La modernidad
Ahora que cambiamos de a?o es bueno mejorar la convencionalidad de este cambio (mera renovaci¨®n de calendarios: a m¨ª, ya lo he contado, me trajo agenda rusa Carmen Garrigues), y una manera de mejorar y hacer verdad el cambio de a?o, el salto en el tiempo (es el tiempo el que salta sobre nosotros), me parece que ser¨ªa hablar de la modernidad.La modernidad viene promocion¨¢ndose desde Baudelaire, que sabe verla (todo poeta necesita de un pintor, o varios, para explicarse) en Goya y Delacroix. Xavier Rubert de Vent¨®s public¨®, hace como un a?o, su libro De la modernidad, sin duda el mejor de los suyos y, desde luego, el m¨¢s puesto en la hora de la modernidad, tanto para negarla como para afirmarla y, lo que es m¨¢s importante, intuirla, descubrirla. Para Georges Bataille, en sus escritos de cr¨ªtica social, el mundo moderno, el mundo burgu¨¦s, se divide en sociedad homog¨¦nea y sociedad heterog¨¦nea. La primera es la sociedad propiamente dicha, la burguesa, con su homogeneidad de gustos, riquezas, producci¨®n, estilos, moral, convenciones y satisfacciones. La sociedad heterog¨¦nea es, pues, lo que no es la sociedad: proletarios, locos, lumpen, delincuentes, poetas, agitadores y meretrices. En reciente conferencia de Santiago Carrillo me pareci¨® observar que el pol¨ªtico incorporaba un t¨¦rmino a su oratoria: la modernidad. Denunciando lo de Polonia, por un lado, lo de El Salvador, por otro, lleg¨® a definir su eurocomunismo como una v¨ªa de acceso a la modernidad. ?Qu¨¦ entiende Carrillo por modernidad en este caso? Lo mismo que Bataille, m¨¢s o menos: la reivindicaci¨®n de la sociedad heterog¨¦nea. Ya dice Bataille que es dif¨ªcil que los movimientos heterog¨¦neos de la revoluci¨®n a la vanguardia art¨ªstica, de la eclosi¨®n feminista a la sexual, no coincidan en alg¨²n punto.
Espa?a es un ejemplo, incluso demasiado evidente, de lo que un d¨ªa teoriz¨® Bataille. Espa?a se divide en sociedad homog¨¦nea y sociedad heterog¨¦nea. Son lo que Larra llam¨® las medias Espa?as, y Machado, las dos Espa?as. Nuestra sociedad homog¨¦nea 116a. de homog¨¦nea desde mucho antes de la Revoluci¨®n francesa (eclosi¨®n de la burgues¨ªa), y cada vez que hacemos un esfuerzo colectivo por convertimos en una sociedad heterog¨¦nea donde todo tenga convivencia (es el esfuerzo transicional de estos a?os), las fuerzas que llamaremos homog¨¦neas, y que lo son. hasta el delirio, reaccionan para convertirlo todo en homogeneidad. No otra cosa est¨¢ pasando ahora. Gran parte de las finanzas, la econom¨ªa, la banca, el pa¨ªs ideol¨®gico, el pa¨ªs il¨®gico y el pa¨ªs paral¨®gico, m¨¢s los profesionales de la reacci¨®n (estamos hablando de reaccionar), lo que quieren es homogeneizamos de nuevo. Franco fue el gran homogeneizador de una sociedad con inercial tendencia a la grisalla de lo homog¨¦neo, de lo igual, de lo repetitivo, de lo seguro, de lo estable, de lo que expulsa cualquier cuerpo extra?o: libro censurable, currante en huelga, madre soltera. Claro que esto pasa en todas las democracias, por lasitud o desgaste. La democracia, que es pluralismo, tiende hoy a igualarlo todo, a ofrecernos la multiplicidad de lo mismo, a equilibrar fuerzas pol¨ªticas y parlamentarias. Esa tendencia a la quietud es, seg¨²n Freud, el deseo de morir. En Dinamarca he visto que el Estado pasa una pensi¨®n a los j¨®venes drogadictos inutilizados para el trabajo o el estudio. En principio me pareci¨® esto un exaltante ejemplo de democracia socializada. Luego, considerado m¨¢s despacio, veo que es un af¨¢n de integrar, de homogeneizar, un deseo de que el drogadicto no sea un s¨ªntoma social, sino un caso cl¨ªnico que se atiende y ya est¨¢. O sea, todo lo contrario de la modernidad, que se manifiesta siempre, del Greco a Baudelaire, como irregularidad, como pasi¨®n por la asimetr¨ªa o reconocimiento de ella. Modernidad. es aceptar que hay ricos, pobres, locos, listos, ¨¢cratas, modernas, chelis, pasotas, acad¨¦micos, rojos, menendezpelayistas, telespectadores, t¨ªas at¨ªpicas, macrobi¨®ticos y de AP.
Todo esto, sometido a su natural juego de fuerzas, da la modernidad, mucho m¨¢s fecunda para todos que la homogeneidad. Pero, desde el 77, el color de lo homog¨¦neo, que es marengo, quiere convertimos en reclutas del reemplazo de Lepanto. Nos estamos jugando algo m¨¢s que la democracia: la modernidad.
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