?De verdad se quiere combatir el despilfarro?
En una ¨¦poca como la actual, presidida por m¨²ltiples campa?as publicitarias, es sospechoso comprobar que nadie se ha preocupado de concienciar a los ciudadanos para que ayuden al reciclaje de muchos productos de uso com¨²n, lo que ahorrar¨ªa bastante dinero. Ya hace bastante tiempo que empieza a abrirse paso la idea de que el hombre est¨¢ siendo tan nocivo para su entorno como la langosta b¨ªblica. Cuando fue erigido rey de la Creaci¨®n -por la divinidad o por los propios humanos, que en esto no hay consenso- no se previeron, naturalmente, los medios necesarios para que este reinado no se transformara en absoluto y tir¨¢nico. As¨ª, el ser humano, que se considera due?o indiscutible de todo lo que se encuentra sobre la faz de la tierra y bajo ella, en los mares y en el espacio, malgasta todos los preciosos dones de la naturaleza, se multiplica con furor, s¨®lo explicable en la ¨¦poca en que el mundo era habitado por una pareja, y destruye, ensucia y emponzo?a bosques y r¨ªos, nubes y oc¨¦anos.La alarma ante esta depreciaci¨®n y este despilfarro se ha agudizado a partir de la crisis de la energ¨ªa, pero ya exist¨ªan voces m¨¢s antiguas que clamaban, desgraciadamente, en el desierto. Sobre los da?os de la superpoblaci¨®n, por ejemplo, hace ya m¨¢s de veinte a?os que el doctor norteamericano Paul Ehrlich public¨® su famoso libro The Population Bomb, en el que comparaba la destructividad del aumento desenfrenado de la poblaci¨®n humana con la m¨ªtica bomba at¨®mica, y desde finales de los a?os sesenta el Club de Roma trabaja denodadamente por imponer un poco de cordura a nuestra desbocada furia consumista.
Habida cuenta de nuestro tipo de desarrollo econ¨®mico, basado fundamentalmente en la incitaci¨®n al consumo, uno no se acaba de creer que las exhortaciones al ahorro de primeras materias y energ¨ªa que se nos se?alan desde diversos medios econ¨®micos sean sinceras. ?Puede concebirse un fabricante que trate de convencer a los consumidores de sus productos para que le compren menos? Las pocas empresas que tal hacen, como es el caso de los fabricantes de electricidad, m¨¢s parecen querer seguir la tesis de los ¨¢rabes del petr¨®leo: vender menos, pero a mayor precio.
Mil y una contradicciones
Que el consumo de luz o fuerza disminuya un tanto no debe afectarle s mucho, a juzgar por las facilidades que se les conceden para subir sus tarifas a pesar de los suculentos beneficios que obtienen. Para que se puedan tomar en serio estos escasos y aislados buenos prop¨®sitos contra el despilfarro tendr¨ªan que cesar las innumerables contradicciones que existen en nuestro mundo econ¨®mico.
Cargar la culpa del despilfarro actual, por el contrario, en este mismo exceso de poblaci¨®n, mientras que los ciudadanos de las naciones ricas consumen cincuenta veces m¨¢s que los de las pobres, es no s¨®lo insensato, sino c¨ªnico. Imposible tomar en serio la austeridad invocada mientras cada vez se busque m¨¢s por parte de los fabricantes el manufacturar bienes "desechables". Para las conservadoras clases empresariales del mundo lo ¨²nico que debe durar toda la vida es el matrimonio.
Si prescindimos, pues, de todas estas exhortaciones que se adivinan hechas de labios afuera o que no pasan de ser especulaciones te¨®ricas con escasa incidencia. en la vida pr¨¢ctica, hay aspectos muy cercanos y concretos del ahorro en energ¨ªa y primeras materias que, sin embargo, no son objeto de publicidad alguna. La televisi¨®n, con su incisiva penetraci¨®n en mentes y hogares, se deja para otros temas, especialmente los pol¨ªticos.
Respecto al papel, por ejemplo, si ¨¦ste se hiciera de residuos del petr¨®leo, podr¨ªa uno desentenderse de su uso y abuso; pero es que esta hoja en la que estoy escribiendo, las p¨¢ginas en las que esto se publique, esa materia maravillosa en la que descansa la cultura y tantas otras cosas inherentes a nuestra civilizaci¨®n, sale de los bosques, y para obtenerla no hay m¨¢s remedio que destruirlos. Asusta pensar que un peri¨®dico de gran tirada consume quinientas hect¨¢reas de bosque cada a?o y que un dominical como el del New York Times agosta cincuenta hect¨¢reas de perfumado y oloroso monte.
Y sin embargo, todos esos anuncios y formularios que atestan nuestros buzon¨¦s, las cajas de cart¨®n y los peri¨®dicos viejos tienen mejor destino que el ser incinerados, porque diez o quince kilos de peri¨®dicos usados que se entreguen a los compradores de papel viejo representan un ¨¢rbol ahorrado, y si multiplicamos esto por todos los habitantes de nuestro mundo podr¨ªamos evitar el horror de que inmensos bosques, con sus aromas y sus trinos, se perdieran cada d¨ªa en la basura. Si esto es de tal importancia, ?c¨®mo es que no se ve ni un solo anuncio en televisi¨®n sobre el tema? ?O es que los fabricantes de pasta de papel se desinteresan por las fuentes de su fabuloso negocio?
Y con el vidrio pasa tres cuartos de lo mismo. M¨¢s de 50.000 toneladas de botellas de cristal se lanzan todos los d¨ªas a los vertederos solamente en Madrid, dificultando, adem¨¢s, la recogida de basuras y su incineraci¨®n. Y, sin embargo, la refundici¨®n del vidrio de las botellas usadas supondr¨ªa un ahorro para los fabricantes de tres pesetas por casco, y esto no es una lucubraci¨®n de los que escriben en los peri¨®dicos; as¨ª lo afirma la propia Asociaci¨®n Nacional de Empresas de Fabricaci¨®n de Envases de Vidrio. Pues a pesarde ello tampoco se detecta una campa?a encaminada a fomentar este: ahorro. La prueba hecha en el madrile?o barrio de Moratalaz, en el que se han instalado un centenar de contenedores para recoger botellas vac¨ªas, no pasa de ser eso: un ensayo aislado.
El reciclaje -y perd¨®n por tan b¨¢rbara palabra- de muchos productos de uso com¨²n, que ahorrar¨ªa tanto dinero, no parece gozar de gran predicamento entre las clases empresariales.
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