Se cumplen 150 a?os del nacimiento del autor de 'Alicia en el pa¨ªs de las maravillas'
"Qu¨¦ reloj m¨¢s raro", observ¨® Alicia. "En vez de las horas del d¨ªa marca los d¨ªas del mes". "?Y por qu¨¦ no habr¨ªa de hacerlo?", mascull¨®, malhumorado, el sombrerero. "?Acaso tu reloj se?ala los a?os?". Pues s¨ª, justamente hoy es el 150? aniversario del nacimiento del reverendo Charles Lutwidge Dodgson, Lewis Carroll para los numerosos admiradores, j¨®venes y viejos, con que cuenta en la actualidad.
Este oscuro di¨¢cono, que se educ¨® en Rugby y en Christ Church (Oxford), t¨ªmido, algo tartamudo, pas¨® a la historia con unos libros "para ni?os" que siguen causando perplejidad entre los mayores. A este rey del sin sentido y pr¨ªncipe de los recovecos de la l¨®gica, no son los gruesos tratados de matem¨¢ticas que escribiera cuando era profesor los que m¨¢s fama le han dado, sino sus siempre sorprendentes juegos y cuentos, que requieren m¨²ltiples lecturas.Ah¨ª est¨¢, con sus numerosas traducciones y ediciones, Alicia en el pa¨ªs de las maravillas, A trav¨¦s del espejo, Silvia y Bruno y La caza del ?snark!, un extra?o poema cuya significaci¨®n es a¨²n hoy d¨ªa tema de debate.
Se dice que con ¨¦l trat¨® Carroll de hacer una cr¨ªtica del mundo de los negocios. ?O buscaba el absoluto? ?Quer¨ªa escribir del significado de la vida, siendo, como sugiere el matem¨¢tico Martin Gardner, un precursor del existencialismo? Despu¨¦s de todo, Unamuno se?al¨® que el triunfo supremo de la raz¨®n es poner en duda su propia validez, y esto lo hizo Carroll, sin duda. ?O con duda? Carroll vio bien claro que las palabras significan m¨¢s de lo que queremos expresar cuando las utilizamos. De ah¨ª que en su obra queden pasajes a¨²n por debatir y por entender.
Lewis Carroll, para resumir, fue un hombre que, como hubiese dicho Ionesco, cog¨ªa un c¨ªrculo, lo acariciaba y lo volv¨ªa vicioso. Gustaba de acertijos y de enigmas, lo cual ha causado no pocos quebraderos de cabeza a sus lectores y, sobre todo, a sus traductores, que han tenido que intentar deshacer sus nudos gordianos. Sus aportaciones a la l¨®gica simb¨®lica han sido importantes, y los problemas y paradojas que ide¨® fueron discutidos y replanteados por eminentes pensadores como Bertrand Russell o Alfred Whitehead.
Es sabido que el rey blanco de A trav¨¦s del espejo est¨¢ basado sobre la propia imagen de su creador, o sabio despeinado, de agradables rasgos y ojos azules, que escond¨ªa una extra?a visi¨®n del mundo. "?Alcanzas a ver a alguno de los dos?", pregunt¨® el rey. "No; a nadie", declar¨® Alicia. "C¨®mo me gustar¨ªa a m¨ª entender tanta vista", exclam¨® el rey; "ser capaz de ver a nadie y a esa distancia". Hoy, en Christ Church (Oxford), Daresbury, su ciudad natal, y en Guilford, donde muri¨® (si realmente muri¨®), se reunieron grupos de sabios y estudiosos en sendas cenas ceremoniales para recordar a Carroll. La BBC le dedicar¨¢ hoy un programa radiof¨®nico. En la librer¨ªa Blackwells, de Oxford, comenzar¨¢ tambi¨¦n hoy una exposici¨®n de su obra, al tiempo que en la biblioteca Peirpont Morhan de Nueva York, se inaugura la exhibici¨®n de los manuscritos de Alicia en el pa¨ªs de las maravillas, prestados por el Museo Brit¨¢nico, propietario asimismo de sus diarios.
