Cinco d¨ªas en territorio polaco bajo la ley marcial
En Polonia, tres semanas despu¨¦s de la declaraci¨®n del estado de guerra, de la ?guerra?, como dicen con humor amargo los polacos, se aplican con dureza las medidas de control, cada vez m¨¢s policial y menos militar. No existen informaciones aut¨¦nticas de que haya un terrorismo sistem¨¢tico por parte del Estado, no se confirman noticias sobre torturas y la situaci¨®n de los internados (presos en realidad) es buena. El corresponsal de EL PAIS en Bonn, junto con William Waack, del Jornal do Brasil, transportaron hasta Varsovia una furgoneta con una tonelada de alimentos, detergente y pa?ales para beb¨¦s y permanecieron cinco d¨ªas en el pa¨ªs.Varsovia ha dejado de ser la ciudad tranquila anterior al 13 de diciembre. El toque de queda se aplica estrictamente de once de la noche a seis de la ma?ana, con la excepci¨®n del d¨ªa de Nochevieja. Por las calles patrullan soldados, que se comportan cordialmente, al lado de fuerzas de Milicja (polic¨ªa), que act¨²an con rigor y despiertan la antipat¨ªa de la poblaci¨®n.
Las comunicaciones telef¨®nicas est¨¢n completamente cortadas, incluso dentro de las ciudades.
S¨®lo funcionan las centralitas internas de hoteles y edificios oficiales, las embajadas tienen que llevar sus telex a la oficina de Correos y los corresponsales de Prensa acreditados permanentemente en Varsovia tienen que someterse a una r¨ªgida, y a veces absurda, censura. No se vende gasolina al p¨²blico y est¨¢n prohibidos los viajes fuera de las ciudades a las personas menores de sesenta a?os.
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Las normas del estado de guerra, aplicadas con severidad, hacen muy dif¨ªcil la vida cotidiana
Viene de la p¨¢gina 3 ban en voz baja y temerosos de ser escuchados, el corresponsal de la televisi¨®n alemana y un extra?o hombre de negocios, tambi¨¦n alem¨¢n.
Se sorprenden de nuestra llegada y la primera noticia es que un periodista ingl¨¦s, que entr¨® ilegalmente en el pa¨ªs, ya fue detenido en el hotel y espera el consejo de guerra, donde la pena m¨ªnima son tres a?os. Al d¨ªa siguiente, un interlocutor del Partido Obrero Unificado Polaco (POUFI, comunista) nos confirm¨® la noticia y explic¨® en tono tranquilizador: "Le caer¨¢ una pena, gorda y despu¨¦s de alg¨²n tiempo se le dejara salir, cuando su peri¨®dico pague un par de miles de d¨®lares por su libertad".
La vida sin tel¨¦fono
La vida en una ciudad sin tel¨¦fono, donde cada contacto exige un desplazamiento a trav¨¦s de varios controles militares y policiales, adquiere caracteres de pesadilla. En la calle, al ver el coche con matr¨ªcula alemana occidetital, la gente se asombra y alguno pide si le podemos llevar una carta a famil¨ªares en la RFA.
La incomunicaci¨®n del pa¨ªs, sin tel¨¦fono, sin gasolina, con toque de queda, con prohibici¨®n de salir de la ciudad, hace que Varsovia se convierta en un hervidero de rumores y de informaciones, falsas muchas veces.
Fuentes diplom¨¢ticas comentaron que estos rumores pod¨ªan ser propagados a prop¨®sito por las autoridades comunistas para hacer que los medios de comunicaci¨®n occidentales publiquen informaciones falsas y luego dejarles en evidencia. No se necesita tanto maquiavelismo. La censura militar y el cierre a los canales habituales de informaci¨®n basta para producir en los periodistas, una irritaci¨®n que lleve a lanzar como noticias los rumores que se rec¨®gen por la calle.
La censura act¨²a con la l¨®gica absurda y kafkiana habitual en estas situaciones. Un geriodista alem¨¢n se queja de que le suprimieronc itas del peri¨®dico oficial del partido, Trybuna Ludu, y que a un colega le dejan pasar otras cosas peores. En el ambiente cerrado de Varsovia desde la guerra, como dicen con humor negro los polacos, se extienden las sospechas de unos contra otros, todoshablan bajo y se?alan hacia puntos del techo y la pared con intenci¨®n de advertir la presencia de posibles micr¨®fonos. En una visita a una casa, el tel¨¦fono estaba arrancado del enchufe, "porque dicen que, si est¨¢ conectado, es polible escuchar las conversaciones en la casa. Yo no lo creo, pero por si acaso".
