Un equilibrio basado en el terror
La posibilidad de destruir la vida en el planeta se ha convertido en una realidad gracias al arma nuclear y, para justificar la fren¨¦tica carrera armamentista, se han inventado una serie de conceptos como disuasi¨®n o equilibrio. En realidad, se trata de un equilibrio del terror con el que se pretende ocultar la b¨²squeda de una superioridad para aniquilar al enemigo.
En la creciente acumulaci¨®n de medios destructores que el hombre viene realizando desde el principio de los tiempos se ha producido un salto cualitativo que ha presenciado esta generaci¨®n: la posibilidad de una destrucci¨®n a escala planetaria. Todas las ballestas del mundo medieval no hubieran podido eliminar a la humanidad de la superficie de la Tierra; ni siquiera la potencia explosiva puesta en juego durante la segunda guerra mundial pod¨ªa apuntar hacia un objetivo tan vastamente aniquilador. Pero la aparici¨®n del arma nuclear ha dado al ser humano, por vez primera en su historia, la posibilidad de eliminar la vida del planeta.Este es un dato objetivo, real, y por mucho que se intente disimularlo permanece evidente para una mayor¨ªa de los hombres, incluso los sumidos en la noche de la incultura, de 14 pobreza, del hambre. Porque evidente siempre ha sido, claro est¨¢, para esa minor¨ªa selecta que deesde sus despachos climatizados rige -en permanente rivalidad, en lucha soterrada, y tambi¨¦n en, connivencia obligada- los destinos de la gran mayor¨ªa de los hombres; pero ellos, bien por s¨ª mismos o mediante el empleo de la mano de obra intelectual que sus recursos les permiten poner a su servicio, se esfuerzan constantemente en racionalizar, en explicar, en naturalizar, en borrar -en una palabra- de las mentes de los seres humanos la constataci¨®n de la tr¨¢gica posibilidad aniquiladora antes mencionada.
Y as¨ª, la civilizaci¨®n que nos ha tocado disfrutar ha hecho nacer conceptos para justificar, a posteriori, la fren¨¦tica carrera armamentista. La disuasi¨®n es uno de ellos; el equilibrio, nuclear, convencional, etc¨¦tera, es otro. Todos ellos se sustentan en miles y miles de hojas impresas; han sido objeto de prolongadas pol¨¦micas, de estudios meditados, de decisiones abrumadoras. Y para rebatirlos, se recurre, de ordinario, a una masa an¨¢loga de material escrito y a un similar esfuerzo argumentativo.
Pero el concepto de equilibrio nuclear no pasa de ser una entelequia, pues para poder equilibrar entre s¨ª dos o m¨¢s cosas es preciso recurrir al empleo de sistemas valorativos an¨¢logos y cuantificables; se equilibran dos fuerzas sobre los platillos de una balanza, o tres focos luminosos que inciden sobre un modelo fotogr¨¢fico, pero nadie podr¨¢ equilibrar el placer que siente escuchando una cierta composici¨®n musical con el que le produce la contemplaci¨®n de una obra de arte. Y dado que la valoraci¨®n de lacapacidad ofensiva de cualquier pa¨ªs o bloque no es el simple recuento de, sus medios materiales- (ya de por s¨ª dif¨ªcil, complejo, casi imposible, como demuestra la realidad internacional), sino que ha de valorarse tambi¨¦n la voluntad de utilizarlos, es f¨¢cil deducir que la b¨²squeda del equilibrio, equilibrio de terror al fin y al cabo, es un camino equivocado que nunca llevar¨¢ a resultados satisfactorios y definitivos.
