La pol¨ªtica econ¨®mica de Miterrand
As¨ª como la llegada de Reagan a la Casa Blanca supuso la adopci¨®n de una pol¨ªtica econ¨®mica radicalmente distinta a la de su predecesor, la ascensi¨®n de Mitterrand y los socialistas al El¨ªseo implic¨® una ruptura con las directrices econ¨®micas auspiciadas por Giscard y su primer ministro Raymond Barre. A los seis meses de haberse puesto en marcha las nuevas medidas socialistas, Jos¨¦ Villaverde hace un an¨¢lisis de los prop¨®sitos, primeros resultados y previsiones en la escena econ¨®mica francesa.
La herencia que el ex presidente Giscard transmite a su sucesor en las tareas de Gobierno se manifiesta di¨¢fanamente en la evoluci¨®n de tres agregados econ¨®micos clave, en el pasado inmediato: el PIB ha sufrido una desaceleraci¨®n importante en su tasa de crecimiento, especialmente aguda en 1980; los precios al consumo se han disparado, situ¨¢ndose desde 1979 en los dos d¨ªgitos; el desempleo, por ¨²ltimo, ha experimentado una notable carrera ascendente. Quiz¨¢ haya sido este continuado declive econ¨®mico, quiz¨¢ el simple deseo de cambio, tal vez ambos factores entremezclados con otros elementos menos expl¨ªcitos, los que auspiciaron e hicieron posible la victoria socialista en las presidenciales y en las legislativas. Lo que en cualquier caso no parece ofrecer duda es que, en el triunfo mitterrandista, la econom¨ªa jug¨® -al igual que con Reagan- un papel decisivo, y ello pese a la inexistencia de un programa econ¨®mico en sentido estricto.Situados los socialistas en el poder, el d¨ªa 8 de julio el nuevo primer ministro present¨® a la Apamblea Nacional los objetivos econ¨®micos prioritarios para su Gobierno. Si este discurso encierra un programa, hay que decir que, este es de inspiraci¨®n keynesiana.
Sus rasgos definitorios son:
1. En el terreno de los objetivos se pretende: a) el logro del pleno empleo, objetivo t¨ªpicamente keynesiano, y b) el logro de la justicia social, objetivo t¨ªpicamente socialista.
2. Para la consecuci¨®n de estos objetivos se emplear¨¢n b¨¢sicamente las siguientes medidas: a) con relaci¨®n al objetivo del pleno empleo (inicialmente, reducci¨®n del desempleo) se articulan dos tipos de pol¨ªticas: una de relanzamiento de la demanda agregada, y otra, de pol¨ªticas espec¨ªficas. El relanzamiento de la demanda se pretende efectuar tanto en el plano exterior como, muy principalmente, en el plano interior; para reactivar el consumo se emplea el mecanismo de incrementar las rentas m¨¢s bajas (aumentos en el salario m¨ªnimo, incrementos en las prestaciones familiares, elevaci¨®n de m¨ªnimos exentos, etc¨¦tera); para reactivar la inversi¨®n se estipulan dos tipos de acciones: la reforma de las estructuras industriales y el reforzamiento del sector p¨²blico.
El reforzamiento y ampliaci¨®n del sector p¨²blico se pretende llevar a buen puerto por medio de un programa de nacionalizaciones dentro del sector financiero (en esencia, del sector crediticio) y de determinados grupos industriales. La amplia difusi¨®n de los afectados, en ambos casos, nos exime de realizar aqu¨ª una relaci¨®n de los mismos.