A pesar de la dif¨ªcil situaci¨®n, circulan chistes, casi todos de humor negro. Se dice que el m¨¦todo m¨¢s r¨¢pido para conseguir una ambulancia es salir a la calle durante el toque de queda, acercarse a una cabina telef¨®nica y gritar "So-Ii-da-ri-dad".
De Solidaridad no queda aparentemente nada, desaparecieron las pintadas, los pasquines, las insignias, y en cinco d¨ªas, s¨®lo una vez encontramos el nombre escrito en las paredes interiores de un convento. Ni privadamente, se atreve la gente a llevar en casa la insignia con el logotipo del sindicato independiente, que "no prohibido, sino suspendido privisionalmente", seg¨²n las autoridades militares.
El mote del Consejo Nacional para la Salvaci¨®n Nacional, abreviado en polaco WRON, lo ha convertido la voz popular en Wrona, que significa grajo y la frase que circula es "los grajos no posan con el ¨¢guila" (del escudo nacional).
Pel¨ªculas de guerra
En la televisi¨®n contin¨²an los militares uniformados, con una programacion a base de pel¨ªculas de guerra y sobre los hechos heroicos de Polonia en su resistencia frente al nazismo.
Los telediarios son francamente burdos en su propaganda. Los uniformados locutores aparecen con aspecto de buenos chicos y anuncian "Ahora tiene la palabra el capit¨¢n Melinowski", que hace un reportaje en la calle de c¨®mo la pobla¨¦i¨®n lleva regalos a los soldados de servicio en los puestos de control.
Unas se?oras, al parecer mujeres de oficiales, se acercan a los ,soldados y les dicen: "Tenemos que agradecerles los trabajos y esfuerzos que realizan para que podamos vivir tranquilos". Al mismo tiempo les entreg¨¢n regalos. La c¨¢mara se aproxima hasta sacar en primer plano el fusil Kalashnikov. Un soldado recita unas frases de buenos deseos para el a?o nuevo: "Que haya paz para todos y podamos entendernos".
La misma operaci¨®n se repite poco despu¨¦s en el telediario con las fuerzas policiales de la milicja. Siguen im¨¢genes id¨ªlicas de ni?os con globos, con una m¨²sica de fondo como lag de las comedias americanas de Navidad de los a?os cincuenta, para pasar seguidamente a la maquinaci¨®n de las gentes de Solidaridad.
Vodka en Nochevieja
El telediario muestra la gigantesca cruz de madera que presidi¨® la misa celebrada por el Papa en la plaza de la Victoria el a?o 1979, la misma que presidi¨® el funeral del cardenal Wyazynski el pasado mes de mayo. En el hueco interior de esa cruz, fuerzas de Solidaridad escondieron propaganda clandestina, que ahora se presenta a los telespectadores con la firma de un cura incluida, en la que se reconoce la utilizaci¨®n de aquello como escondite.
El d¨ªa de Nochevieja no hubo toque de queda, pero este a?o no hubo bailes p¨²blicos y la gente se refugi¨® en casas particulares, donde las fiestas acabaron casi de ma?ana, con fenomenales borracheras.
En una fiesta de gentes del espect¨¢culo, cantantes de jazz, propietarias de galer¨ªas de arte, un c¨¢mara del director de cine Andrzej Wajda, bailarinas de ballet y actrices de teatro, ya"antes de las doce de la noche hab¨ªa algunos completamente tirados por el suelo, liquidados por el vodka. Ante la c¨¢mata de televisi¨®n, que mostraba un reloj, se iban contando hacia atr¨¢s los segundos que faltaban para el a?o nuevo, como la salida de una nave espacial, y empez¨® a correr el champa?a de Crimea. Uno grit¨®: "Por el a?o nuevo, que no podr¨¢ ser peor que ¨¦ste". Todos se besaron y el enviado especial de EL PAIS se llev¨® tres besos de un barbudo borracho. Un director de banco de un pa¨ªs suramericano coment¨® c¨ªnicamente que "est¨¢ claro que en el socialismo los que, peor lo pasan son los mineros".
