Las listas
-Hay que averiguar qui¨¦nes han firmado la convocatoria del homenaje a Adolfo de Miguel.La mitad de la redacci¨®n se pone manos a la obra para hacer una encuesta entre los miembros de la Administraci¨®n de justicia. Unos treinta magistrados y fiscales aparecen en la lista de convocantes publicada por el peri¨®dico El Alc¨¢zar. Poco a poco, los firmantes van desmintiendo su participaci¨®n en un acto en favor del defensor de tres de los acusados del 23-F, ex presidente adem¨¢s de la Sala Segunda del Tribunal Supremo.
Intentar informarse en directo sobre ello resulta imposible. Nadie responde. Los ment¨ªs se suceden mediante notas oficiales, pero ninguno de los firmantes habla con los periodistas. En el interior de la Audiencia Nacional un chisteo te llama la atenci¨®n:
-Chst, chst, joven -te reclama un hombre de edad madura y canas venerables-. Para su informaci¨®n, algunos de los firmantes han desmentido su participaci¨®n por presiones directas de la m¨¢xima autoridad.
El hombre se explica poco m¨¢s,, Antes de despedirte, te lanza un aviso:
-Y tenga cuidado. En los pr¨®ximos dos o tres meses se va a aplicar mano dura con una decena de periodistas. El Gobierno ha dado algunas instrucciones al respecto. Xavier Vinader es s¨®lo el primero de la lista.
Los cataplines de Tejero. Desmoralizado por el radiante porvenir que se te presenta, acudes a una cafeter¨ªa cercana para reponer fuerzas. A tu lado, dos se?oras bien arregladas discuten sobre una joya de extra?o formato:
-Son los cataplines de Tejero. Se los voy a regalar a mi marido para ver si toma ejemplo. Son de oro.
Se trata de la ¨²ltima moda en el barrio de Salamanca. Los test¨ªculos del guardia civil comienzan a ser lucidos por pudibundas jovencitas y hombres maduros.
Compensaci¨®n. En la redacci¨®n, el revuelo es espectacular. La noticia de la aplicaci¨®n de mano dura ya hab¨ªa comenzado a correr. El redactor jefe se siente en la obligaci¨®n de tranquilizar a todos:
-No os preocup¨¦is. La idea que parece presidir la caza de brujas es la de compensar ideol¨®gicamente los golpes. A cada periodista dem¨®crata procesado le corresponder¨¢ uno de ultraderecha.
-Yo me pido a Julio Merino -dice uno.
-Y yo, a Antonio Izquierdo -dice otro, gozoso.
El silencio se hace al rato y la preocupaci¨®n vuelve a los rostros, hasta que uno hace la pregunta que ronda todas las cabezas:
-Oye, y eso de la compensaci¨®n, ?quiere decir que tambi¨¦n vamos a compartir la celda?
Sexo epistolar. Dos chicas ajenas a la redacci¨®n asisten mudas a la escena. Tienen un aire modosito y recatado, y eso te envalentona:
-Hola -dices, al tiempo que chascas los dedos-, soy periodista, ?deseabais algo?
-Somos Celia Ribera y Lilian Goligorsky -te informan-, y escribimos cartas er¨®ticas.
-Bueno -respondes-, la secci¨®n er¨®tica est¨¢ al completo. No creo que haya mucho que hacer.
-No. Si no buscamos trabajo. Es que nos han dado el Premio Playboy de relatos er¨®ticos por una narraci¨®n estilo epistolar. S¨®lo quer¨ªamos informar.
Agua y azucarillos. Tornas nota cuidadosa y pasas el turno. M¨¢s chicas. Pilar Gil y la fot¨®grafa Marga Clark afirman ser hermanas. Te haces el mundano y no preguntas por el cambio de apellidos. Vienen a informar sobre un festivo homenaje a la abogada Cristina Almeida, recientemente expulsada del PCE.
-Vamos a dar una copa en el Carolina, sin discursos y con marcha. Ser¨¢ el martes, a las nueve. La entrada es libre al m¨®dico precio de seiscientas pesetas dos copas. Queremos tanto a Almeida...
Maldices haberte colado en la puerta llevado por el af¨¢n exhibicionista. La cola de quienes llevan cosas a la redacci¨®n crece progresivamente. Un se?or con gabardina y gruesas gafas de miope entrega una carta:
-As¨ª que homenajes... -dice-. Pues ¨¦ste es el m¨ªo. En la carta desarrollo la idea ya expresada por el camarada Santiago Carrillo de que los renovadores se disolver¨¢n como azucarillos en el agua.
Unanimidad. Negocias tu situaci¨®n. A cambio de abandonar la puerta tienes que acudir a la presentaci¨®n de un libro sobre el PSOE. Diego Armario es el autor de El tri¨¢ngulo: Presentan: Alfonso Guerra y Luis G¨®mez Llorente.
-Es un brillante reportaje, pero no estoy de acuerdo con nada -dice G¨®mez Llorente.
Alfonso Guerra se expresa en similares t¨¦rminos.
-Aqu¨ª no acaba nunca la unanimidad -comenta un socialista situado entre el p¨²blico.
-Te equivocas -le responde otro-. A partir de ahora, la cosa se va a liar a modo. Ya lo ver¨¢s en el congreso de la Federaci¨®n Socialista Madrile?a. Luis G¨®mez Llorente se ha decidido a desembarcar con sus huestes. Es el fin de la unanimidad. El actual secretario general, Joaqu¨ªn Leguina, lo va a pasar mal.
Alfonso Guerra contin¨²a hablando. Se refiere a los intentos de asustar a la poblaci¨®n con la posibilidad de un golpe de Estado en el caso de que la izquierda ganara las pr¨®ximas elecciones. Los fantasmas se vuelven a pasear por la sala, calentitos a¨²n los rumores que acompa?aron al 20-N.
Antonio Garrigues Walker es m¨¢s optimista:
-Si los socialistas ganan las elecciones, los empresarios han de levantarse ese d¨ªa sonrientes.
El redactor jefe no tiene su noche:
-Lo que no dice Garrigues es c¨®mo tendremos que levantarnos los dem¨¢s.
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