Los fantasmas del pasado
El fracaso de las pol¨ªticas econ¨®micas convencionales para hacer frente a la crisis econ¨®mica internacional ha revitalizado la pugna entre los seguidores del liberalismo y los partidarios del intervencionismo estatal. La tendencia casi autom¨¢tica a aplicar medidas proteccionistas, cuando cunde la adversidad en las econom¨ªas nacionales, provoc¨® hace tres semanas una importante discusi¨®n en Davos (Suiza), donde los tres m¨¢ximos responsables de las principales organizaciones econ¨®micas internacionales (OCDE, FMI y GATT) se dirigieron a quinientos empresarios y treinta ministros de pa¨ªses miembros para alertar sobre los, peligros que acechan al libre comercio y al sistema de pagos internacionales. La plena dejaci¨®n. al juego libre del mercado o el recurso a una mayor intervenci¨®n estatal a trav¨¦s de medidas defensivas fiscales, monetarias o ampliando la acci¨®n productiva del sector p¨²blico son los dos extremos de la controversia que busca soluciones para remediar la crisis econ¨®mica. En el debate que ofrece estas p¨¢ginas, un neto defensor del mercado libre (Pedro Schwartz), un partidario de un "liberalismo modesto" (Luis Angel Rojo) y un colectivo que preconiza una intervenci¨®n racional y democr¨¢tica del Estado (Arturo L¨®pez Mu?oz) ofrecen con sus opiniones el reflejo de la pol¨¦mica internacional que hoy suscita el diagn¨®stico y tratamiento de la depresi¨®n econ¨®mica.Cuando m¨¢s necesaria se hace la presencia de un sector p¨²blico vigoroso y eficiente para afrontar la crisis econ¨®mica de la Espa?a democr¨¢tica, m¨¢s arrecian los ataques a la intervenci¨®n estatal y las proclamas neoliberales; 1981 ha sido a este respecto un a?o ciertamente ilustrativo. Pero desde posiciones que se fijen metas de progreso y avance hist¨®rico de la sociedad actual, no pueden combatirse las mistificaciones -a falta de inventos y aventuras- de los Silvestre Paradox del liberalismo espa?ol sin comenzar reconociendo el atractivo que puede tener en determinados sectores de opini¨®n el mensaje liberal, en cuanto mensaje antiintervencionista. Sencillamente: por los excesos ineficientes largo tiempo mantenidos de la pol¨ªtica econ¨®mica intervencionista espa?ola. Una pol¨ªtica econ¨®mica -hay que constatarlo, si se contempla el tema con cierto alcance retrospectivo- tan simplista en su concepci¨®n general cuanto complicada en su instrumentaci¨®n concreta, producto hasta cierto punto de una ca¨®tica mezcla de simplismo arbitrista y voluntarismo regeneracionista. Una pol¨ªtica econ¨®mica que casi siempre se ha justificado en la necesidad de evitar competencias est¨¦riles, pero que ha tenido en el miedo al mercado el elemento definidor m¨¢s acusado. Una pol¨ªtica econ¨®mica, en fin, combinaci¨®n de las actitudes defensivas empresariales y de las pr¨¢cticas de una administraci¨®n p¨²blica apegada por tradici¨®n a resortes y sistemas de funcionamiento propiamente corporativos.Las viejas pr¨¢cticas y su continuidad
El intervencionismo econ¨®mico en Espa?a ha tenido, en suma, y a lo largo de casi todo el siglo XX, una serie de rasgos dominantes que no pueden silenciarse. En un breve y apretado resumen podr¨ªan destacarse, al menos, cuatro caracter¨ªsticas.
En primer lugar, ha sido un intervencionismo caracterizado por su intensidad y extensi¨®n. Por su amplitud, en una palabra. No hay pr¨¢cticamente un sector de la econom¨ªa espa?ola que quede al margen de una legislaci¨®n tan copiosa como de dif¨ªcil aplicaci¨®n. Una pr¨¢ctica intervencionista que no ha sido tanto el resultado del avance del sector p¨²blico en una econom¨ªa moderna cuanto de su prolongaci¨®n desordenada y arbitraria en una estructura industrial todav¨ªa fr¨¢gil, que ha requerido regularmente del paternalismo tradicional del Estado.
Desde su consagraci¨®n legal como instrumento b¨¢sico de la pol¨ªtica econ¨®mica, con la dictadura de Primo de Rivera, el intervencionismo espa?ol no se presenta como el desarrollo de un sector p¨²blico con objetivos racionalizadores, sino como una anticuada maquinaria que acude a satisfacer cuantas demandas solicita una industria incapaz de afrontar, especialmente en per¨ªodos de crisis econ¨®mica, una creciente competencia.
