M¨¦dicos, medicinas, enfermos y consumidores
EL REPORTAJE publicado en EL PAIS el pasado martes sobre un medicamento -Frenadol- que los espa?oles consumen generosamente para combatir la gripe ha merecido la respuesta del laboatorio que lo fabrica y de la Direcci¨®n General de Farmacia y Medicamentos. La empresa, como era previsible y hasta cierto punto natural, ha echado todos los balones fuera que una rueda de Prensa insuficientemente preparada le ha permitido. Por su parte, la Direcci¨®n General de Farmacia y Medicamentos no ve peligro alguno en que los espa?oles sigamos consumiendo Frenadol como remedio de nuestras toses, siempre que hagamos un "uso normal" de ese producto. Dado el pesado silencio con el que la Administraci¨®n p¨²blica y las empresas acostumbran a responder a denuncias de este g¨¦nero aparecidas en la Prensa, cabe subrayar el aspecto positivo, pese a las insuficiencias o las lagunas de las r¨¦plicas, de esa decisi¨®n de entrar en pol¨¦mica.El temor de los consumidores espa?oles a la adulteraci¨®n de los productos alimenticios o a los efectos secundarios de los medicamentos no es, desgraciadamente, ninguna manifestaci¨®n psic¨®tica, sino un recelo que descansa en amargas experiencias colectivas y en s¨®lidos argumentos racionales. El luctuoso asunto de los aceites venenosos ha demostrado que la Administraci¨®n p¨²blica apenas se preocupa de combatir preventivamente los fraudes alimenticios. En el campo de los productos farmac¨¦uticos, la propia decisi¨®n del Gobierno de modificar en un futuro pr¨®ximo la normativa que regula el registro de medicamentos pone de manifiesto la existencia de una situaci¨®n irregular que debe ser remediada. A nadie deber¨ªa extra?ar, a menos que defienda intereses inconfesables o devuelva favores recibidos, que los medios de .comunicaci¨®n sirvan de veh¨ªculo para informaciones, que no se basan en especulaciones sino en datos, acerca de productos insuficientemente seguros para el consumo. En las sociedades democr¨¢ticas, la defensa del ciudadano como consumidor no corre a cargo tan s¨®lo del poder ejecutivo o de los tribunales, sino que tambi¨¦n incumbe a las asociaciones de consumidores y a los medios de comunicaci¨®n responsables.
La arbitrar¨ªa discrecionalidad con que los espa?oles consumen medicamentos, incluidos los que se hallan sometidos te¨®ricamente a control m¨¦dico, enlaza con la endeble pol¨ªtica sanitaria general. La Direcci¨®n General de Farmacia y Medicamentos, seg¨²n declaraciones, de su m¨¢ximo responsable, se dispone a ordenar la retirada de 3.500 especialidades farmac¨¦uticas, tras haber adoptado previamente esa misma dr¨¢stica disposici¨®n contra otros 3.000 preparados. Esta nueva pol¨ªtica, que significa nada m¨¢s y nada menos que la desaparici¨®n de casi la mitad del total de medicamentos que los espa?oles pod¨ªan encontrar hasta hace poco en las farmacias, pone escandalosamente de relieve la situaci¨®n que se intenta ahora modificar. De todos es sabido que la desorbitada oferta espa?ola de productos farmace¨²ticos, muchos de ellos muy semejantes en su composici¨®n y en sus efectos, en contraposici¨®n con los cat¨¢logos m¨¢s reducidos de las sociedades desarrolladas, ha dado lugar a campa?as publicitarias millonarias destinadas a asociar, en la imaginaci¨®n del consumidor ingenuo, las propiedades curativas o aliviadoras de una f¨®rmula farmac¨¦utica con la marca industrial que comercializa tina de sus variantes. Resulta, as¨ª pues, casi inevitable que la l¨®gica del marketing tienda a presentar como nuevos b¨¢lsamos de Fierabr¨¢s productos con propiedades curativas infinitamente m¨¢s modestas o a obviar en la literatura m¨¦dica de los prospectos y anuncios las contraindicaciones o los efectos secundarios negativos de la droga masivamente comercializada.
