El nuevo aislacionismo
EN 1937, el presidente Roosevolt encontro que el 95% de los ciudadanos -seg¨²n una encuesta- era contrario a la participaci¨®n de Estados Unidos en las cuestiones europeas. Europa estalba entre los dos extremismos de Hitler y Stalin, y el banco de pruebas de la guerra civil espa?ola parec¨ªa ser un preludio a una guerra, mundial que Estados Unidos no quer¨ªa para ¨¦l ni la necesitaba. O quiz¨¢ -y ese tipo de opini¨®n pes¨® mucho en el aislacionismo- podr¨ªa obtener beneficios de toda ¨ªndole, incluso en una direcci¨®n moral, una vez que Europia estuviese destrozada. Incluso, se revisaba el pasado: la pregunta sobre si fue un error que- Estados Unidos participase en la primera guerra mundial tuvo un 71% de respuestas afirmativas. Rooevelt cambi¨® esa corriente, como cambi¨® tantas otras del pais.Aparece ahora un nuevo aislacionismo; no es extra?o puesto que la pol¨ªtica que preside Reagan es revisionista y trata de asentarse en lo posible, en las l¨ªneas generales anteriores a Roosevelt. En este caso, el cambio de posiciones entre Europa y Estados Unidos es considerable: es Estados Unidos quien pretende entrar de lleno en Ios conflictos, aun a riesgo de una guerra, y Europa, la que: asume el pacifismo. El nuevo aislacionismo, a cuya cabeza parece estar el secretario de Defensa Caspar Weinberger -lo que podr¨ªa suponer que hay detr¨¢s una parte, por lo menos, del pensamiento militar-, se alimenta por un cierto despecho contra los aliados europeos que se niegan a asumir las posiciones pol¨ªtico-militares de Estados Unidos. No es un fen¨®meno actual, sino que lleva ya a?os funcionando: en sectores de la opini¨®n p¨²blica europea, desde la guerra fr¨ªa; en los Gobiernos, a partir -sobre todo- del general De Gaulle. La idea popular de Estados Unidos es la de una falta de gratitud europea: asume, con la historia oficial de su pa¨ªs, que Estados Unidos salv¨® a Europa -a las democracias europeas- con su intervenci¨®n en las dos guerras; que la ha salvado del comunismo por su firmeza en la guerra fr¨ªa; que la ha regado de d¨®lares y la ha enviado su t¨¦cnica, su ciencia. No comprende lo que pasa; y, con la mentalidad simplista de la cinematografia de buenos y malos, suele acudir al recurso de explicar que Europa sufre la infecci¨®n del comunismo o, en el mejor de los casos, el miedo y la cobard¨ªa frente a la URSS.
Frente a esta idea del nuevo aislacionismo aparece la de continuar fortaleciendo la alianza y forzar a los europeos a asumir la estrategia de Estados Unidos. Es la tesis que defiende el general Haig. La ferocidad verbal de que ha dado muestras en sus intervenciones en Bruselas y el exceso de tr¨ªunfalismo sobre los d¨¦biles puntos de acuerdo de la Conierencia de la OTAN tienden, por unaparte, a agrupar a los europeos ante la amenaza comunista: no est¨¢ lejos de creer Haig, como Weinberger y como el propio Reagan, que hay un comunismo o un prosovietismo, convertidos en antiamericanismo, detr¨¢s de Io! movimientos europeos; pero Haig cree que se le puede extirpar denunci¨¢ndolo. El triunfalismo -de Bruselas est¨¢, sobre todo, deStiriado al bonsumo interior, de Esta-, europeos no son tan d¨ªscolos, tan independentistas o tan individualistas como parece, sino que atienden a lo que ¨¦l considera la raz¨®n. H¨¢ig se apoya en una idea que le parece suficientemente clara: el aislacionismo es hoy imposible. El tejido econ¨®mico y militar de Estados Unidos se extiende por todo Occidente y por una gran parte del Tercer Mundo; es su ¨¢rea vital, su defensa militar su suministrador de materias primas y su mercado. Los imperios no pueden nunca dar marcha atr¨¢s una vez que se han comprometido; cuando renucian caen definitivamente, seg¨²n er¨ªse?a la historia.
El nuevo aislacionismo de Weinberger no intenta convertir, sin embargo, a Estados Unidos en un reducto amurallado y,feliz en su interior, y no ignora que sus fronteras estrat¨¦gicas est¨¢n m¨¢s all¨¢ que las del propio pa¨ªs. No se trata de abandonarbaIps, mercados o fuentes de energ¨ªa y materias primas ni ¨¢reas de influencia, sino de asumir, efectivamente, que se trata de un imperio y que las decisiones imperiales son hegem¨®nicas y no necesitan contar con alianzas o con anuencias y consensos. La frase de Haig al referirse a la postura griega en Bruselas indicaba que Occidente es un pluralismo de naciones soberanas con opiniones libres, y no un bloque, dictatorial r¨ªgido, como el Pacto de Varsovia; lo que estaba querienjdo decir es que no se puede imitar a la URSS, a la forma imperial sovi¨¦tica, porque la esencia filos¨®fica de Occidente -la libertad, la capacidad de elecci¨®n, la de pertenecer o no a un bloque- lo exige as¨ª, y es su virtud.
De esta manera, Haig hac¨ªa la critica de Weinberger y del pensamiento militar que le acompa?a, que podr¨ªa ser ¨¦ste, enunciado con simpleza: si la fuerzadel enemigo consiste en su capacidad para dictar y ordenar, la de Estados Unidos, debe ser la misma si no quiere perecer.
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