Hubo careo Su¨¢rez-Armada en el oto?o de 1977
El mando de la operaci¨®n es b¨ªc¨¦falo pero la cabeza de ¨¢guila de Armada es mayor. As¨ª rezan las declaraciones que se atribuyen al comandante Cortina. El nombre del general Armada es el paraguas que todos los procesados abren para salvarse del aguacero del 23-F. Y hasta ahora el general Armada lo niega casi todo. Fueron diecisiete a?os de permanencia de Armada en la Zarzuela. Primero en la casa del Pr¨ªncipe, luego en la casa del Rey. Tras las elecciones de 1977, en el despacho de don Juan Carlos el presidente Su¨¢rez expuso sus agravios frente al general Armada, secretario general de la casa real. Compareci¨® entonces Armada y ambos confrontaron sus posiciones. El Rey estim¨® mayor firmeza en el presidente del Gobierno y Alfonso Armada sali¨® en octubre de la Casa a la Escuela Superior del Ej¨¦rcito y fu¨¦ al ascender destinado a mandar la divisi¨®n de monta?a Urgel n¨²mero 4.Cartas con sello de la casa real hab¨ªan sido remitidas por el general Armada pidiendo el voto para Alianza Popular. Una obsesi¨®n creciente se iba apoderando del Secretario de la Casa Real imbu¨ªdo de una mentalidad cat¨®lico sectaria. Su af¨¢n de reverdecer un pasado de nobleza provinciana gallega abre en su personalidad otra tensi¨®n mesi¨¢nica. Todo ello retorzado por el deseo de prestar grandes servicios, desde un cari?o al Rey que pasaba por encima del propio Rey y, por supuesto, de la soberan¨ªa nacional.
Esa fu¨¦ una de las cuestiones claves invocada por el presidente del Gobierno, Adolfo Su¨¢rez en su conflicto con Armada. Pese a la destituci¨®n de este como ¨²ltimo como secretario de la Casa Real, el general sali¨® convencido de que le asist¨ªa la raz¨®n y que don Juan Carlos as¨ª lo reconoc¨ªa aunque no hubiera tenido mas remedio que inclinarse en esa ocasi¨®n del lado de su antagonista por razones institucionales.
En L¨¦rida, Armada parece a quienes le visitan muy encajado con su destino. A todos comenta las satisfacciones que le produce el mando de la unidad que le ha sido confiada. La preocupaci¨®n pol¨ªtica que le angustiaba ha pasado a un segundo plano. Y entonces, enero de 1981, vuelve a sonar su nombre como posible segundo Jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito (JEME). El teniente general Jos¨¦ Gabeiras Montero hace de este pretendido nombramiento cuesti¨®n de gabinete. El presidente Su¨¢rez muestra inicialmente su oposici¨®n. Cuando le insisten hace un quiebro muy ¨¢gil y se?ala que, si tan favorablemente ha cambiado el general Armada, ser¨¢ mejor nombrarle primer Jefe del Estado Mayor m¨¢s adelante, cuando se produzca su ascenso a teniente general.
El calendario se acelera, la dimisi¨®n de Su¨¢rez altera las previsiones y abre posibilidades hasta entonces cerradas. El ministro de Defensa, Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n, hace causa com¨²n con el general Gabe¨ªras y apoya inflexible la propuesta del nombramiento de Armada como segundo JEME. Son muchas las solidaridades y valores entendidos en juego. Para Gabeiras el nombramiento es la ocasi¨®n de tener a su lado un artillero, compa?ero de arma, y de sentir mas cerca al Rey. Una buena oportunidad de reforzar su trayectoria marcada por la pol¨¦mica que encendi¨® su propia designaci¨®n para el mando militar del Ej¨¦rcito de Tierra. Sus compa?eros en el generalato no le perdona ron el salto que se di¨® en el escala
Al consejo superior del Ej¨¦rcito se le pidi¨® que elevara la correspondiente propuesta, no vinculante legalmente, al Gobierno. El consejo se inclin¨® en favor del teniente general El¨ªcegui Prieto, pero dentro del margen de sus atribuciones el consejo de ministros nombr¨® a un general de divisi¨®n -Jos¨¦ Gabeiras Montero-, el quinto por orden de antig¨¹edad, en la escalilla. Luego vinieron las extra?as compensaciones de ascender a todos los puenteados, en una operaci¨®n muy criticada que rebasaba las plantillas y lleg¨® a ser conocida como los ascensos del Palmar.
Gabeiras lleg¨® a pensar que con Armadajunto a ¨¦l podr¨ªa liberarse de todo ese lastre y concluir brillantemente su mandato. Por eso hasta las siete de la ma?ana del 24 de febrero, cuando ya los guardias civiles hab¨ªan empezado a descolgarse por las ventanas del palacio del Congreso que dan sobre la acera de la carrera de San Jer¨®nimo, el general Gabeiras continuaba siendo partidario de intentar la soluci¨®n Armada. Por eso tambi¨¦n cuarenta y ocho horas despu¨¦s de que todo hubiera terminado Gabeiras redact¨® una nota de plena exculpaci¨®n para Armada que no lleg¨® a hacerse p¨²blica.
Toda la participaci¨®n de Armada no puede comprenderse sin mencionar, como se?alaba una fuente militar de toda solvencia, las esperanzas que le hicieron concebir muchos de sus interlocutores y entre ellos algunos socialistas, cuya estrategia de ataque al presidente Su¨¢rez convalidaba como aceptables soluciones muy discutibles. Por todo ello, la declaraci¨®n m¨¢s esperada cuando llegue el interrogatorio de los procesados es, sin duda, la del general Armada.
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