Primer incidente
Por favor, si¨¦ntense. El defensor del capit¨¢n Alvarez-Arenas tiene la palabra.As¨ª, a las 13.30 horas de ayer, primer aniversario de la intentona del 23 de febrero, con tres horas y media de retraso sobre el horario normal de sesiones, se constitu¨ªa la Sala que est¨¢ enjuiciando a los presuntos golpistas.
El defensor de Alvarez-Arenas, con recursos de oratoria ce?uda, hizo constar, en nombre propio y del resto de la defensa, su en¨¦rgica protesta por la publicaci¨®n de un reportaje en el Diario 16 de la ma?ana sobre el comportamiento de su defendido durante la incorporaci¨®n de la Polic¨ªa Militar de la Acorazada al Congreso ocupado por los guardias civiles de Tejero. "Grave intromisi¨®n e interferencia en la actuaci¨®n judicial", "grav¨ªsima provocaci¨®n a este Consejo, al Ministerio P¨²blico, a la defensa, a los procesados y, a cualquier persona que tenga un m¨ªnimo sentido de la honestidad", "agravio a la instituci¨®n militar y al honor de sus miembros", "intolerable e ignominiosa calumnia" y otras frases por el estilo dieron el tono de la intervenci¨®n del letrado G¨®mez Garc¨ªa.
A continuaci¨®n le fue concedida la palabra al fiscal, que lament¨® la publicaci¨®n del reportaje y la inoportunidad de la fecha y anunci¨® la instrucci¨®n al fiscal de la I Regi¨®n Militar para que ejercite la acci¨®n penal que corresponda para el debido esclarecimiento de los hechos determinados en el citado reportaje. El fiscal resalt¨® que no se afirmaba en tal reportaje que la informaci¨®n hubiera sido recogida en la Sala y que nada, por tanto, imped¨ªa la continuaci¨®n de la vista.
El Presidente de la Sala concedi¨® la palabra al letrado y coronel Salvador Escandell, quien habl¨® en nombre del teniente general De Santiago (ambos defienden al coronel Ib¨¢?ez Ingl¨¦s) y, en tono a¨²n m¨¢s tronante que el empleado por el defensor de Alvarez-Arenas, se refiri¨® a la "injuria grav¨ªsima" sufrida por su defendido y por toda la instituci¨®n militar. Aqu¨ª sonaron los primeros aplausos, cerrados, en las filas de los familiares de los encausados.
A continuaci¨®n el Presidente anunci¨® la suspensi¨®n de la acreditaci¨®n period¨ªstica de Diario 16 "hasta que se provea sobre el incidente por el art¨ªculo As¨ª asaltamos el Parlamento". Las palabras del Presidente fueron apagadas por otra salva de aplausos y gritos de "fuera"," fuera" (principalmente voces femeninas). Tras un toque de campanilla y pedir orden en la Sala, el Presidente prosigui¨®: "Por los servicios de orden compruebes¨¦ el cumplimiento de esta orden".
Pedro J. Ram¨ªrez, director de Diario 16, quien est¨¢ informando del juicio para su peri¨®dico, tom¨® sus notas hasta ese momento, en que la Polic¨ªa Militar que guarda la Sala se incorpor¨®, y, tras algunas dudas iniciales sobre qu¨¦ periodista retirar, le acompa?¨® a la salida. Un alto funcionario de la Secretar¨ªa de Estado para la Informaci¨®n evit¨® el bochorno de que el director de Diario fuera conducido bajo directa presi¨®n de la polic¨ªa militar al exterior del recinto.
Varios periodistas acompa?aron al expulsado, mientras se repet¨ªan gritos de repulsa por parte de familiares. Voces perfectamente identificables como procedentes de los asientos reservados a las comisiones militares que asisten como observadoras al proceso gritaron repetidamente "?A la mierda!", mientras Pedro J. Ram¨ªrez y otros periodistas abandonaban la Sala.
Restablecido el silencio, el Fiscal continu¨® solicitando la lectura de declaraciones. A los escasos minutos, Pedrol Rius, decano de los abogados, abandonaba el estrado de los observadores jur¨ªdicos, seguido de otros letrados. Hay que tener en cuenta que de la Sala se entra y se sale durante las sesiones a voluntad; de hecho, Pe drol regres¨® a la vista. Pero esta salida de Pedrol para recabar in formaci¨®n sobre el director de Diario provoc¨® otro movimiento de periodistas, que abandonaron la Sala en el entendimiento de que se estaban produciendo retiradas en protesta por la decisi¨®n del Presidente del Tribunal. Finalmente, con ocho periodistas en las tres filas de sillas reservadas a la Prensa, continu¨® la sesi¨®n hasta las dos y media. Ya en la sesi¨®n de la tarde la Prensa se restituy¨® a sus puestos.
Todo hab¨ªa empezado bien. Acaso demasiado bien; en un ambiente de cierto recelo entre familiares de los procesados y periodistas, pero que iba alcanzando cotas de aparente cordialidad. Obligados a convivir durante las esperas en espacios muy reducidos, se acaban comentando las cosas con respeto y hasta cierto humor, ya que no con simpat¨ªa. Se alargaban los minutos sin que se constituyera la Sala y un grupo de periodistas bromeaba con la esposa y una de las hijas del capit¨¢n de nav¨ªo Camilo Men¨¦ndez sobre los errores en la identificaci¨®n de fotograf¨ªas, sin que nada hiciera prever la tensi¨®n y la agresividad de pocas horas despu¨¦s.
