La soledad de llamarse Kurt Waldheim
El hombre que ha dirigido las Naciones Unidas durante los ¨²ltimos diez a?os es un estadista que ha recibido mucha menos publicidad de la acostumbrada para una persona que ha ocupado un cargo tan alto. Pero as¨ª hay que trabajar en este campo, puesto entre bastidores, lejos del p¨²blico, para poder desarrollar esta labor. En esta entrevista en exclusiva, Kurt Waldheim cuenta con franqueza lo que significa ser el secretario general de las Naciones Unidas, sus frustraciones y sus alegr¨ªas, la soledad y la vulnerabilidad. Habla de los puntos conflictivos internacionales, as¨ª como de ¨¦l mismo y de sus a?os j¨®venes en Austria.
P¨¢nico en Mahattan. A las diez de la ma?ana del 9 de octubre de 1979 son¨® la alarma en el palacio de cristal de las Naciones Unidas. Cinco mil funcionarios huyeron a la calle. Una avioneta Cessna 171 estaba dando vueltas alrededor del ¨²ltimo piso del edificio; el piloto, un escritor norteamericano completamente borracho, amenazaba con estrellar el aparato contra el despacho del secretario general, Kurt Waldheim, a menos que se resolviese un problema con su editor.Por primera vez desde que ocupaba el m¨¢ximo cargo de las Naciones Unidas, Kurt Waldheim apareci¨® en la cabecera de todos los peri¨®dicos. Un mes despu¨¦s volvi¨® a hacerlo, cuando le pidieron que pusiera algo de tranquilidad en la explosiva situaci¨®n de Ir¨¢n.
Mientras que a otros pol¨ªticos les deslumbra la luz de la publicidad, la "conciencia del mundo", como Waldheim se describe a s¨ª mismo, languidece en un anonimato relativo. Parece que su oficio, la paz, no es suficientemente espectacular para atraer la atenci¨®n mundial. Se trata, adem¨¢s, de una causa que no marcha muy bi¨¦n en los ¨²ltimos tiempos.
El n¨²mero uno de las Naciones Unidas viaja por todo el mundo intentando cambiar la situaci¨®n. Alz¨® su voz contra los bombardeos de Vietnam y Camboya, escribi¨® y habl¨® contra los reg¨ªmenes de Polt Pot y de Pinochet, salv¨® a innumerables prisioneros pol¨ªticos del pelot¨®n de fusilamiento. Hizo todo lo que pudo, y a¨²n m¨¢s.
El cuarto secretario general de las Naciones Unidas es un hombre agradable, un hombre que ha intentado con toda sinceridad conseguir lo imposible. Cree en la justicia y en su misi¨®n; forma parte de una raza de idealistas (en extinci¨®n); es un hombre paciente y virtuoso. Frecuentemente, a lo largo de nuestra conversaci¨®n en el piso 38 del edificio de las Naciones Unidas, en Nueva York, me maravill¨¦ de que todav¨ªa no haya sido devorado por el salvaje mundillo de la pol¨ªtica internacional.
Kurt Waldheim, sucesor de Trygve Lie, de Noruega; Dag Hainmarskjold, de Suecia, y U Thant, de Birmania, tiene 62 a?os, un hijo y dos hijas; es diplom¨¢tico y religioso practicante. Es un austriaco bastante delgado cuyo rostro refleja preocupaci¨®n y, falta,de sue?o.
Pregunta. Se?or Waldheim, ?no es cierto que las superpotencias deciden todo entre ellas; que as¨ª es la realidad de la pol¨ªtica internacional?
Respuesta. Las Naciones Unidas son un instrumento para la paz. Mi tarea consiste en hacer que el mundo sea menos aterrador; se podr¨ªa decir que soy una especie de moderador de crisis. S¨¦ que hay mucha gente que opina que no puedo conseguir nada, y ma exaspera. Es una cr¨ªtica que me hiere realmente, porque es injusta. Mi esposa, Sissi, lo siente mucho m¨¢s que yo; todav¨ªa le afecta. Yo ya lo he superado. He des cubierto que formo parte del juego. Como dijo Harry Truman en una ocasi¨®n, "si no te gusta el calor, sal fuera de la cocina".
La causa de la mayor¨ªa de estos ataques es que, naturalmente, tengo que trabajar entre bastidores con gran prudencia. Esto conduce a la ignorancia, y la ignorancia conduce a la cr¨ªtica. Soy muy consciente de ello, pero no hay otro camino. S¨®lo puedo llevar a cabo una labor diplom¨¢tica callada y discreta.
