Albanio en el Ed¨¦n
Si la obra y figura de Cernuda mantienen intacta, al cabo de los a?os, su ¨ªndole rigurosamente ejemplar, ello se debe, sin duda, al hecho de que simbolizan y encarnan como ninguna otra las relaciones conflictivas del escritor y artista espa?ol con su patria a lo largo de nuestra historia y el destino de millares de compatriotas que, por id¨¦nticas razones de persecuci¨®n, censura e intolerancia, se vieron obligados a dejar para siempre su suelo natal. No conozco ning¨²n pa¨ªs europeo, fuera de Rusia, que haya cumplido menos que Espa?a con sus poetas y artistas vivos y ninguno que manfiieste, en cambio, tendencias tan necr¨®fagas con ellos una vez muertos y enterrados. La barah¨²nda armada en torno al Guernica y la eventual "recuperaci¨®n" de los restos de Machado muestra la pervivencia de unos mecanismos absolutorios elementales mediante los que nuestra sociedad trata torpemente de exorcizar sus culpas cayendo en excesos opuestos tan rid¨ªculos como lamentables. Varias veces, hojeando la inefable literatura actual sobre el tema, he pensado en cu¨¢l habr¨ªa sido la reacci¨®n de Cernuda si hubiese estado entre nosotros para leerla: la ret¨®rica huera, la reivindicaci¨®n oportunista de lo anteriormente rechazado hab¨ªan sido denunciadas en alguno de sus mejores poemas con una intensidad y pertinacia lindantes con la obsesi¨®n. "Su vida", dir¨ªa, "ya puede excusarse porque han muerto del todo; su trabajo ahora cuenta, domesticado para el mundo de ellos, como otro objeto vano, otro ornamento in¨²til". Ante el gran carnaval de ignorancia y elogio a destiempo, mejor el desd¨¦n y el olvido, el fuego purificador.La trayectoria po¨¦tica de Cernuda expresa fielmente la evoluci¨®n de los sentimientos del exiliado respecto a su patria, tan finamente analizada en otros ¨¢mbitos por Vicente Llor¨¦ns. La ausencia y lejan¨ªa del mundo ¨ªntimo y propio desdibujan y anulan sus tachas reales, liman sus asperezas, fomentan en el desterrado una actitud de nostalgia propicia a la idealizaci¨®n del paisaje perdido y la elaboraci¨®n de mitos compensatorios. A los vicios e imperfecciones tangibles del pa¨ªs que le acoge, opone la imagen embellecida del que se ha visto compelido a abandonar. La necesidad interior de forjarse un valor-refugio le impulsa a revivir las emociones del pasado, a volver una mirada enternecida hacia el extinto para¨ªso infantil. Dicha disposici¨®n an¨ªmica, caracter¨ªstica de la primera fase del destierro, cede paso, con frecuencia, a una creciente sensaci¨®n de extra?eza y desarraigo tocante a su tierra que puede transformarse en algunos casos en desafecto y aun en abierta e irreductible hostilidad.
La lectura de La realidad y el deseo revela que Cernuda atraves¨® cada una de estas etapas hasta convertirse en el paradigma del exiliado total. La prueba del destierro enfrenta al escritor a su propia verdad: nadie puede salir inc¨®lume de ella. Mientras algunos autores siguen viviendo mentalmente en su pa¨ªs de origen y sufren el exilio como una condena, otros se adaptan y se asimilan, con mayor o menor ¨¦xito, a su patria de adopci¨®n. Un tercer grupo de ellos, entre los que se inclu¨ªa motu proprio el poeta, se sienten, en cambio, paulatinamente extranjeros tanto al presente como al pasado, ciudadanos de ninguna parte, holandeses errantes, juanes sin tierra ni despera-en-Dios:
Y ser de aquella tierra lo pagas con no serlo de ninguna.
De la primera "Eleg¨ªa espa?ola" de Las nubes a la acerba imprecaci¨®n "A sus paisanos" que cierra Desolaci¨®n de la quimera, el itinerario cernudiano abrevia el drama del exiliado de hoy y todos los tiempos, ese h¨¦roe l¨²cido y miserable inmortalizado por creadores y poetas desde Homero hasta Joyce.
Los poemas en prosa de Ocnos se insertan as¨ª en la primera, m¨¢s vulnerable y dolorida, fase del destierro del sevillano. La ciudad que adoraba y odiaba, de la que hab¨ªa huido en plena juventud y a la que no volver¨ªa a pisar jam¨¢s, es evocada por el poeta adulto con delicadeza y sensibilidad, retocada, como la vieja fotograf¨ªa de un ser querido, para borrar sus arrugas y manchas. Albanio inventa el para¨ªso que pudo haber sido y no fue, resucita espacios y momentos privilegiados, somete el tiempo lineal al arbitrio de una labor selectiva, que elude la ordenaci¨®n cronol¨®gica e impone, a trav¨¦s del trabajo de la memoria, un paisaje ajeno a la historia dotado de emp¨ªre , a atemporalidad. Un reciente y sugestivo estudio sobre la obra.encuadra acertadamente el Ed¨¦n recreado en el marco de la Sevilla real: la que el poeta conoc¨ªa en su infancia y que, para delicianuestra, ha sabido preservar eseencanto indefinible hecho de molicie y recato que compensa concreces aquellos rasgos secos, intolerantes y duros retratados de modo implacable por Blanco White.El p¨²dico y emotivo homenaje de Julio de la Rosa a su paisano no hubiera desagradado a ¨¦ste. Huyendo del ditirambo f¨¢cil y la s¨®rdida empresa recuperativa, acompa?a con respeto, discreci¨®n y sigilo los pasos inciertos, del exiliado maldiciente y maldito por el escenario de su ni?ez: ¨²nico retorno posible de Albanio-Cernuda a los suyos, sin bombo ni platillo, charariga, traslado de huesos, aplausos hip¨®critas, apropiaci¨®n abusiva, desplantes y estupidez.
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