Peto no siempre lo que es ¨²til para cubrir los objetivos de venta o mejorar las cuentas de resultados es bueno para la salud p¨²blica o permisible por las leyes. Los peligros de esa publicidad que juega con el bienestar f¨ªsico y ps¨ªquico de los ciudadanos son todav¨ªa m¨¢s serios en nuestro pa¨ªs, dada la vieja costumbre de los espa?oles de ser sus propios m¨¦dicos o los m¨¦dicos del vecino, sin necesidad de licenciatura alguna, y la pr¨¢ctica farmac¨¦utica, generalizada durante muchos a?os y ahora en elogiable retroceso, de despachar productos curativos sin receta m¨¦dica. Es dudoso, por ejemplo, que remedios como el Frenadol se hayan extendido en nuestro pa¨ªs exclusivamente como consecuencia de las prescripciones de miles de m¨¦dicos. No ser¨ªa superfluo, en este sentido, que las autoridades realizaran encuestas para comprobar d¨®nde terminan las recetas y d¨®nde comienzan las aut¨®medicaciones sugeridas por -los persuasivos mensajes de la publicidad. Dado el eficaz trabajo informativo que los laboratorios realizan diariamente con los m¨¦dicos, resulta altamente improbable que la publicidad general tenga como destinatarios a los doctores y no a los enfermos.
Sin embargo, y mientras se conoce la nueva normativa para la regulaci¨®n del registro de medicamentos, que estar¨¢ lista, seg¨²n las autoridades sanitarias, antes de tres meses, la propia Administraci¨®n deber¨ªa corregir defectos de fondo de su pol¨ªtica general. Recientemente se celebraron en la sede del Ministerio de Sanidad unas jornadas nacionales sobre -an¨¢lisis farmacol¨®gicos a las que no fue invitada, pese al inter¨¦s que hab¨ªa mostrado por asistir a los coloquios, la Asociaci¨®n de M¨¦dicos de la Industria Farmac¨¦utica (AMIFE). El di¨¢logo entre la Administraci¨®n y los m¨¦dicos investigadores, que lamen tan su secundaria participaci¨®n en la preparaci¨®n de los medicamentos, parece, sin embargo, del m¨¢s alto inter¨¦s. Aunque los qu¨ªmicos y farmac¨¦uticos tengan, por su propia especialidad, un papel primordial en esta actividad, tambi¨¦n debe ser escuchada la voz de los m¨¦dicos, cuya misi¨®n no es s¨®lo curar las enfermedades, sino tambi¨¦n prevenirlas. Sin embargo, existen serios indicios de que que las pruebas de medicamentos que se realizan en los laboratorios se orientan fundamentalmente a la venta del producto en unas condiciones m¨ªnimas de seguridad, sin prestar la atenci¨®n debida a los factores cl¨ªnicos. Sirva, a t¨ªtulo de ejemplo, que el Departamento de Farmacolog¨ªa Cl¨ªnica que dirige Luis Ramirez s¨®lo dispone de tres m¨¦dicos para examinar mensualmente entre 400 y 500 especialidades.
En marzo se celebrar¨¢ en Barcelona un "debate sobre el ensayo cl¨ªnico en Espa?a", que podr¨¢ servir de escenario a una discusi¨®n seria sobre cuestiones como la planteada por el Frenadol. Evidentemente, la defensa que de ese producto antigripal ha realizado el laboratorio que lo fabrica, comercializa y anuncia no puede evadirse de los condicionamientos l¨®gicos en los que se mueve cualquier negocio. De los catorce medicamentos alemanes similares a Frenadol citados por el laboratorio que fabrica este producto, tres no se encuentran en la lista de medicamentos alemanes de 1981, otros cinco son desconocidos -dada su rara aplicaci¨®n- para el doctor Rasch, presidente de la C¨¢mara de Farmac¨¦uticos alemanes, y el resto contiene contraindicaciones y puede producir efectos secundarios, seg¨²n se establece en sus prospectos. Esto es, ni m¨¢s ni menos, lo que el reportaje publicado por EL PAIS pretend¨ªa se?alar respecto del Frenadol. La peregrina teor¨ªa de que la informaci¨®n period¨ªstica sobre las contraindicaciones -no explicitadas en prospectos y anuncios- de ese conocido remedio favorece a las poderosas multinacionales y debilita a una industria nacional y auct¨®ctona pertenece a la misma familia de ideas paranoicas que, en otras ocasiones, atribuye a las embajadas de los pa¨ªses del Este determinadas opiniones o noticias aparecidas en la Prensa. La ¨²ltima palabra sobre este asunto, y sobre cualquier otro tema en el que la salud de los espa?oles ande en juego, no pertenece ni a los laboratorios ni a sus portavoces y ni siquiera a la Administraci¨®n p¨²blica, en cuyos armarios hay suficientes esqueletos como para aconsejarles discreci¨®n y prudencia. S¨®lo los hombres de ciencia y el punto de vista cl¨ªnico se hallan en condiciones de ilustrar a los ciudadanos sobre los alimentos y los productos farmac¨¦uticos que la publicidad, el marketing o los bajos precios les invita a consumir.
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