La dial¨¦ctica de los tanques en Polonia y la moral acomodaticia
Los ciudadanos de un pa¨ªs, por abrumadora mayor¨ªa, deciden vivir en un r¨¦gimen democr¨¢tico, pero el Ej¨¦rcito, alentado por un sector minoritario, que no llega a un 5% y que no quiere perder su poder y sus privilegios, siega con sus bayonetas la futura cosecha de libertades. ?Estamos hablando de Espa?a o de Polonia? Una gran potencia cuya zona de influencia abarca varias naciones de su continente yugula permanentemente con medios b¨¦licos e ideol¨®gicos cualquier cambio pol¨ªtico en estos pa¨ªses que suponga un peligro para su hegemon¨ªa. ?Se trata de la URSS o de EE UU? Y as¨ª pod¨ªa colocarse, ejemplo tras ejemplo, una ristra interminable de actuales hechos hist¨®ricos que tienen una doble lectura, porque nuestra desgracia de habernos alistado bajo una de las dos grandes banderas que ensombrecen el mundo ha transformado lo que debiera ser un juicio ¨¦tico sobre actos o conductas en una despreciable moral utilitaria. Los muertos de las guerras son h¨¦roes o verdugos, seg¨²n el lado fronterizo en el que caen, y las v¨ªctimas del terror son carro?as reaccionarias o iluminados libertadores, seg¨²n el color pol¨ªtico de los que los lloran. En todos los grandes conflictos de nuestra ¨¦poca, EE UU y la URSS se alinean autom¨¢ticamente en campos contrarios, y ello sin la menor consideraci¨®n ¨¦tica o humanitaria. Y los buenos y los malos de estas pel¨ªculas son siempre intercambiables seg¨²n del lado del que sopla el viento pol¨ªtico del momento.El colmo de la arbitrariedad e incoherencia se acaba de producir en relaci¨®n con la tragedia de Polonia. Con la m¨¢xima estupefacci¨®n hemos o¨ªdo al general Jaruzelski decir, como si de un medium se tratara y por cuya boca hablase el mismisimo general Franco, que los responsables del desorden en Polonia son los jud¨ªos y los masones. Y tiene mucha raz¨®n Garc¨ªa M¨¢rquez, en uno de sus ¨²ltimos art¨ªculos de EL PAIS, al juzgar desaforadas y mendaces muchas de las reacciones en Occidente al tema de Polonia. ?Es que la Prensa de derechas hace suyos a los obreros de Solidaridad porque marcan sus lecturas de El capital con estampas del papa Wojtyla y la Virgen de Czestochowa? Si en uno de nuestros pa¨ªses del oeste europeo, una mayor¨ªa de trabajadores, aun amparados por las urnas, quisieran instaurar la autogesti¨®n es seguro que ni crucifijos ni novenas les salvar¨ªan de la c¨¢rcel o de algo peor. Hay demasiadas l¨¢grimas de cocodrilo entre las que se vierten por Solidaridad.
La izquierda proletaria
Resulta sorprendente que la izquierda proletaria le d¨¦ la espalda a un movimiento que es el ¨²nico intento real de llegar a la dictadura del proletariado, cual es el caso de Polonia antes, naturalmente, de que surgiera la dial¨¦ctica de los tanques y los campos de concentraci¨®n. Porque supongo que todos estaremos de acuerdo en que la tal dictadura es una entelequia que no ha pasado de la teor¨ªa a la praxis en ninguna ¨¦poca ni lugar; que el capitalismo sigue tan vivo en el Este como en el Oeste, si bien all¨¢ es el Estado el que ha tomado el lugar de la empresa privada y el que se beneficia de la famosa plusval¨ªa que el trabajador produce con su labor, con la desventaja para los proletarios de los pa¨ªses de econom¨ªa marxista de que al carecer de los derechos de huelga, sindicaci¨®n y reuni¨®n tienen menos posibilidades que sus colegas occidentales de luchar o discutir por una mayor participaci¨®n en la misma.
Pero con pat¨¦tica fidelidad a aquellos sue?os que merecieron la juventud pol¨ªtica de muchos de nosotros, existen, inexplicablemente, amplios sectores de la militancia obrera que siguen aplicando medidas distintas a los reg¨ªmenes del Este que a los del Oeste. Como si sus sue?os se hubieran transformado en una pura hibernaci¨®n, siguen sin enterarse de la ruin realidad de los pa¨ªses marxistas. La ecolog¨ªa, por ejemplo, termina para ellos en las fronteras del Pacto de Varsovia. M¨¢s all¨¢, las centrales nucleares son "la revoluci¨®n, m¨¢s la electricidad". El derecho a la autodeterminaci¨®n de los pueblos, reclamado para corsos, saharauis, vascos, surafricanos y palestinos, no tiene por qu¨¦ extenderse a las naciones del Pacto de Varsovia -y adl¨¢teres como Estonia, Letonia y Lituania-, pues todos viven como felices polluelos bajo las alas protectoras de la madre Rusia, y los proyectiles nucleares rusos pueden proliferar como si su contenido fuera s¨®lo de peladillas y caviar.
El mal con el que todos contribuimos al drama humano de nuestro tiempo, al exhibir estas posiciones farisaicas, parciales y utilitarias, es incalculable. Y esa conspiraci¨®n contra el hombre, que muy acertadamente ha denunciado el Papa, se produce no s¨®lo con actitudes activas de violencia o crueldad, sino tambi¨¦n con las de indiferencia hacia el mal o con alambicadas justificaciones del mismo. No puede haber banderas, ni compromisos, ni estrategias pol¨ªticas cuando ha de condenarse la miseria, la injusticia y la violencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.