Pronto el murmullo del amplio pasillo en el que se espera para acceder a la Sala corri¨® la noticia de que los procesados se negaban a presentarse a juicio si no se retiraba el autor del art¨ªculo matutino de Diario. Cre¨ªan, al parecer, que cubr¨ªa la informaci¨®n. Sacados de su error, exigieron la retirada del informador del peri¨®dico. Pedro J. Ram¨ªrez fue requerido por el general Toquero, jefe de Prensa de la Defensa, y durante tres cuartos de hora intent¨® convencerle de que se retirara voluntariamente para poder continuar el juicio. Llegada de Pedrol y reuni¨®n permanente del Tribunal y los defensores para encontrar una soluci¨®n a esta original huelga de procesados. Incitaciones a la calma y la reflexi¨®n por parte de los responsables militares del seguimiento del juicio y cierto aplanamiento de ¨¢nimos y conductas por parte de todos y que quisiera reflejar en estas l¨ªneas.
Pese a los incidentes rese?ados, no se produjeron ni demasiadas malas caras ni nerviosismos. El entendimiento de que hay que hacer uso de elevadas dosis de buena voluntad est¨¢ en la conciencia de la mayor¨ªa. Y as¨ª, esta suerte de 23-F contra la Prensa por parte de los procesados ha podido llevarse -el asunto no est¨¢ solventado- sin m¨¢s tensiones que las inherentes al problema, que no son pocas. Y en el comportamiento de los periodistas que cubren este proceso, en su responsabilidad, reside, hasta ahora, el mayor m¨¦rito.
?Pod¨ªa el Presidente de la Sala hacer otra cosa? Tres posibilidades ten¨ªa en su mano: obligar a comparecer en la Sala a los procesados mediante coacci¨®n de la Polic¨ªa Militar; proseguir el juicio sin ellos y -pr¨¢cticamente seguro- sin la presencia de alg¨²n abogado; resolver peligrosamente el incidente mediante la expulsi¨®n de Diario-16 de la Sala. Lo primero probablemente hubiera conllevado una presi¨®n f¨ªsica sobre Milans, Armada, Torres Rojas o San Mart¨ªn. Lo segundo, la suspensi¨®n de la vista hasta que un nuevo letrado estudiara tan largo sumario. Lo ¨²ltimo, lo decidido por el Presidente del Tribunal implica terreno ganado por los procesados, que pueden, a lo que se ve, decidir a qu¨¦ hora empiezan las sesiones y qu¨¦ periodistas van a informar sobre sus conductas p¨²blicas. El Presidente no ten¨ªa muchos resquicios por los que enderezar una decisi¨®n justa y procesalmente irreprochable y es muy posible que haya tomado una decisi¨®n que pretend¨ªa sabia.
Otras consideraciones caben sobre este incidente. La primera, que nada hace suponer que vaya a ser el ¨²ltimo. Ayer -y ese el peligro de la expulsi¨®n de Pedro J. Ram¨ªrez, a quien, encima, no se le evit¨® siquiera el castigo con el bochorno de la expulsi¨®n f¨ªsica y p¨²blica- los procesados han ganado un escal¨®n en su pulso con la Sala. Acaso sea el momento de decir ahora que aqu¨¦llos no guardan Sala: cruzan sus piernas o simplemente hacen esperar al Tribunal o no lo saludan al retirarse. La hora de los interrogatorios y de la mayor intensidad del juicio no puede esperarse, a la vista de lo de ayer, con demasiado optimismo.
Ayer, estos hombres, alguno de los cuales podr¨ªa haber sido condenado a muerte, de no mediar un proceso democr¨¢tico, que reform¨® el C¨®digo que los juzga, pretendieron enjuiciar una informaci¨®n que, en su d¨ªa, ser¨¢ analizada por los Tribunales. Y, desdichadamente, con la ayuda de sus abogados defensores lo consiguieron en parte. Y acerca de los calificativos de ¨¦stos, le¨ªdos en representaci¨®n, lo menos que puede afirmarse es su abierta demagogia, destinada a excitar sentimientos elementales de dignidad militar. Su recusaci¨®n de ayer a la Prensa en la figura de Diario 16 denota su completo desconocimiento del significado de la libertad de expresi¨®n, sus l¨ªmites y sus correcciones y su l¨²cido an¨¢lisis sobre la relaci¨®n entre prensa libre y sociedad libre.
Por lo dem¨¢s, la breve vista de ayer dio para la lectura de declaraciones de oficiales de la Guardia Civil que tomaron el Congreso y la del capit¨¢n de nav¨ªo Camilo Men¨¦ndez. Capitanes y tenientes de la Benem¨¦rita afirmando imp¨¢vidos que fueron al Congreso a ayudar, a prestar un servicio, a obedecer y salvar al Rey. El capit¨¢n Ignacio Rom¨¢n llega a declarar que no obedeci¨® la orden de retirada del general Aramburu en la creencia de que ¨¦ste quer¨ªa dar un golpe de Estado. Camilo Men¨¦ndez es un monumento a la teor¨ªa de nada entre dos platos, a la bonhom¨ªa y al hombre a quien nadie hace caso, sin que ello disuelva sus responsabilidades. En honor de su esposa y de su hija, amablemente indignadas con este peri¨®dico, dejemos as¨ª las cosas en una jornada en la que los periodistas recibieron una bofetada y colocaron la otra mejilla. Todo estar¨¢ bien si es la ¨²ltima que se reparte.
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