Visconti, Cernuda y Luis de Baviera
El reciente estreno en Espa?a de Ludwig, pel¨ªcula en la que el realizador italiano Luchino Visconti realiza una especie de elogio de la falsa y ambigua locura, muy a su modo, lleva al autor de este art¨ªculo a reflexionar sobre otras versiones, especialmente po¨¦ticas, de este personaje recreado varias veces de acuerdo con sensibilidades opuestas.
Tem¨ª que, con la edad, se hubiese enternecido Visconti y que, al hacer Ludwig, olvidando que ¨¦l era el se?or y no el siervo, se hubiese compadecido de s¨ª mismo, o de sus actores, o de Luis II de Baviera; y tem¨ª que, adem¨¢s de compadecerlos, contra toda justicia po¨¦tica y contra toda verosimilitud dial¨¦ctica, los salvara; o que tratara de salvar siquiera al joven rey, "joven y hermoso, como dios nimbado / por esa gracia pura e intocable del mancebo"; o que, como Luis Cernuda, hubiera acabado reafirmando ese mito rom¨¢ntico "de pureza rebelde que tierra apenas toca".Tem¨ª, en una palabra, que Visconti hubiera cometido el mismo error que cometi¨® Cernuda al escribir "Luis de Baviera escucha Lohengrin" y que ese error, "obrando sobre ¨¦l, dej¨¢ndole indefenso", le hubiera conducido a terminar su pel¨ªcula y su vida "ya no rey, sino siervo de la humana hermosura". Eduardo Naval, que me dio la idea de comparar pel¨ªcula y poema, me sugiri¨® que diera por supuesto que Visconti conoc¨ªa el poema y, m¨¢s a¨²n, que hab¨ªa, de hecho, escrito y dirigido su pel¨ªcula en contraposici¨®n al mismo. Hay dos clases de romanticismo: uno, evasivo, f¨¢cil de pensar, y otro, objetivo, dif¨ªcil de pensar. Cernuda, que no fue un rom¨¢ntico barato, es, en el poema de referencia, evasivo. Visconti que de cuando en cuando es f¨¢cil, fue objetivo esta vez. E implacable. Veamos:
La pel¨ªcula, que se encuadra como proceso al rey de Baviera, se inicia con magnificencia visual an¨¢loga a la magnificencia verbal de los dos primeros versos del poema: "S¨®lo dos tonos rompen la penumbra: / destellar de alg¨²n oro y estridencia granate". A partir de dos "instantes privilegiados" (la coronaci¨®n y la audici¨®n de Lohengrin), pel¨ªcula y poema se desarrollan como dos relatos esenciales y no realistas de la vida de un determinado individuo. El esquematismo del Ludwig, lamentado en Espa?a por algunos cr¨ªticos de cine, se debe, de acuerdo con Nietzsche, a la voluntad de reducir a un m¨ªnimo la representaci¨®n de caracteres y el refinamiento psicol¨®gico. Lo mismo Visconti que Cernuda, han evitado h¨¢bilmente "producir un efecto tan individual que el espectador no sentir¨¢ ya en modo alguno el mito, sino la poderosa verdad naturalista y la fuerza imitativa del artista" (El origen de la tragedia. Traducci¨®n de A. S¨¢nchez Pascual). Si realismo, seg¨²ndicen, es indefinite enumeration, s¨®lo la novela, realista o no realista, es realista. Cine y poemas proporcionan, en cambio, instant¨¢neas esenciales.
Y ?qu¨¦ instant¨¢nea esencial proporcionan respecto de Luis II de Baviera? Seg¨²n Cernuda, escuchando Lohengrin o "sobre las cimas nevadas de las sierras m¨¢s altas de su reino, Luis de Baviera se halla "donde la soledad y el sue?o le ci?en su ¨²nica corona". Seg¨²n Visconti, la ¨²nica corona real de Luis de Baviera es la del reino de Baviera; esa es la ¨²nica corona que, de hecho, es exclusivamente suya. La otra, parad¨®jicamente, es la corona com¨²n, sin duda nobil¨ªsima, que soledad y sue?o ci?en, por analog¨ªa de proporcionalidad impropia, a cualquier sujeto parecido.
La cultura rom¨¢ntica, que es una defensa de la subjetividad en lo que ¨¦sta tiene de singularidad inalienable y pura, es, en principio, irreprochablemente democr¨¢tica: "Todos", dice Schelling, "poseemos un poder misterioso que permite sustraernos a las huellas del tiempo y despojarnos de todas las relaciones exteriores, para entrar en nosotros mismos y contemplar lo eterno en su forma inmutable". L¨¢stima, dir¨ªa yo, que lo primero que uno encuentra dentro de uno mismo sea la par¨¢lisis agitante de las singularidades de un yo que ya no las tolera de puro singulares que son, de puro detalladas e insignificantes.
La singularidad pura se pasa el d¨ªa en un grito. Un grito, por supuesto, insignificante -como el dolor de muelas de Luis de Baviera que, magistralmente, Visconti intercala en la narraci¨®n y subraya vigorosamente, grotescamente-. Frente a la deliberada belleza de la instant¨¢nea cernudiana, la dura objetividad viscontiana que, mediante la fealdad de un padecimiento com¨²n, dice simplemente -pero, justo, al principio del fin-: "Erase una vez un joven rey homosexual a quien dol¨ªan much¨ªsimo las muelas". Una corona, un dolor de muelas y una homosexualidad: he aqu¨ª las tres singularidades de Luis de Baviera, que Visconti subraya. ?Cu¨¢l de esas tres singularidades era, para Luis de Baviera, la m¨¢s suya? Mis objeciones al poema, est¨¦ticamente irreprochable, de Cernuda provienen de lo que yo considero su af¨¢n de glorificar a Luis de Baviera recluido en el interior de su singularidad menos propia: la de su timidez, la de sus ensue?os, la de su hornoxesualidad. "La melod¨ªa", dice Cernuda, "le ayuda a conocerse, a enamorarse de lo que ¨¦l mismo es. Y para siempre en la m¨²sica vive. Esto es falso. Y es falso que, como se lee en la estrofa anterior, sea "el destino del rey desearse a s¨ª mismo", lo que transforme al rey de Baviera "como en flor, en cosa hermosa, inerme, inoperante, / hasta acabar su vida gobernado por lacayos". S¨®lo un lacayo es gobernado por lacayos. S¨®lo dese¨¢ndose a s¨ª mismo en la singularidad mediatizada (e impura, por consiguiente) de su papel real ("el destino del rey") pod¨ªa Luis de Baviera enloquecer en serio.
Visconti ha tenido el f¨¦rrero y noble acierto de hacernos ver la simple c¨¢scara de la locura, la falsa locura, el ambiguo aspectro de un furor heroico... tolerado para menores. El dif¨ªcil romanticismo, el reino de la locura verdadera donde la soledad nos aguarda, es de este mundo.
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