Hay que estar en la pomada
La sequ¨ªa lleg¨® as¨ª, como la colza envenenada, de repente y con esa furia muy espa?ola, sin claroscuros ni matizaciones, sin compasi¨®n alguna. Tan intransigentes somos, que nos negamos al alargue de los d¨ªas o a que las estaciones sean ind¨®ciles al almanaque.Despu¨¦s de un c¨¢lido verano nos hemos sumergido en acuosos soles, con crep¨²sculos oto?ales aptos para enterrar olvidos e inquietudes, con noches de despreocupada libertad que parecen esperar la aparici¨®n de alguna muchacha hermosa e imprevista que compense los an¨¢rquicos term¨®metros. Es verdad que hoy muy pocos ciudadanos pueden opositar a poetas buc¨®licos, vivir sin preocupaciones y, sonar con la s¨²bita aparici¨®n de una adolescente inexperta y amorosa, en lugar de alg¨²n arc¨¢ngel vestido de caqui. Desde hace unos meses estamos aguantando el asombro de unos gestos ¨¢ridos y hostiles una rara mezcla de Saturno aliado con J¨²piter desenvainando espadas en un intento de pasar a deg¨¹ello a los Leo duplicados, en apariencia siempre inermes, viejos y sabios. Siempre atentos Tauro como soy, ning¨²n pasado me perturba aunque el pasado no muera jam¨¢s. Todos tenemos, s¨ª, un pasado, pero muchos no lo tenemos cruento ni fascista. Al futuro lo miro con escepticismo, pero sin espanto; el presente, con su carga de esperanzas, es un devenir en donde para unos espa?oles las cosas van bien, para otros van mal y para el resto las cosas, sencillamente, no van.
La cuesti¨®n es que nuestros compatriotas han estado -hemos estado- sobreviviendo entre el susto, la indefinici¨®n y las promesas incumplidas. Fuentes Quintana, con buen criterio, pidi¨® apretura de cinturones, y Abril Martorell, con sanas intenciones, exigi¨® chalecos ce?idos. As¨ª se hizo a la espera de los negros frutos prometidos. Lo que se intentaba era salir del t¨²nel; quiz¨¢ hubiera sido mejor definir adem¨¢s qu¨¦ Espa?a se pretend¨ªa formar. ?Una Espa?a para¨ªso de las multinacionales? ?Una Espa?a injusta, llena de millonarios y mendigos? ?Una Espa?a manejada por los gnomos de Chicago? ?Una Espa?a industrial? Por falta de sincronismo entre la fantas¨ªa y la realidad, en el desajuste de lo que se impone y de lo que la calle puede dar de s¨ª, en fin, entre la proposici¨®n de la Administraci¨®n y la capacidad de cumplimiento por parte de los administrados, entre el Gobierno y Juan Pueblo, la fiabilidad entr¨® en barrena e incluso la ciudadan¨ªa comenz¨® a escuchar mal a quienes hablaban bien.
El espa?ol no es un terr¨ªcola avariento, inquilino de una miserable geograf¨ªa. Es un ser familiarizado con el sacrificio hasta llegar a la inmolaci¨®n. El espa?ol tiene alma de agricultor: est¨¢ acostumbrado a los avatares del tiempo y hecho a las malas cosechas. Pero esto no impide que dentro de cada espa?ol, trabajador, honesto y sincero, persista un hombre que aspira al bienestar individual y colectivo. Cansado de improvisaciones, fatigado de h¨¦roes encubiertos y de salvadores repentinistas, est¨¢ esperando la voz de los aut¨¦nticos dirigentes que expresen propuestas previas, sin necesidad de que haga falta acudir a ning¨²n prohombre de la ventaja, o al secretarlo general de la protesta o, menos a¨²n, a una espada salvadora. Ninguna f¨®rmula, capricho o decreto ha creado jam¨¢s un verdadero dirigente. En pol¨ªtica, estar en la pomada -filosof¨ªa urbana nacida hace un cuarto de siglo en el R¨ªo de la Plata y que, como la patria de Carlos Gardel, se disputan a muerte Buenos Aires y Montevideo-, se confunde con la facilidad de la empanada compartida, la intriga detr¨¢s de las cortinas o el secreto a voces que s¨®lo tiene a Europa como ¨¢mbito. Estar en la pomada no quiere decir "a ¨¦ste pongo y a ¨¦ste saco", ni tampoco es la sonrisa c¨®mplice, complaciente y casi admirativa que consiguen quienes llegan a la pol¨ªtica con patente de superlistos. No. Estar en la pomada es estar metido hasta los tu¨¦tanos en las entra?as de la cotidianidad, cuesti¨®n en apariencia ¨ªnfima y sin apenas gancho electoral, pero capaz de desequilibrar todas las balanzas. Es ser un hombre que atiende y resuelve "esas peque?as cosas tontas" que alguna vez record¨® la voz de Doris Gray, y que son las que condicionan los actos de los humanos d¨ªa a d¨ªa. Ello no significa olvido de los grandes temas, pues hay un nuevo pa¨ªs a hacer a corto plazo, una Espa?a con circunstancias internacionales distintas y con nuevos problemas que nos obligan, queramos o no, a decidir si deseamos administrar mediocridades o si, por el contrario, aceptamos la responsabilidad de construir y reconstruir apartando todos los escombros. Todo esto lo veo con ilusi¨®n y con serenidad, fuera de rencores y gestos in¨²tiles, alejado del primer o ¨²ltimo rumor. Porque a veces, al tener los ojos puestos en la estrella m¨¢s lejana, no nos enteramos de lo que est¨¢ sucediendo en la pescader¨ªa del barrio o en el regimiento de la esquina. Ignorarlo no s¨®lo es "no estar en la pomada", sino vivir en un limbo pol¨ªtico, del que se pasa f¨¢cilmente al infierno.
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