Entre las pol¨ªticas espec¨ªficas, directamente dise?adas para mitigar, y/o acabar, con el problema del desempleo, se incluyen las siguiente: primero, la reordenaci¨®n del tiempo de trabajo (reducci¨®n paulatina de la duraci¨®n de la semana laboral, hasta situarla en 35 horas en 1985; anticipaci¨®n de la edad de jubilaci¨®n, retiro parcial, trabajo a tiempo parcial, aumento del per¨ªodo vacacional -la quinta semana-, etc¨¦tera; segundo, el establecimiento de contratos de solidaridad con los patronos que creen empleos, seg¨²n alguna de las dos modalidades previstas; tercero, la concesi¨®n de determinados tipos de ayudas (fiscales, financieras, etc¨¦tera) a las peque?as y las medianas empresas; cuarto, la creaci¨®n de 210.000 empleos p¨²blicos o de iniciativa local en el plazo de dos a?os, y quinto, finalmente, tambi¨¦n se presta importancia a la adaptaci¨®n de la oferta de trabajo a la demanda, por medio de planes de formaci¨®n continuada, estancias en empresas, etc¨¦tera.
b) En el terreno de la justicia social -lo que, en el discurso del d¨ªa 8 de julio, Mauroy denomina la Francia solidaria- se instrumentan, sobre todo, medidas de tipo fiscal, si bien algunas de las previamente indicadas (aumento del salario m¨ªnimo, mejora de la red sanitaria, ampliaci¨®n de las prestaciones familiares, etc¨¦tera) est¨¢n encaminadas igualmente a la consecuci¨®n de este objetivo. Las orientaciones que se intentan seguir en materia fiscal son, entre otras, las siguientes: primero, la creaci¨®n de un impuesto sobre las grandes fortunas; segundo, la modificaci¨®n del impuesto sobre la renta, eliminando algunas de sus anomal¨ªas actuales; tercero, la lucha contra el fraude fiscal, y cuarto la fijaci¨®n de topes al cociente familiar.
El soporte del programa
El soporte te¨®rico del programa mitterrandista es, seg¨²n la opini¨®n de uno de sus m¨¢s directos inspiradores (Jacques Attali), una simbiosis de la teor¨ªa keynesiana m¨¢s convencional y de las nuevas teor¨ªas de la oferta, lo que, a nuestro juicio, supone una interpretaci¨®n un tanto sui g¨¦neris de ambas teor¨ªas.
El programa es keynesiano en el sentido de que se concede especial relevancia al manejo de la demanda agregada como instrumento de lucha contra el paro, y es keynesiano en cuanto que considera que -dado el nivel de paro existente- el relanzamiento de la demanda deber¨ªa traducirse en un incremento de la producci¨®n y el empleo, sin que los precios se modificasen significativamente. Se aleja, sin embargo, del punto de mira keynesiano, al estimar que, b¨¢sicamente, la reactivaci¨®n de la demanda puede producirse por medio del aumento de los gastos de consumo. En una sociedad como la francesa, o en cualquier otra del mundo occidental, la reactivaci¨®n de la demanda v¨ªa incrementos indiscriminados del componente de consumo, creemos, se traducir¨¢ en fuertes tensiones inflacionistas, que pueden causar serios problemas a la viabilidad del programa. Para evitar, dentro de lo posible, este potencl al efecto pernicioso (que surge merced al papel que juegan las expectativas inflacionistas) es para lo que se articulan las medidas de restructuraci¨®n industrial y de ampliaci¨®n del sector p¨²blico, considerando a estas ¨²ltimas como medidas propias de la denominada "econom¨ªa de la oferta". En este punto, y aunque se trate de una simple cuesti¨®n sem¨¢ntica, creemos que se produce una interpretaci¨®n err¨®nea de los principios de las teor¨ªas de la oferta, al estimar, sin m¨¢s, como propias de aqu¨¦llas a todas las disposiciones que afectan directamente al aparato productivo.
Por lo que hace al,soporte te¨®rico de las pol¨ªticas espec¨ªficas antes aludidas para solventar el problema del desempleo, estimamos sencillamente que no existe. En consecuencia, creemos que con las referidas actuaciones -especialmente en lo relativo a la reordenaci¨®n del tiempo de trabajo- se atacan ¨²nicamente los s¨ªntomas externos de la enfermedad, pero no sus causas profundas.
