M¨¢s solidaridad con Polonia
COMO EN tantas otras ocasiones de la historia contempor¨¢nea, Polonia se ha convertido en la encrucijada de los temores y las esperanzas de toda Europa. El sistema de dominaci¨®n creado en la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1917, y exportado luego a la periferia, tuvo en Polonia, meses antes que en Hungr¨ªa y doce a?os antes que en Checoslovaquia, su primera crisis grave. En agosto de 1980, el movimiento Solidaridad retom¨® la antorcha de la lucha por la liberaci¨®n nacional y pol¨ªtica de Polonia y enfrent¨® a millones de trabajadores de carne y hueso con el r¨¦gimen. El golpe de fuerza del general Jaruzelski, que unos consideran la ¨²ltima carta antes de la invasi¨®n y otros creen se encuentra inscrito en la estrategia global sovi¨¦tica, trata, en cualquier caso, de realizar con uniformes polacos el trabajo que los tanques rusos llevaron a cabo en Budapest y Praga. Tras su previsible fracaso, pues las causas que hicieron nacer la protesta de Solidaridad volver¨¢n a operar con redoblado vigor despu¨¦s de la primera oleada represiva, Polonia arriesga una intervenci¨®n sovi¨¦tica directa.La solidaridad con los polacos no puede quedar reducida a gestos simb¨®licos, sino que tiene que instrumentarse de manera eficaz y para un prolongado per¨ªodo. Mientras el mundo entero fija su atenci¨®n en los sucesos de Polonia y surge un vigoroso movimiento internacional -en ocasiones a espaldas o por encima de los Gobiernos- en apoyo de un pueblo que ha escrito a lo largo de su historia las m¨¢s valerosas p¨¢ginas en defensa de la dignidad, la libertad y la independencia, los partidos pol¨ªticos y los sindicatos espa?oles nos obsequian -salvo las excepciones de rigor- con su silencio, sus perplejidades o simples condenas verbales. El PSOE y UGT convocaron anteayer, en un gesto que les honra, una manifestaci¨®n ante la Embajada polaca -enclavada en un paraje suburbano madrile?o-, pero no lograron movilizar a sus militantes. Entre tanto, Felipe Gonz¨¢lez prosegu¨ªa su viaje por Am¨¦rica Central sin advertir que los proyectos para la pacificaci¨®n de esa regi¨®n.son indisociables de los actual¨ªsimos sucesos en Europa Central. Es tan inadmisible tapar los horrendos cr¨ªmenes de las dictaduras centroamericanas con la invasi¨®n de Afganist¨¢n como cerrar los ojos ante el golpe de Estado polaco con la excusa de El Salvador o Guatemala. Por su parte, el Gobierno ha formulado una protocolaria protesta, pero su presidente salud¨® cort¨¦smente, en una recepci¨®n oficial, al encargado de negocios del general Jaruzelski, como si nada ocurriera en Varsovia. No creemos que los usos diplom¨¢ticos deban prevalecer sobre la claridad pol¨ªtica cuando los fusilamientos y los encarcelamientos empiezan a enlutar Polonia.
Mientras la direcci¨®n del PCE y de Comisiones Obreras desautorizaban en los hechos a Marcelino Carnacho al desconvocar la manifestaci¨®n ante la Embajada polaca, Santiago Carrillo combinaba la rotundidad de su condena -que es d¨¦ elogiar- con una incomprensible alusi¨®n a la campa?a anticomunista montada por el PSOE y UGT al solidarizarse con los polacos. El eurocomunismo, lanzado a la tarea de denunciar a los pa¨ªses de la ¨®rbita sovi¨¦tica, no puede prohibir a los socialistas espa?oles, te¨®ricos compa?eros suyos en la izquierda, la expresi¨®n de esas mismas denuncias. La cuesti¨®n polaca ser¨¢, sin duda, una prueba de fuego para el eurocomunismo que todav¨ªa no ha sido salvada; cualquier ambig¨¹edad o equ¨ªvoco a este respecto dar¨ªa pie para que se interpretara como un alineamiento de fondo con el general Jaruzelski. En s¨ªntesis, las acciones de apoyo al pueblo polaco agredido por las armas son, a nuestro juicio, d¨¦masiado t¨ªmidas y poco efectivas. Una movilizaci¨®n real y una ayuda concreta en todos los terrenos es lo que es preciso: m¨¢s solidaridad, en definitiva, con Polonia.
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