P. Esto debe ser muy frustrante, ?no ha tenido nunca la necesidad de decir lo que siente?
R. Rara vez: no soy de ese tipo de personas. Si lo hago es tan s¨®lo despu¨¦s de haberlo pensado cuidadosamente. Tengo que estar absolutamente convencido de que se han agotado todos los canales diplom¨¢ticos. Los pol¨ªticos son tan sensibles como los term¨®metros. Cuando hacen concesiones les preocupa dar la impresi¨®n de que tomaron la decisi¨®n por propia voluntad y no bajo presi¨®n de otro pa¨ªs o del secretario general de las Naciones Unidas. En cualquier caso, no tengo medios para expresar abiertamente mi horror o mi desprecio, incluso cuando se trata de cr¨ªmenes. La Carta de las Naciones Unidas se?ala de manera categ¨®rica en el art¨ªculo 2, apartado 7, que no puedo intervenir en los asuntos internos de los Estados miembros.
P. ?Se siente solo?
R. S¨ª. Solo y vulnerable. Dondequiera que est¨¦ estoy completamente solo. No tengo ni consejeros ni un gabinete que me apoye. Me veo obligado, por pura necesidad, a confiar en mis propias intuiciones, juicios y convicciones. Al mismo tiempo, esto me hace tambi¨¦n vulnerable. Un presidente o un primer ministro tiene normalmente a toda una naci¨®n a sus espaldas, de manera que, si lo desea, puede ir contra la corriente. Pero yo no tengo nada que me apoye, excepto la Carta de las Naciones Unidas y mis propios principios, que no siempre son pr¨¢cticos. Esto me afecta intelectual, psicol¨®gica y fisicamente, por supuesto. Creo que quiz¨¢ tenga el trabajo m¨¢s desagradecido y dificil del mundo.
P. ?Su ¨²nica arma es dar un discurso moral?
R. Tiene usted una impresi¨®n err¨®nea. La influencia moral que ejercen las Naciones Unidas es enorme. Hay muy pocas naciones que quieran granjearse la antipat¨ªa de todo el mundo pasando por alto los principios morales de la organizaci¨®n. Tengo que recalcar, y con cierto orgullo, que en este as.pecto he tenido bastantes ¨¦xitos, muchos m¨¢s de los que se conocen. Ha dado algunos resultados en el conflicto entre Ir¨¢n e Irak, en Oriente Pr¨®ximo y en Africa del Sur, y funciona en cuestiones humanitarias. Perm¨ªtame darle un ejemplo.
Hace algunos a?os, el Frente Polisario retuvo unos cuantos prisionero franceses en el desierto. Fue exclusivamente la presi¨®n moral lo que asegur¨® su libertad. El d¨ªa de Nochebuena les llev¨¦ personalmente de Africa a Par¨ªs. Fue uno de los momentos m¨¢s hermosos y alentadores de mi vida.
P. Pero, con demasiada frecuencia usted choca contra un muro.
R. Las Naciones Unidas fueron creadas por seres humanos. He opinado siempre que esta instituci¨®n refleja lo que somos nosotros: una gran masa de ego¨ªstas. Una manifestaci¨®n particular de este ego¨ªsmo es el nacionalismo y, desgraciadamente, prevalece una cierta tendencia nacionalista dentro de las Naciones Unidas. Quiero decir que los Estados miembros colocan sus propios intereses por encima del bien com¨²n. Francamente, es algo atroz.
P. Sin embargo, usted contin¨²a viajando por el mundo, a pesar de sus frustraciones, su soledad, su vulnerabilidad y el ego¨ªsmo de las naciones. Pienso que usted es un idealista incorregible.
R. No creo que se pueda lograr nada sin el idealismo necesario. La ¨²nica condici¨®n es que hay que combinarlo con cierto realismo. Creo en lo que hago y estoy preparado para luchar por ello. Es el deber sagrado de todos, siempre que el objetivo sea bueno; y no creo que nadie se atreviese a sugerir que el objetivo de las Naciones Unidas es malo. Atafle a la humanidad entera: paz, fraternidad, respeto y tolerancia.
P. Parece vocaci¨®n.
R. Nac¨ª y crec¨ª en medio de la miseria y del desastre de un pa¨ªs derrotado y devastado. Era el ¨²ltimo a?o de la primera guerra mundial y la decadencia definitiva del imperio austro-h¨²ngaro. Mi madre me dijo despu¨¦s que fue un milagro que saliera con vida de aquel per¨ªodo. Mis padres tuvieron que mendigar para alimentarse. Despu¨¦s estall¨® la guerra civil en Austria, en 1934, justo cuando estaba en la segunda ense?anza. Nunca olvidar¨¦ la imagen de amigos y vecinos muertos, la repugnancia y la sangre.
Tras esto vino la segunda guerra mundial. Tambi¨¦n me toc¨® mi parte. Nuestro pa¨ªs fue invadido por los nazis y todos los hombres, j¨®ve nes y viejos, tanto si quer¨ªan como si no, tuvieron que servir en la Wehrmacht. Tuve la suerte de ser herido bastante pronto y me echaron del Ej¨¦rcito.
