La crisis econ¨®mica degrada el sistema de protecci¨®n y dificulta la reforma
La crisis econ¨®mica y la inoperancia pol¨ªtica de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas han situado a la Seguridad Social en una encrucijada. Aunque los diagn¨®sticos coinciden en los problemas, son lejanos los caminos deseados por las diversas fuerzas sociales para llevar a la reforma tan pesada carga, cuyos ingresos y gastos superan los del Estado. La serie que hoy iniciamos trata de exponer el origen y reacciones ante los retos de mayor urgencia: responder mejor a la crisis, satisfacer las crecientes necesidades y demandas sociales, integrarse en Europa, y cumplir la Constituci¨®n.
Todos estos problemas, no obstante, dejan en el alero una pregunta fundamental: por qu¨¦ la reforma de la Seguridad Social se ha planteado en serio precisamente en las ¨²ltimas semanas, cuando las soluciones no pueden improvisarse y tenemos por delante, unaselecciones generales. Ciertamente, aparte de que los problemas se hayan agravado por improvisaci¨®n durante los a?os de pujante riqueza, la crisis econ¨®mica que las ha precipitado va a cumplir una d¨¦cada. Y en ese tiempo se ha hecho poco m¨¢s que aumentar las aportaciones del Estado y escribir libros (en el ¨²ltimo lustro dos rojos, dos verdes y uno blanco).Quiz¨¢ el principal imperativo de la reforma lo revela el hecho de que la necesidad de ¨¦sta ha resonado con fuerza ante la opini¨®n p¨²blica a ra¨ªz del Acuerdo Nacional sobre Empleo (ANE). En la negociaci¨®n del ANE, la Confederaci¨®n Espa?ola de Organizaciones Empresariales (CEOE) consigui¨® incluir un punto que compromet¨ªa al Gobierno a presentar un proyecto de racionalizaci¨®n y mejora de la Seguridad Social en el plazo de seis meses, para que las partes lo informaran en el mes y medio siguiente. Este tiempo acaba de expirar sin acuerdo, lo que obliga al Gobierno a obrar bajo su exclusiva responsabilidad.
Sin embargo, entre las evidencias finales ha quedado, por parte empresarial, la de que la competitividad y el desarrollo econ¨®mico exigen medidas inmediatas; y, por parte sindical, la de que ello no debe ser incompatible con la regresividad en las prestaciones. Eran demasiados los temores de que la traslaci¨®n de las reivindicaciones sociales desde los centros de trabajo a la estructura estatal, registrada sobre todo en el presente siglo, hicieran v¨¢lida en Espa?a la frase del economista norteamericano Galbraith: "una petici¨®n de reducci¨®n de los costes de Seguridad Social realizada por un banquero, un empresario, un bufete prestigioso o un economista resuenan con igual fuerza que los de varios miles de hogares que perciben beneficios o transferencias".
Problemas estructurales
Desde un punto de vista econ¨®mico, seg¨²n se?alan cuatro expertos en el reciente libro Problemas actuales de la Seguridad Social en Espa?a, publicado Por el Instituto de Estudios Econ¨®micos, los cuatro fallos m¨¢s comentados de la S S son: insuficiencia financiera, injusticia estructural, ¨ªnadecuaci¨®n econ¨®mica, y falta de control en la gesti¨®n de los recursos.
Con mayor concreci¨®n, Jos¨¦ Barea Tejeiro, mano derecha de Enrique Fuentes Quintana en la presidencia de la comisi¨®n tripartita encargada de informar las citadas propuestas del Gobierno, ha expresado en un documento de trabajo que son cinco las caracter¨ªsticas principales de nuestro sistema: intenso crecimiento del gasto, falta de correspondencia del mismo y las deficientes y costosas prestaciones, desigualdad entre lo que gasta y protege la S S, carencia de informaci¨®n para evaluar la eficacia y racionalidad de las prestaciones, y distancia del nivel espa?ol de protecci¨®n social con el de la Comunidad Econ¨®mica Europea y los mandatos de la propia Constituci¨®n. A ello hay que a?adir el elevado peso de las cotizaciones y la falta de equidad en su distribuci¨®n, que desincentivan la generaci¨®n de empleo y restan competividad-a los productos espa?oles con respecto a los de aquellos pa¨ªses donde buena parte de la financiaci¨®n de la Seguridad Social procede de impuestos.
