Los 365 d¨ªas de Calvo Sotelo
AYER HIZO un a?o que Leopoldo Calvo Sotelo fue investido como segundo presidente de Gobierno de la etapa democr¨¢tica. abierta por la Constituci¨®n de 1978. Obligado a pasar un segundo examen al no haber obtenido la mayor¨ªa absoluta de los sufragios de los diputados en la primera vuelta, el golpe de Estado frustrado del 23 de febrero, si bien retras¨® en dos d¨ªas su nombramiento, le permiti¨® conseguir, en cambio, la mayor¨ªa absoluta de los votos de la C¨¢mara. Pero el asalto al Congreso no influy¨® tan s¨®lo en el bautismo del nuevo presidente, sino que tambi¨¦n ha marcado profundamente, con su recuerdo y con los temores a su repetici¨®n, los doce meses de vida p¨²blica transcurridos desde entonces. Aunque el jefe del Ejecutivo insista en un juego de palabras y se recree en la ilusi¨®n de su democracia vigilante, la gran mayor¨ªa de los espa?oles contin¨²a sinti¨¦ndose, muy a pesar suyo, en una democracia vigilada.Nadie puede desde?ar la magnitud y la gravedad de los desaf¨ªos que aguardaban, el 25 de febrero de 1981, al reci¨¦n electo jefe del poder ejecutivo, cuya aceptaci¨®n de la presidencia del Gobierno para realizar tareas muy distintas a las que el Comit¨¦ Ejecutivo de UCD y el congreso de Palma le hab¨ªan encomendado le hizo acreedor de, merecidos elogios. El hombre escogido por sus pares -con el cualificado voto del dimitido Adolfo Su¨¢rez- para administrar la crisis econ¨®mica, capear las tensiones internas del centrismo y coordinar la pol¨ªtica estatal hasta la convocatoria de unas elecciones generales se vio abocado, de la noche a la ma?ana, a desempe?ar la presidencia del Gobierno en una crispada y tensa situaci¨®n de cuyo adecuado tratamiento depend¨ªan nada menos que la supervivencia de la Monarqu¨ªa parlamentaria, el r¨¦gimen de libertades y las instituciones democr¨¢ticas. La carga de esas responsabilidades hist¨®ricas, nada codiciables, ha tenido el contrapeso de una colaboraci¨®n decidida de la oposici¨®n. Sin el apoyo activo, en algunos terrenos, y la neutralizaci¨®n pasiva, en otros asuntos, de Felipe Gonz¨¢lez y el PSOE, Calvo Sotelo no hubiera durado quiz¨¢ demasiado tiempo en la cabecera del banco azul. Si la estrategia de acoso y derribo utilizada por los socialistas contra el presidente Su¨¢rez desde la primavera de 1980 hubiera sido aplicada contra su sucesor, los estragos de la ofensiva habr¨ªan sido seguramente irreparables. Por supuesto, Felipe Gonz¨¢lez no ha actuado as¨ª por generosidad, sino por el convencimiento de que un jaque mate al presidente del Gobierno antes del juicio del 23 de febrero hubiera puesto fin probablemente a la posibilidad de seguir jugando dentro de las reglas democr¨¢ticas.
De esta forma, buena parte de los m¨¦ritos registrables en estos doce meses se deben tanto a la colaboraci¨®n o a la discreci¨®n de los socialistas -y de otros partidos de oposici¨®n, seg¨²n los casos, como el comunista y las minor¨ªas nacionalistas- como a los propios aciertos del presidente del Gobierno. Los pactos auton¨®micos y los acuerdos econ¨®micos han sido, obviamente, obra de las dos partes implicadas en la negociaci¨®n. La paz social de los ¨²ltimos meses, vinculada con el ANE pero tambi¨¦n con el temor al desempleo y a la amenaza golpista, es una de esas valiosas ayudas prestadas al Gobierno desde la sociedad, el mundo sindical y la oposici¨®n parlamentaria. El ingreso de Espa?a en la OTAN, cuesti¨®n que el Gobierno insisti¨® en plantear con grandes prisas e insuficiente debate, pese a las conflictivas repercusiones que esa medida necesariamente producir¨ªa en sus relaciones con los socialistas, no cort¨® la estrategia de concertaci¨®n en otros terrenos con el PSOE, que mantuvo, por lo dem¨¢s, su protesta dentro de las fronteras de la prudencia y la cautela. Ni siquiera un esc¨¢ndalo tan grave y doloroso como el envenenamiento masivo por aceites adulterados, en cuya importaci¨®n y comercializaci¨®n la Administraci¨®n p¨²blica descuid¨® sus tareas de vigilancia y control, recibi¨® de la oposici¨®n parlamentaria el tratamiento cr¨ªtico que hubiera sido inexcusable en un sistema de democracia consolidada. Y se sald¨® con una rid¨ªcula reforma gubernamental en la que los ministros aparentemente m¨¢s responsables incluso resultaron premiados con ascensos.
El Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo ha presidido tambi¨¦n un apreciable reflujo de las actividades terroristas, consecuencia en parte del buen trabajo policial de esta y anteriores etapas. En este relativo debilitamiento de las distintas ramas de ETA tambi¨¦n ha influido de manera decisiva el aislamiento social de los terroristas, resultado a su vez de la estrategia auton¨®mica que arranca de la aprobaci¨®n del Estatuto de Guernica y que ha tomado cuerpo con la puesta en funcionamiento de las instituciones vascas de autogobierno.
La gravedad de la crisis mundial y los males arrastrados desde hace muchos a?os por nuestra econom¨ªa impiden hacer sangre con los pobres logros alcanzados en ese terreno por la pol¨ªtica gubernamental, injustificadamente lanzada, sin embargo, a hacer la loa de sus improbables aciertos. Dos millones de parados, el estancamiento del producto interior bruto (PIB), el descenso de la renta per c¨¢pita y el incremento de las diferenciales respecto a las tasas de inflaci¨®n europeas dif¨ªcilmente pueden anunciarse con himnos triunfales, sobre todo si se recuerda que la ineficiencia y los despilfarros de la Administraci¨®n p¨²blica, cuya reforma parece tan inalcanzable como el vellocino de oro, incrementan el d¨¦ficit e impiden desviar hacia la inversi¨®n productiva la parte desperdiciada en gastos corrientes. En pol¨ªtica exterior, el Gobierno, tras la aprobaci¨®n del Parlamento a nuestra entrada en la OTAN, parece sumido en la melancol¨ªa del cumplimiento.
As¨ª como el naufragio de UCD en Andaluc¨ªa, el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a en los primeros meses de 1980 fue endosado, con raz¨®n, a la p¨¦rdida de imagen de Adolfo Su¨¢rez, el estrepitoso fracaso de los centristas en Galicia tambi¨¦n implica, de forma directa, a Leopoldo Calvo Sotelo, que tuvo que contemplar el triunfo de Alianza Popular hasta en el propio Ribadeo. La crisis ministerial del pasado diciembre dej¨® al Gobierno m¨¢s o menos como estaba, seguramente por la incapacidad de su presidente para encontrar una soluci¨®n alternativa menos mala y disgregadora. Aun as¨ª, el partido del Gobierno ha sufrido en las ¨²ltimas semanas la escisi¨®n, por su derecha y por su izquierda, de un n¨²mero apreciable de diputados, entre ellos tres ex ministros y el ex portavoz del grupo parlamentario. Esa ruptura por las dos alas, la socialdem¨®crata y la conservadora, apunta a las dos alianzas posibles de UCD tras las pr¨®ximas elecciones: un acuerdo de legislatura y de gobierno con el PSOE o un pacto de la misma naturaleza con la coalici¨®n de Manuel Fraga.
Leopoldo Calvo Sotelo, en cualquier caso, ha dado muestras hasta ahora de su decisi¨®n de cumplir la palabra dada a la opini¨®n p¨²blica en lo que respecta a la duraci¨®n de su mandato al frente del Gobierno. Esto no es poco, y demuestra un coraje pol¨ªtico tanto m¨¢s de agradecer cuanto que son moneda corriente los comentarios sobre la mediocridad de la gesti¨®n gubernamental. Su prop¨®sito de apurar al m¨¢ximo la vida de esta segunda legislatura y su voluntad de no hacer el juego sucio de disolver las Cortes y convocar elecciones anticipadas antes de la conclusi¨®n del juicio del 23-F, que s¨®lo se podr¨ªan celebrar en tales condiciones bajo el mandato del miedo, son una manifestaci¨®n de honestidad. Porque la pol¨ªtica militar de Leopoldo Calvo Sotelo, dentro de cuyas fronteras se inscribe el juicio contra los golpistas, pendiente a¨²n de finalizaci¨®n y de sentencia, ser¨¢ la aut¨¦ntica piedra de toque de su gesti¨®n al frente del poder ejecutivo y la cuesti¨®n fundamental que los historiadores tendr¨¢n en cuenta a la hora de interpretar y valorar su comportamiento como segundo presidente constitucional de la nueva Espa?a democr¨¢tica.
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