Por otro lado, el programa econ¨®mico de Mitterrand est¨¢ plagado de disposiciones que elevar¨¢n considerablemente el gasto p¨²blico. Salvo que se articulen medidas tendentes a incrementar los ingresos fiscales en la misma, o parecida, proporci¨®n en que lo hagan los gastos -y ello parece improbable por los efectos disuasorios que tendr¨ªa-, los d¨¦ficit presupuestarios se disparar¨¢n. Esto significar¨¢ nuevas presiones, inflacionistas y altos tipos de inter¨¦s, resultados, ambos, de signo contrario a los necesitados para estimular la creaci¨®n de empleos.
En lo relativo a la reordenaci¨®n del tiempo de trabajo, una pregunta flota continuamente en el ambiente: ?lesionar¨¢ la competitividad francesa y, por ende, perjudicar¨¢ la situaci¨®n econ¨®mica? El Gobierno estima que no se producir¨¢ tal lesi¨®n, al tiempo que la patronal y los sindicatos opinan lo contrario. ?Qui¨¦n tiene raz¨®n? A priori, y bas¨¢ndonos en la teor¨ªa m¨¢s convencional, ambas posiciones pueden verse convalidadas: los aumentos de la productividad pueden convertirse, ora en incrementos equivalentes (en la pr¨¢ctica, y debido a la presencia de elementos oligopol¨ªsticos, los incrementos ser¨ªan menos que proporcionales) de los salarios reales percibidos, ora en un aumento de las horas de ocio, o bien en una combinaci¨®n de ambos efectos. En consecuencia, todo depender¨¢ del ritmo de variaci¨®n -crecimiento- de las tres variables mencionadas: si el incremento del coste salarial -debido al aumento de los salarios reales y de las horas de ocio disfrutadas- no excede al de la productividad, no se producir¨¢ ning¨²n tipo de merma competitiva ni se avivar¨¢ la inflaci¨®n; en caso contrario, los resultados ser¨¢n perjudiciales. La cuesti¨®n se traslada, pues, a la esfera emp¨ªrica de los acuerdos que al efecto se sellen entre Gobierno, sindicatos y patronales.
Los hechos recientes
Cumplidos los seis meses (las elecciones legislativas tuvieron lugar a mediados de junio) de Gobierno socialista, ¨¦ste ha ido realizando -en un gesto de honestidad pol¨ªtica, que es preciso reconocer- puntualmente su programa. Entre los hechos recientes de la actuaci¨®n pol¨ªtico-econ¨®mica del Gob¨ªerno, los m¨¢s sobresalientes, a nuestro juicio, son los que se centran en la presentaci¨®n del proyecto de presupuesto (ley de finanzas) para 1982 y del plan interino, en la aprobaci¨®n (el 26 de octubre) del proceso nacionalizador, y en el t¨ªmido reajuste del franco, reajuste que, probablemente y por su escasa magnitud, tenga que repetirse en un futuro cercano.
En materia presupuestaria, ajust¨¢ndose al cuadro de previsiones econ¨®micas para 1982, se present¨® un proyecto de presupuesto que, bajo el eslogan "una voluntad, el empleo; un m¨¦todo, el relanzamiento; un medio, la solidaridad", tiene como rasgos m¨¢s sobresalientes los de: primero, un incremento de los gastos p¨²blicos -fundamentalmente, en los cap¨ªtulos de inversiones y de creaci¨®n directa de empleos- del 27,6% frente a lo presupuestado para 1982; segundo, un incremento de los ingresos fiscales del 16,9%, y de los ingresos totales del 18,1%.
Para concluir: es preciso se?alar que ser¨ªa prematuro realizar un in tento de valoraci¨®n pr¨¢ctica de esta pol¨ªtica econ¨®mica. Por ello, los juicios emitidos al respecto -laudatorios o condenatorios nos parecen carentes de sentido econ¨®mico, siendo representativos ¨²nicamente de posiciones interesadas en el ¨¦xito o fracaso de la experiencia; dif¨ªcilmente se puede tratar de apreciaciones econ¨®micas justificadas por los resultados cosechados.
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