Si bien es discutible que la sustituci¨®n de cotizaciones por impuestos introduzca grandes cambios en la eficacia econ¨®mica (al fin el coste recae sobre precios y salarios), las cotizaciones han pasado de suponer un 16% de los salarios en 1970 a un 28% en 1980. S¨®lo as¨ª ha sido posible pagar unos gastos sociales que entre 1974 y 1980 han pasado del 8,8% del conjunto de los bienes y servicios producidos en Espa?a (PIB) al 13,9%. Quiere ello decir que la S S ha absorbido cada a?o 0,85 de los 2 puntos de crecimiento econ¨®mico medio en el per¨ªodo. De los 5,1 puntos de aumento en los gastos, 3,2 han ido a las pensiones, que entre 1973 y 1980 han incrementado del 31,46% al 52,65% su participaci¨®n en el presupuesto total de la S S; otros 1,8 puntos han ido al subsidio de desempleo; y el resto (1,3%) a asistencia sanitaria.
Poca satisfacci¨®n
Lejos de moderarse, en los ¨²ltimos a?os esta evoluci¨®n se ha acentuado, y en el ¨²ltimo trienio las tres cuartas partes del aumento del PIB se ha destinado a S S. Las causas radican fundamentalmente en la ca¨ªda: del crecimiento econ¨®mico, pr¨®xima al 6% en la d¨¦cada anterior, en el envejecimiento de la poblaci¨®n (no hay que olvidar que los activos de hoy pagan a los pasivos, pues hay 2,1 activos por pensionista), y en la expansi¨®n de las tasas de paro, complicada por la menor poblaci¨®n laboral espa?ola. Causas todas ellas que no tienen visos de mejorar mucho, e incluso el estrechamiento de la pir¨¢mide de poblaci¨®n se har¨¢ m¨¢s agudo.
La prueba es que el grado de satisfacci¨®n dista mucho de ser satisfactorio. As¨ª, pese al incremento de las dotaciones para pensiones y desempleo, son ambos cap¨ªtulos donde el sentimiento de protecci¨®n es menor, como muestra una encuesta realizada en 1978 por la revista Coyuntura Econ¨®mica, de las Cajas de Ahorro. Menos de una cuarta parte de los encuestados consideraban entonces suficiewe la protecci¨®n ante riesgos de p¨¦rdida de trabajo, retiro o muerte del cabeza de familia; ante casos de enfermedad y accidentes, la sensaci¨®n de protecci¨®n rondaba por t¨¦rmino medio el 40%.
Desde entonces, la situaci¨®n puede haberse deteriorado. El sindicato UGT acaba de poner de relieve que la tasa de cobertura del desempleo ha bajado del 40,44 al 35,77% entre el tercer trimestre de 1980 y el segundo de 198 1, ¨²ltimo del que se han facilitado datos, cuando s¨®lo 637.979 de los 1.783.500 parados estimados por la Encuesta de Poblaci¨®n Activa recib¨ªan subsidio. Adem¨¢s, seg¨²n el ¨²ltimo Libro rojo de la S S, redactado por el ya extinto Instituto de Estudios de Sanidad y S S, cerca del 85% de los casi cinco millones de pensionistas reciben la pensi¨®n m¨ªnima (61 % del salario m¨ªnimo interprofesiojial en 1980), en el per¨ªodo 1976-1979 la mayor¨ªa de ellas se situaba en el 45% del !alar¨ªo anual medio de cotizaci¨®n, y el porcentaje de protecci¨®n social sobre PIB es en Espa?a del 16%, frente a niveles del 20% al 31% en Europa.
Junto a dichos problemas, las desigualdades de contribuci¨®n en las cotizaciones son excesivas, en perjuicio de la industria y los servicios, como puede observarse en el cuadro adjunto. Con el el actual nivel de cotizaciones, el r¨¦gimen general, soportado por la gran mayor¨ªa de los 10,7 millones de cotizantes y sus empresas, tuvo un, super¨¢vit en 1980 de 225.000 millones de pesetas; todos los dem¨¢s son deficitarios, aunque destaca el agr¨ªcola, que recibe transferencias anuales por 400.000 millones.
A ello se une el elevado nivel de fraude (30% para Jos¨¦ Barea y 10% en S S y 20% en desempleo ,para el ministro de Trabajo y S S), una morosidad que se aproxima a los 400.000 millones de pesetas, y un sistema de topes de cotizaci¨®n que favorece a las grandes empresas y con salarios m¨¢s altos, lo que explica el calificativo de socialista dado por dirigentes de CEOE al proyecto de suprimir los topes. Con el sistema de una base de cotizaci¨®n m¨ªnima que coincide con el salario m¨ªnimo y otra m¨¢xima, revisables anualmente, se estima que en 1980 de un 27,6% a un 32% de los salarios reales quedaron fuera del nivel m¨¢ximo, cuyo incremento ha sido inferior en los ¨²ltimos a?os al salarial.
Seg¨²n una muestra realizada en 1980 entre grandes empresas, donde la masa salarial media era de 621.000 pesetas las cotizaciones pagadas por los empresarios representaban un 34,34%. En las que la masa salarial triplicaba aquella cifra, la presi¨®n efectiva alcanzaba el 22,90%.
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