Adi¨®s a un a?o malo
El Peri¨®dico( ... ) Durante el a?o que ha terminado hemos vivido en el sobresalto. En primer lugar, con la amenaza cotidiana de que algo irreparable pod¨ªa suceder en el mundo: desde los atentados fallidos contra Juan Pablo II y Ronald Reagan, hasta el atentado consumado contra Anuar el Sadat; desde las guerras cruentas en Afganist¨¢n, Ir¨¢n, El Salvador y Namibia, hasta el temor de complicar a Europa en el drama de Polonia.En medio de esta estrategia de la tensi¨®n a escala mundial hemos vivido tambi¨¦n al borde de nuestro abismo interior: el golpe de Estado fallido del 23 de febrero y sus secuelas. Hemos descubierto, con rabia, que una irreductible minor¨ªa no admite el derecho de sus conciudadanos a vivir en paz, a solventar dial¨¦ctica y civilizadamente sus conflictos cotidianos, a aspirar a que la raz¨®n y el di¨¢logo priven en las relaciones sociales.
Pero hay m¨¢s. Hemos aprendido tambi¨¦n a convivir con la angustia; a saber que el enriquecimiento sin escr¨²pulos de unos pocos pone en peligro la vida de muchos, como en el caso del aceite de colza adulterado; a sufrir con la angustia de los secuestros de Quini o del padre de Julio Iglesias.
Est¨¢ visto que esta sociedad que avanza cada d¨ªa en descubrimientos de microcirug¨ªa o de eficaz erradicaci¨®n de enfermedades, que ahorra fatigas con computadoras y procesadores electr¨®nicos, tambi¨¦n est¨¢ inerme ante un loco homicida como el destripador de York o ante el terrorismo ( ... ) .
No parece que esa contradicci¨®n vaya a desaparecer ni este a?o ni los que le suceden. Habr¨¢ que acostumbrarse a vivir con ella, a hacerse fuertes, ante los pr¨®ximos infortunios. Pero, sobre todo, tendremos que colaborar todos, Barcelona, 2 de enero
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