Otras fiestas fueron m¨¢s politizadas; en una se brind¨® a gritos por el presidente de Solidaridad, Lech Walesa, y Mucha gente prefiri¨® quedarse, en casa y no celebrar nada en las actuales circunstancias del pa¨ªs. Un joven militante de Solidaridad se durmi¨® con la botella de whisky en la mano. Ese d¨ªa Varsovia estuvo borracha y a la madrugada en la ciudad no hab¨ªa controles.
El presidente del consejo de laicos, asesor del primado, arzobispo Jozef Glemp, el catedr¨¢tico Jozef Stomma, recomend¨® entregar los alimentos a los pobres, poirque, los internados est¨¢n tratados bien y abastecid¨®s por una ola de solidaridad y donativos, que canaliza la iglesia de San Mart¨ªn, en la ciudad vieja de Varsovia. De la misma opini¨®n que Stomma es el encargado de la curia episcopal, que nos envi¨® con los v¨ªveres al convento de las Hermanas de la Familia Cristiana de Nazaret, al lado del V¨ªstula, a unos metros del hotel Solec, donde se hospedaba en sus viajes a Varsovia Lech Walesa, y que ahora cerr¨® sus puertas, por que el ¨²ltimo hu¨¦sped que quedaba era el corresponsal de la agencia espa?ola Efe, Enrique Morales.
Las monjas se arremolinan en torno a la comida La entrega de lo s alimentos provoc¨® que una docena de monjas se arremolinasen alrededor de la furgoneta para echar una mano y organizar el transporte hasta la clausura, vedada para los dos periodistas. En un momento determinado se rompi¨® un saco de harina, lo que provoc¨® una retah¨ªla de expresiones fuertes en espa?ol. El periodista brasile?o replic¨®: "No diga usted esas palabras tan feas delante de las hermanas". Cuando nos esforz¨¢bamos y jade¨¢bamos para llevar un saco de az¨²car de cincuenta kilos entre los dos, nos quedamos sin habla al ver llegar a una monja, de mejillas sonrosadas y fuertes brazos, que carg¨® sola con el saco como si nada. La madre superiora, y¨¢ anciana, nos mir¨® y coment¨® en franc¨¦s: "Las mujeres polacas son fuertes", mientras la docena de monjas se deshac¨ªa en risitas.
Dormir en el convento
Las monjas nos invitaron a dormir en el convento, "porque el hotel es muy caro". El Victoria se hab¨ªa puesto desagradable. La ¨²ltima noche, el extra?o hombre de negocios alem¨¢n coment¨®: "?Pero todav¨ªa no se llevaron a esos dos?". El d¨ªa anterior, la furgoneta apareci¨® completamente lavada y nadie sab¨ªa explicar qui¨¦n y por qu¨¦. Otra noche, el tel¨¦fono son¨® a las 5.30 de la ma?ana, nadie hablaba y en la recepci¨®n no contestaba nadie. Una cierta man¨ªa persecutoria se apoder¨® de nosotros, y en el convento, bajo un Cristo y una estampa de la Virgen de Czestochowa, pasamos la ¨²ltima noche en Polonia en el estado de guerra.
La cosa estuvo a punto de acabar mal, porque al regreso de una ¨²ltima entrevista, poco antes del toque de queda, la puerta del jardin de acceso estaba cerrada y la hermana portera no acud¨ªa a nuestras llamadas.
Al final hubo que tomar el camino de saltar la valla del convento, porque, como dec¨ªa el colega brasile?o, "nos pueden meter un gol er¨ª¨®l ¨²ltimo minuto"
El viaje de regriso, el pasado domingo, fue a trav¨¦s de una Polonia desierta. En los pueblos se ve¨ªan grupos de gente que iban a misa en medio de la lluvia. Entre Varsovia Y Poznan tuvimos que pasar cuatro controles de la milicia, y en la frontera con la RDA, de nuevo en Francfort del Oder, los polic¨ªas alemanes del Este desmontaron hasta los ceniceros de la furgoneta vac¨ªa, antes de darnos v¨ªa libre h¨¢cia Berl¨ªn Oeste. Sobre el puente del Oder todav¨ªa se acerc¨® un soldado pol aco para decirnos: "?Tienen cigarrillos?,
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