"Los sobrinos del capit¨¢n Grant" y un testimonio del siglo pasado

La compa?¨ªa l¨ªrica titular del teatro de la Zarzuela ha repuesto una de las piezas m¨¢s c¨¦lebres entre las denominadas ?de Pascua?: Los sobrinos del capit¨¢n Grant, de Ramos Carri¨®n y Fern¨¢ndez Caballero.Estrenada en agosto de 1977 en el teatro circo de Rivas (que luego se denominar¨ªa Pr¨ªncipe Alfonso) Los sobrinos del capit¨¢n Grant se inscribe dentro de un g¨¦nero de fantas¨ªa impulsado por los llamados bufos de Arderius, muestra -entre tantas otras- de la influencia parisiense. Recordemos El esp¨ªritu del mar, La vuelta al mundo, El siglo que viene, El doctor Ox, El gran Tamerl¨¢n de Persia o Las mil y una noches.

Estas y otras ingeniosas invenciones se ganaban el aplauso del p¨²blico en un Madrid que no llegaba a los 400.000 habitantes y de cuyas dimensiones dar¨¢ idea un solo dato: el citado circo, local entonces lujoso, construido al estilo del circo de los Campos El¨ªseos, de Par¨ªs, tuvo -junto a todos sus m¨¦ritos- un inconveniente, y era el de su lejan¨ªa del centro, ya que estaba situado nada menos que en lo que ahora es paseo de Recoletos.

No hay que insistir sobre la carga de ingenuidad de un libreto cuyas tramas, situaciones, efectos espectaculares y chistes seguimos hoy con mirada ir¨®nica, de la que, acaso, no puedan librarse ni los espectadores infantiles, siquiera sea de modo inconsciente.

Parientes de Julio Verne

En definitiva, estos Sobrinos, parientes de Julio Verne, se salvan por la gracia y el buen hacer del compositor murciano Manuel Fern¨¢ndez Caballero, capaz de presentar en su partitura algunos aires que en aquel Madrid de los cronistas sentimentales deb¨ªan llamar poderosamente la atenci¨®n. As¨ª esa caprichosa zamacueca, que alargaba el t¨®pico hispanoamericanista, pr¨¢cticamente reducido a la habanera.

Horacio Rodr¨ªguez Arag¨®n ha montado los Sobrinos con fidelidad e iron¨ªa, tal y como Gerardo Vera ide¨® los escenarios, y Alberto Lorca, los bailes. El largo reparto actu¨® con total acierto, presidido por la gracia atractiva de Amelia Font -en una de sus mejores interpretaciones-, la comicidad de Jes¨²s y Rafael Castej¨®n o la estupenda caracterizaci¨®n de Emiliano Redondo en Sir Edward Clyton; Ascensi¨®n Gonz¨¢lez, en Ketty, y Santiago Ramos, en el Doctor Mirabel.

Juan Pedro Garc¨ªa Marqu¨¦s adapt¨® sus amplias posibilldades a su breve papel, y Esther Gim¨¦nez sirvi¨® una Portera sainetesca y castiza. Muy bien los coros de Jos¨¦ Peteda y la Orquesta Sinf¨®nica, seguidores del criterio adecuado, competente y expresivo del maestro Jorge Rubio.