sus venenos. S¨®lo un copo de ruido, el funeral alegre de la colza, festivales ben¨¦ficos, reproche. Ha nacido el rock/colza, un disparo de m¨²sica contra el chaleco en piedra del Gobierno.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.