Adormecer las conciencias
Es una vana distracci¨®n, todo lo m¨¢s, que a lo sumo puede tranquilizar las conciencias, adormeci¨¦ndolas en el sue?o del "ejercicio de una buena voluntad negociadora", ya que en la sociedad internacional no es moneda de circulaci¨®n admitida la sinceridad que supondr¨ªa manifestar abiertamente que la acumulaci¨®n de medios destructivos favorece el desarrollo de ciertas industrias o permite tener las manos libres -negociar desde una posici¨®n de fuerza es como se dice en t¨¦rminos corteses- para forcejear con ¨¦xito en la rebati?a universal, por s¨®lo citar dos de los beneficios obtenidos directamente de la carrera armamentista.
Equilibrio de terror, equilibrio de desconfianza. En las relaciones entre Estados predomina la desconfianza. Y el eufemismo: nadie es agresor, todas las alianzas son defensivas, aunque dispongan del mayor potencial agresivo que jam¨¢s ha contemplado nuestro planeta. Es la disuasi¨®n; disuade mejor quien puede-hacer m¨¢s da?o, como es natural. La disuasi¨®n es, defensiva, claro est¨¢: se trata de no ser agredido. No es cuesti¨®n de que la armadura sea m¨¢s resistente o, el escudo m¨¢s s¨®lido, para resistir mejor a la lanza o el venablo enemigos; se trata de que la lanza sea m¨¢s mort¨ªfera y que el venablo llegue m¨¢s lejos, para que el enemigo, atemorizado, no ataque. Pero el resultado es el mismo siempre: lo que aumenta es la capacidad ofensiva, la posibilidad de aniquilar, de destruir, de matar. Yo puedo matar tantos millones, t¨² puedes matar otros tantos..., ninguno de los dos nos atacaremos y de esta forma se demuestra el ¨¦xito del equilibrio del terror.
Hacia la revoluci¨®n neol¨ªtica
Es leg¨ªtimo preguntarse hasta d¨®nde se puede llegar, hasta cu¨¢ndo resistir¨¢ la humanidad. Preguntarse d¨®nde est¨¢ el patalelo incremento de la capacidad intelectual, de juicio, de raciocinio, del ser humano, que permita hacerle capaz de manejar, con el sensibil¨ªsimo cuidado que re quiere, la incrementada posibilidad de destrucci¨®n y muerte Cuando se piensa que el hombre, en sus reacciones naturales, en la construcci¨®n de sus razonamientos, en el material intelectual de que est¨¢ dotado, en la permanente afloraci¨®n de sus instintos, est¨¢ todav¨ªa muy cerca de la revoluci¨®n neol¨ªtica, y cuando se compara la desmedrada progresi¨®n de las ciencias de la mente en relaci¨®n con el crecimiento acelerado de las tecnolog¨ªas, cabe sentir una honda duda so bre las seguridades que los te¨®ricos del equilibrio del terror nos aportan con su constante lluvia de argumentos.
?No hay, pues, un camino a la esperanza? ?Estaremos condenados a dejar a nuestros descendientes un mundo s¨®lo contenido por el equilibrio del terror? Por oscuro que sea el horizonte, y ciertamente lo es en estos momentos, no hay que perder la fe en el hombre y en, su capacidad para poner en juego su instinto principal la conservaci¨®n de la especie.
Cabe concebir que las barreras que hoy cruzan, invisibles o visibles, la Tierra que habitamos y dividen y enfrentan a sus moradores barreras pol¨ªticas, sociales, econ¨®micas, clasistas, culturales, idiom¨¢ticas, religiosas, etc¨¦tera, puedan ir siendo destruidas al paso del tiempo, y que crezca el sentimiento de solidaridad entre los pobladores de este acongojado planeta. Porque s¨®lo la reducci¨®n de los antagonismos, la atenuaci¨®n de las desconfianzas, podr¨¢ preceder al alborar de un nuevo d¨ªa para la humanidad.
El equilibrio del terror, dig¨¢moslo bien claro, no es sino un triste suced¨¢neo de convivencia, es un peligroso enga?o que no es leg¨ªtimo disfrazar de ideal deseable, a menos que no se trate de una burda fenomenal estafa.
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