Nueve de sus trece diarios han sobrevivido, pero incluso en ¨¦stos faltan algunas p¨¢ginas, arrancadas con cuchillas, se supone que por alguno de sus sobrinos, su bi¨®grafo Stuart Dodgson Collingwood o Menella Dodgson, seg¨²n Morton N. Cohen, profesor de la Universidad de Nueva York, que est¨¢ preparando una nueva biograf¨ªa de Lewis Carroll.
Atracci¨®n hacia Alicia
Una de estas p¨¢ginas desaparecidas podr¨ªa haber contenido los datos sobre la ruptura de Carroll con la familia del doctor Liddell, decano de Christ Church. Como es sabido, su hija Alicia Liddell inspir¨® a Carroll sus dos famosas obras. Lewis Carroll sent¨ªa una indefinible atracci¨®n hacia las ni?as, siempre -se supone- con sentimientos de pureza. Pero Alicia era una excepci¨®n. Carroll se enamora de ella y lleg¨® a pedirla en matrimonio cuando Alicia ten¨ªa catorce a?os, siendo rehusada su mano por el padre.Carroll, consciente de la diferencia de edad -no tan sorprendente en los tiempos victorianos-, estaba dispuesto a esperar a que Alicia creciera. Alicia, guapa, pero no brillante, seg¨²n todas las descripciones, acab¨® despos¨¢ndose con otra persona en 1885. La ni?a ser¨ªa siempre recordada. La mujer, no. Carroll, nacido entre once hermanos y creyente en el matrimonio, muri¨® sin descendencia.
Lewis Carroll lleg¨®, sin embargo, a superar esta crisis sentimental. En 1881 abandon¨® la ense?anza para poder concentrarse en sus obras. Por desgracia, un a?o antes decidi¨® tambi¨¦n abandonar la fotograf¨ªa, esa "m¨¢quina del tiempo", como la describi¨® en una ocasi¨®n.
En enero de 1874, el pintor Henry Holiday, ilustrador de La caza del ?snark!, le hab¨ªa obsequiado con una serie exclusiva de dibujos de ni?as desnudas. Carroll quiso "copiarlas del natural en fotografia" (?c¨®mo ha cambiado el sentido de este arte desde entonces!). En 1879 intent¨® fotografiar a las hijas de Mayhew, capell¨¢n de Wadham College (Oxford).
Los padres accedieron a que Ruth y Ethel fueran fotografiadas vestidas, pero se negaron a que la m¨¢s joven, Janet, saliera desnuda o en pa?os menores. Se ha sugerido que este percance llev¨® a Carroll a colgar la m¨¢quina para siempre; pero, seg¨²n indican algunos expertos, Carroll dej¨® la fotograf¨ªa, de la que hab¨ªa sido un brillante pionero, a causa de los cambios de la t¨¦cnica y el peso de su obra literaria, que le dejaba poco tiempo libre. El creador de Alicia muri¨® el 14 de enero de 1898. En sus tiempos, se?al¨® Martin Gardner, se hablaba de la muerte como fen¨®meno natural. La muerte era sentimentalizada y domesticada. En la actualidad, la muerte es m¨¢s bien discutida en el violento contexto de la peque?a o gran pantalla, unos medios de comunicaci¨®n que Lewis Carroll nunca lleg¨® a conocer.
Quiz¨¢ Lewis Carroll no haya muerto. Recogiendo el toma de Aquiles y la tortuga se puede llegar a explicar por qu¨¦. Como se sabe, al morir uno vive de nuevo en un instante toda su vida a incre¨ªble velocidad. Pero este veloz recuerdo, como explic¨® Arthur Schnitzler, tiene a su vez un ¨²ltimo momento, y este ¨²ltimo tiene su propio ¨²ltimo momento. Seg¨²n la teor¨ªa de los l¨ªmites, uno se acerca a la muerte sin llegar nunca a alcanzarla. Quiz¨¢ est¨¦ Carroll, inmerso en sus recuerdos, intentando a¨²n resolver esta eterna paradoja.
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