Prensa libre en casa de Goebbels
Bajo los auspicios del Aspen Institute, de Berl¨ªn, hemos estado reunidos en los d¨ªas finales del mes de enero, representantes de importantes peri¨®dicos de propiedad privada de la Europa occidental. Resultaba curioso ver que las sesiones de ese seminario sobre el porvenir de la Prensa libre tuvieran lugar en la antigua residencia del gran quebrantador de la libertad de expresi¨®n, el ministro de Propaganda nazi Goebbels, al borde del lago Gruenewald, sede actual de aquel instituto.Las capitales de los antiguos imperios producen siempre un enorme respeto porque rezuma de ellas la grandeza de haber mandado, reflejada en esos ademanes de la historia que son sus monumentos y sus calles. Berl¨ªn es una de esas ciudades venerables, herida a¨²n abierta en el coraz¨®n de Europa, y no puede asistirse a una reuni¨®n de trabajo en ella sin sentir la especial tensi¨®n de esta ciudad. No hay s¨®lo dos Alemanias sino cuatro, porque a las dos Rep¨²blicas -la Federal y la denominada Democr¨¢tica- hay que a?adir el peque?o recinto de Berl¨ªn Occidental y el a¨²n menor de Berl¨ªn Oriental, incorporado por el acuerdo aliado de 1949 a la Alemania comunista, pero psicol¨®gica y estatutariamente diferente. Berl¨ªn-Oeste es una ciudad situada y Berl¨ªn-Este una ciudad ocupada donde las tropas obedientes a Mosc¨² hacen un impecable paso de oca igual que anta?o los nazis.
Le Monde, The Observer, Frankfurter Allgemeine, Die Zeit, la Federaci¨®n Italiana de Editores de Diarios, Frankfurter Rundschau, The Economist, el imperio Springer, el International Herald Tribune, el muy estimable Tagesspiegel, de Berl¨ªn; Aftenpost, Utrechts Nieuwblad y EL PAIS nos citamos all¨ª para hablar del porvenir de la Prensa y de las relaciones entre la redacci¨®n y el capital, esto es, entre los que hacen los peri¨®dicos y los que los hacen posibles. Los peri¨®dicos libres de ¨¢mbito nacional est¨¢n en general con un incierto porvenir econ¨®mico debido a m¨²ltiples causas, entre ellas la competencia de otros medios de comunicaci¨®n -televisi¨®n y radio- y la terca oposici¨®n sindical para implantar una decidida transformaci¨®n tecnol¨®gica que abarate los costes. Los ingleses siguen sin obtener esta posibilidad y pierden dinero a raudales, no obstante lo cual todav¨ªa encuentran sucesivos mirlos blancos dispuestos a perder muchas libras a cambio del prestigio que les da ser propietarios de un gran peri¨®dico, como ocurre con El Times y ¨²ltimamente con The Observer.
Lo m¨¢s habitual es llegar a Berl¨ªn por v¨ªa a¨¦rea eligiendo alguno de los tres corredores que, volando por ellos a la altura autorizada de 3.000 metros, permiten atravesar la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana. Servidos por l¨ªneas aliadas no se permite volar a la Lufthansa, que ha de detener sus vuelos en las cabeceras de esos corredores -Francfort, D¨¹sseldorf, Hamburgo- conforme al acuerdo aliado del 2 de septiembre de 1971, medida tomada sin duda para recordar a los alemanes su ilusoria soberan¨ªa sobre Berl¨ªn.
La residencia de Goebbels, donde estamos, no tiene grandes lujos pero s¨ª un c¨®modo s¨®tano-refugio que no le fue necesario utilizar porque por puro azar no cayeron las bombas aliadas sobre ella. Los italianos se lamentan de la prohibici¨®n sindical para que los periodistas puedan emplear videoterminales. Los Gobiernos se preocupan de evitar el monopolio de la Prensa y tanto en Italia como en Noruega hay limitaciones muy determinadas. En Noruega, por ejemplo, el Parlamento estudia anualmente si en cada ciudad existe m¨¢s de un peri¨®dico, porque se procura que si hay uno haya por lo menos otro de distinta propiedad. Admira mucho a nuestros colegas el que en cinco a?os EL PAIS se haya convertido en el peri¨®dico nacional de mayor venta, que haya tenido beneficios y que incluso haya repartido dividendos en los dos ¨²ltimos ejercicios.