Tras el horror fascista, la vida en Austria no fue mucho m¨¢s f¨¢cil. Primeramente hab¨ªamos estado ocupados durante diez a?os, y, en segundo lugar, no quedaba absolutarnente nada. Durante mucho tiempo tuve que lleva! el traje de mi abuelo. Era bastante m¨¢s bajo que yo. En 1944 me cas¨¦ y, pensando en el pasado, fue el ¨²nico momento feliz de toda mi juventud.
P. Entonces, la miseria, el desastre y la guerra formaron la base misma de su lucha actual contra la miseria, el desastre y la guerra.
R. Exactamente. Porque comprend¨ª lo que era sufrir, hice todo lo que pude para eliminar el sufrimiento. Durante los casi diez a?os que he ocupado este cargo, he visitado todos los pa¨ªses del as¨ª llamado Tercer Mundo. Los que nunca han estado all¨ª no pueden tener la m¨¢s remota idea de lo triste de la situaci¨®n en la realidad. Mientras dos tercios de la poblaci¨®n mundial tengan que vivir en circunstancias tan amargas, no habr¨¢ ni justicia en la tierra ni estabilidad pol¨ªtica. Su sufrimiento es mi sufrimiento, pero yo puedo hacer algo, y ellos no.
La verdad es que los grandes pa¨ªses no tienen necesidad de las Naciones Unidas, pero s¨ª los peque?os. Es pr¨¢cticamente todo lo que tienen. La utilidad de las Naciones Unidas para esta parte del mundo se ha demostrado rotundamente.
P. Ha mencionado el punto esencial de todas las cr¨ªticas, se?or Waldheim. Naciones Unidas significa hermosos ideales y buenas resoluciones; en realidad, mucho ruido y pocas nueces.
R. Afortunadamente, esta crisis de confianza parece haber disminuido; pero, a¨²n a mi pesar, todav¨ªa no se ha resuelto completamente. La cr¨ªtica proviene de aquellos que esperan mucho de las Naciones Unidas. Piensan de esta forma: "?Hay guerra? Llamad a las Naciones Unidas y problema resuelto". Siempre he considerado esta postura poco realista y muy ingenua.
M¨ªreme. ?Qu¨¦ ve? Un hombre de carne y hueso, un hombre como los dem¨¢s con sus fallos y defectos. De lo que no hay duda es de que no hago milagros.
Por otra parte me gustar¨ªa responder a esta cr¨ªtica con otra pregunta. ?Qu¨¦ hay de malo en hablar? Trabajo con la convicci¨®n de que es mejor luchar con palabras en las salas de reuni¨®n y en los pasillos de las Naciones Unidas, que con ca?ones y rifles en el campo de batalla.
P. Me da la impresi¨®n de ser un hombre sincero que se est¨¢ quemando poco a poco por culpa de los que juegan a la pol¨ªtica. ?Es eso cierto?
R. Esa es su interpretaci¨®n, no la m¨ªa. Creo que el mundo es m¨¢s complicado de lo que usted piensa. No debemos olvidar que nos enfrentamos con un gran n¨²mero de tensiones pol¨ªticas, sociales e ideol¨®gicas totalmente diferentes. Los occidentales tenemos una gran tendencia a vernos como salvadores. Pensamos que cualquier pa¨ªs con un sistema diferente al nuestro est¨¢ equivocado.
Aparte del hecho de que tengo la sensaci¨®n de que nuestra democracia no es, por definici¨®n, la soluci¨®n a todos los problemas. Tambi¨¦n creo que la teor¨ªa en la que se apoya es incorrecta.
He aprendido una cosa en mi trabajo, y es que tenemos que ser tolerantes y aceptar otras ideolog¨ªas. No hacerlas nuestras, sino aceptar su existencia. La tolerancia se convierte en respeto, y el respeto es la base para una convivencia pac¨ªfica. Cualquier otro camino conduce a la autodestrucci¨®n.
P. ?D¨®nde se situar¨ªa usted, pol¨ªticamente?
R. Soy liberal, as¨ª que entiendo y respeto todas las opiniones pol¨ªticas.
P. Estamos en la d¨¦cada de los ochenta y gastamos enormes sumas en armamento. Todos los meses hay en alg¨²n lugar un enfrentamiento sangriento. ?Vamos hacia una tercera guerra mundial?
R. No lo creo. Pienso que las superpotencias conocen demasiado bien las consecuencias de una confrontaci¨®n militar y tratar¨¢n de evitarla. No saldr¨ªa nadie con vida de una guerra nuclear; no habr¨ªa ganadores, s¨®lo derrotados. Ser¨ªa el final y opino que las potencias nucleares no la provocar¨¢n. A¨²n poseen demasiado sentido de la responsabilidad.
Lo que m¨¢s me preocupa y donde veo una verdadera amenaza es en los conflictos regionales, tanto si son pol¨ªticos como religiosos o ideol¨®gicos.
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