La segunda caracter¨ªstica es precisamente el alto grado de ineficacia de dicho intervencionismo. La amplitud del mismo tiene como efecto, en muchas ocasiones, generar una mayor rigidez de la estructura productiva. El cors¨¦ corporativista del que en tantas ocasiones se ha hablado con relaci¨®n al capitalismo espa?ol, no es una met¨¢fora gratuita. Con frecuencia, los niveles de protecci¨®n que se conceden a un sector de intervenci¨®n son neutralizados parcialmente por medidas similares de efectos contrarios. Todo ello, agravado por la ausencia de coordinaci¨®n, que ha convertido la actuaci¨®n del Estado en una pr¨¢ctica contradictoria que, tratando de promover beneficios, termina, sin embargo, por generar costes crecientes para todo el sistema.
En tercer lugar, la intervenci¨®n estatal ha contribuido decisivamente a aumentar el grado de concentraci¨®n y la proliferaci¨®n de las pr¨¢cticas monopolistas. Son muchas las disposiciones administrativas que han multiplicado la interposici¨®n de barreras de entrada a posibles nuevos competidores, creando reservas especiales o aut¨¦nticos statu quo sectoriales, entre los cuales el establecido para el sector financiero ha sido referencia obligada para otras muchas actividades econ¨®micas.
Por ¨²ltimo, ese intervencionismo econ¨®mico que se practica en la econom¨ªa espa?ola se caracteriza tambi¨¦n por su falta de transparencia y su escaso control social, hasta e? punto que, s¨®lo parcialmente, pueden valorarse sus resultados o cuantificarse sus efectos en t¨¦rminos coste / beneficios a nivel sectorial o espacial.
M¨¢s transparencia, m¨¢s control social
?Se comprende, a la vista de estos rasgos del intervencionismo econ¨®mico en Espa?a, el atractivo que puede tener cualquier mensaje liberal, por simplificado, t¨®pico y burdo que sea? Sobre todo si se oculta -como lo hacen quienes hoy predican el nuevo evangelio y, particularmente, los conversos- un dato fundamental: que el intervencionismo descrito no se ha practicado en la mayor parte de los casos contra o forzando la voluntad de los empresarios, o de muchos empresarios, sino como consecuencia precisamente de sus requerimientos al Estado. En esas constantes demandas impuestas por patronales y grupos de presi¨®n, y no tanto en una supuesta malevolencia o incompetencia de funcionarios, hay que buscar la explicaci¨®n de por qu¨¦ el intervencionismo practicado en Espa?a puede considerarse, con no poca raz¨®n, como una suerte de caricatura grotesca de lo que es la intervenci¨®n del sector p¨²blico en una econom¨ªa capitalista contempor¨¢nea.
En cualquier caso, una lecci¨®n s¨ª debe extraerse de la contemplaci¨®n del problema en su perspectiva hist¨®rica: la primera exigencia que hoy ha de plantearse todo aquel que sea partidario de una vigorosa y eficiente presencia del sector p¨²blico en la econom¨ªa espa?ola no es tanto su extensi¨®n, o el recurso a nuevas intervenciones o nacionalizaciones, cuanto la profunda reforma de su sentido y de sus modalidades. Se trata de articular una intervenci¨®n p¨²blica que no s¨®lo supere las limitaciones y deficiencias del mercado en la asignaci¨®n de recursos, sino que tambi¨¦n contribuya a eliminar todas aquellas pr¨¢cticas que distorsionan a¨²n m¨¢s su funcionamiento en favor de determinados grupos de intereses y centros de poder econ¨®mico. Esa intervenci¨®n debe ser, ante todo, transparente y di¨¢fana; contrastada y controlada p¨²blica y socialmente. Y dirigida fundamentalmente a:
1. Satisfacer con mayor eficiencia y generalidad los servicios p¨²blicos (seguridad social, educaci¨®n, transportes, cultura y administraci¨®n, etc¨¦tera).
2. Impulsar un esfuerzo permanente de investigaci¨®n e innovaci¨®n, con programas de desarrollo tecnol¨®gico que permitan hacer frente a la creciente concurrencia internacional.
3. Promover y concertar las reformas estructurales que requiere la modernizaci¨®n del sistema productivo para adaptarse a las alteraciones de precios y costes relativos y a los cambios registrados en la demanda.
4. Impulsar una pol¨ªtica eficaz de desarrollo regional, en colaboraci¨®n con los entes auton¨®micos, que permita reducir los fuertes desequilibrios territoriales que han caracterizado la industrializaci¨®n espa?ola a lo largo del siglo XX.
As¨ª pues, la reforma del sector p¨²blico y de la intervenci¨®n estatal no pasa tanto por la extensi¨®n de sus cometidos para multiplicar rigideces e ineficacias con nuevas nacionalizaciones, por ahora est¨¦riles, cuanto por afrontar con voluntad y decisi¨®n un control efectivo y social de la propiedad p¨²blica, y una racionalizaci¨®n y democratizaci¨®n de todas sus actuaciones, para que sea capaz de asumir con eficiencia las m¨²ltiples tareas que tiene encomendadas en una sociedad moderna.
Arturo L¨®pez Mu?oz es el seud¨®nimo colectivo de J. L. Garc¨ªa Delgado, Juan Mu?oz y Santiago Rold¨¢n, catedr¨¢ticos de Estructura e Instituciones Econ¨®micas.
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