Berl¨ªn Occidental produce a la vez esperanza y melancol¨ªa. Las huellas de su gran pasado, no s¨®lo como capital imperial, sino tambi¨¦n como capital cient¨ªfica, intelectual y art¨ªstica en tiempos de la Rep¨²blica de Weimar dan esa melancol¨ªa, pero levanta el ¨¢nimo ver el dinamismo y fe de los berlineses, en su situaci¨®n de paz forzosa desde hace casi treinta a?os. La visita a Berl¨ªn Oriental es f¨¢cil para un turista, e incluso para un alem¨¢n federal, pero no para un berlin¨¦s occidental, que tiene grandes dificultades si decide visitar al vecino de al lado; el saldo de la visita es negativo porque se perciben los dos grandes sentimientos que depara el comunismo a sus ciudadanos: el miedo y el aburrimiento.
Las relaciones entre la propiedad y los redactores son diferentes en los diversos pa¨ªses, pero todos estuvimos de acuerdo en que no hay una f¨®rmula ideal y que sin una base amplia com¨²n entre la propiedad y la redacci¨®n es dif¨ªcil el compromiso. El nombramiento de director tiene muchos condicionamientos por parte de la redacci¨®n en numerosos peri¨®dicos europeos. Uno de los asistentes, el profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad de California, el se?or Bagdikian, dijo que si en Am¨¦rica hubiera que consultar a la redacci¨®n para nombrar un director resultar¨ªa un acto tan revolucionario como fue para Rusia la Revoluci¨®n de Octubre. Los peri¨®dicos americanos dividen la responsabilidad de lo que en ellos se diga entre la secci¨®n de ?Opini¨®n?, es decir, los editoriales, y la secci¨®n de ?Noticias?, y es curioso que lo m¨¢s prestigioso para un periodista americano es pertenecer a esta ¨²ltima, porque la secci¨®n de ?Opini¨®n? es un poco como el cementerio de los elefantes, donde van a retirarse los periodistas que adquirieron prestigio en la otra secci¨®n.
Preocupaci¨®n com¨²n es la continuidad del esp¨ªritu e ideolog¨ªa de cada peri¨®dico. En Alemania y en Inglaterra se intenta solucionar a trav¨¦s de fundaciones, a las que se da la propiedad del peri¨®dico. Axel Springer, creador del famoso imperio period¨ªstico, que se ve viejo y solo, sin herederos (su ¨²nico hijo se suicid¨® el a?o pasado), piensa en otra poderosa familia, los Burda, que contin¨²e su labor.
Lo nuevo, lo ¨²nico nuevo de los problemas que tiene Berl¨ªn, y quiz¨¢ el mundo, es su perduraci¨®n, su persistencia. Mas toda esa incertidumbre sobre el porvenir de Berl¨ªn se disipa al visitar el Museo Egipcio, frente al castillo de Charlotemburgo, y encontrar el admirable busto policromado de Nefertiti, una de las cimas del arte universal. Nefertiti, cuyo nombre significa ?la hermosa viene?, un piropo que sin duda le ech¨® su esposo, el fara¨®n Akhenaton, y que represent¨® un horizonte nuevo en el hier¨¢tico Egipto, el ?horizonte de Aton?, podr¨ªa simbolizar la libertad de Berl¨ªn. Si alg¨²n d¨ªa los rusos secuestraran a Nefertiti, ech¨¦monos a temblar, porque recuperarla podr¨ªa ser la ¨²nica digna justificaci¨®n, si cupiera alguna, de la guerra final.
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