El "Jesucristo de Montfavet" muri¨® en el sur de Francia
Jesucristo muri¨® anteayer en Montfavet, pueblo del sur franc¨¦s, pr¨®ximo a Avignon. El Jesucristo de Montfavet, denominaci¨®n con la que ha pasado a la historia este personaje, era Georges Roux, un antiguo empleado de Correos, que hace treinta a?os, de repente, descubri¨® que era el hijo de Dios reencarnado. Abandon¨® su empleo, cre¨® la "Iglesia Cristiana Universal", lleg¨® a reclutar hasta 15.000 adeptos en Francia, Alemania del Oeste, Holanda y Am¨¦rica del Norte, se enriqueci¨® y, por fin, a los 78 a?os de edad, abandon¨® la tierra tras predecir el fin del mundo para 1982.
El evento se produjo, en las v¨ªsperas de Navidad precisamente, el a?o 1950. Georges Roux, inspector de Correos en Avi?¨®n, se levant¨® de su asiento y, dirigi¨¦ndose a sus compa?eros, sentenci¨®: "Alea jacta est. Abandono todo lo que es pura apariencia: el sueldo, el retiro obrero, el subsidio familiar. Yo no soy Georges Roux. Yo soy Jes¨²s de Nazaret, due?o del universo. Y me voy". Y se march¨® corriendo a casa de su madre, a la que despert¨® para anunciarla: "Al¨¦grate, mam¨¢. T¨² no eres una mujer como las otras. T¨² eres la Virgen Mar¨ªa, porque yo soy Jes¨²s". La madre tembl¨®, se arrodill¨® y musit¨®: "Tienes raz¨®n". La aventura de la "Iglesia Cristiana Universal" empez¨®.Roux no hab¨ªa llegado a este autorreconocimiento de su catadura divina por pura casualidad. Desde siempre hab¨ªa le¨ªdo libros extra?os, se dec¨ªa poeta y garabateaba en los ratos libres. Sus pretendidas dotes musicales le hac¨ªan so?ar, y un d¨ªa, seg¨²n cont¨® m¨¢s tarde su madre, puso la mano encima de un perro enfermo y el perro, tendido en el suelo, se levant¨® completamente curado. Este hecho convenci¨® a Roux definitivamente de que sus "poderes ocultos" eran tan ciertos como los evangelios. Y empez¨® a ejercer de curandero al salir de la oficina.
El hombre se hizo c¨¦lebre en la comarca, el eco de sus "milagros" lo afianz¨®, en Francia y en algunos pa¨ªses extranjeros, y la suerte quiso que una de las seis hijas de Roux se casara con un holand¨¦s establecido en Avignon. El muchacho sab¨ªa de negocios y comprendi¨® que su suegro era una mina. No hac¨ªa falta m¨¢s que una estrategia, que ¨¦l hilvan¨® con precisi¨®n. Roux abandonar¨ªa su empleo de Correos, se declarar¨ªa Jesucristo reencarnado y, acto seguido, a vivir del negocio que funcionar¨ªa con la raz¨®n social "Iglesia Cristiana Universal".
Roux escribi¨® tres libros, fund¨® la revista Lumiere y con ello dej¨® asentada la filosof¨ªa de la secta: ni carne, ni bebidas, ni sexo, ni medicinas. S¨®lo alguna fruta y una legumbre de cuando en cuando, para ir tirando. El yerno de Roux recorri¨® toda Francia anunciando la llegada del Mes¨ªas, los libros de su suegro se vendieron por millones, la revista Lumiere a¨²n la reparten sus disc¨ªpulos en calles y restaurantes parisienses. Los adeptos vinieron de Francia y de Alemania, y hasta de las Am¨¦ricas. En la d¨¦cada de los a?os sesenta, la "Iglesia Cristiana Universal" lleg¨® a contar con 15.000 miembros. Cada uno de ellos deb¨ªa suscribirse a la revista Lumiere, ten¨ªa que comprar los tres libros de Jesucristo y cada mes le enviaba al mismo Jesucristo entre el 10% y el 30% de su sueldo bruto. Roux pudo comprar un castillo, que era, al mismo tiempo, la gruta de Bel¨¦n, el templo de Jerusal¨¦n y la bas¨ªlica de San Pedro.
Aqu¨ª ven¨ªan sus disc¨ªpulos para adorar a Jesucristo y celebrar procesiones. Un d¨ªa, tres ni?os, hijos de sus adeptos, murieron por negarse a llevarlos al m¨¦dico. "Poner un enfermo en manos de un m¨¦dico es un acto criminal", fulminaba Roux-Jesucristo. Este percance le llev¨® ante los tribunales y le afect¨® ligeramente, pero no lo bastante para impedirle dirigirse al Papa de Roma por escrito: "T¨² no eres el verdadero Papa. Yo soy Cristo. Pero, si te parece, podemos entendemos. T¨² me reconoces como tu maestro y yo te nombrar¨¦ mi vicario". El Papa no contest¨®, y el Cristo de Montfavet continu¨® haciendo milagros. Uno de sus disc¨ªpulos, profesor de lenguas orientales, lleg¨® hasta ¨¦l para suplicarle: "Maestro, quisiera irme con el Padre. Necesito tu permiso". Tres d¨ªas despu¨¦s el profesor muri¨® y nunca se supo c¨®mo.
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