Int¨¦rprete asombroso
Mart¨ªnez Soria -"Don Paco"- era el ¨²ltimo superviviente de una manera de hacer teatro que todav¨ªa no ha encontrado una sustituci¨®n firme. Con una compa?¨ªa muy corta y casi an¨®nima, centrada solamente en su figura y con muy pocas obras -puede que en toda su vida de primer actor no estrenara m¨¢s de veinte- llenaba los teatros; y los ha seguido llenando hasta el momento de su muerte. Durante a?os y a?os su regularidad ha sido asombrosa, y m¨¢s asombrosa a¨²n en un medio tan movedizo y tan incierto como es el teatro: su temporada de Madrid, la de Barcelona -en su propio teatro Tal¨ªa-, la gira que le llevaba por las mismas plazas en las mismas fechas (desde luego, las ferias del Pilar en Zaragoza, donde el Ayuntamiento puso su nombre a una calle) y en la temporada de descanso de su compa?¨ªa una pel¨ªcula al a?o. Pod¨ªa volver con la misma obra a las mismas ciudades -y hasta cuando camb¨ªaba de programaci¨®n la obra nueva se parec¨ªa como una gota de agua a la anterior- durante a?os y el mismo p¨²blico le tributaba siempre los mismos aplausos.Naturalmente el desd¨¦n, sobre todo la deliberada ignorancia, de los intelectuales, y su teatro nunca fue calificado con la cada vez m¨¢s equ¨ªvoca palabra de "cultura": ni siquiera cuando se atrevi¨® con Moli¨¦re y represent¨® El avaro porque hasta en esa ocasi¨®n lo que se vio en el escenario no fue a Moli¨¦re sino como siempre a Mart¨ªnez Soria. Pertenec¨ªa a esa raza de actores a los que se va a ver no porque interpreten un personaje estudiado, sino porque son siempre ellos mismos. La misma voz, el mismo gesto...
Por consiguiente, gan¨® mucho dinero. El dinero le fascinaba, pero habr¨ªa que ver en esa fascinaci¨®n algo m¨¢s que el simple poder econ¨®mico: para ¨¦l el dinero no era tanto un medio para conseguir otras cosas (para comprar, para consumir), como una consecuencia: era el resultado de su ¨¦xito y , por consiguiente, la prueba clara y tangible de que hab¨ªa acertado y acertaba cada d¨ªa. Lo que hab¨ªa ganado le hubiese permitido no seguir trabajando cuando estaba a punto de cumplir los ochenta a?os. Pero lo segu¨ªa haciendo porque para ¨¦l estar en el teatro era lo mismo que estar vivo y que seguir gozando de una especie de don divino. Hombre de otros tiempos...
Sin embargo, este representante de una forma muy caracter¨ªstica de hacer teatro en otra ¨¦poca, no pertenec¨ªa a ninguna tradici¨®n teatral, a ninguna dinast¨ªa. Aparte de esas t¨ªpicas funcioncillas de aficionados en los colegios y de una vocaci¨®n bastante clara, Mart¨ªnez Soria nunca hubiera sido actor de no haber sucedido la guerra y probablemente su carrera se hubiera quedado en peque?¨ªsimos papeles en el cine. Su trabajo era el de viajante de comercio y lo perdi¨® en la guerra. Ech¨® entonces mano de su afici¨®n, se present¨® en Barcelona, le contrat¨® uno de los m¨¢s espectaculares actores c¨®micos de la ¨¦poca (Rafael L¨®pez Somoza), con el que lleg¨® a Madrid despu¨¦s de la guerra y unos meses m¨¢s tarde, sin apenas experiencia y sin haber pertenecido jam¨¢s m¨¢s que a esa compa?¨ªa, form¨® la suya propia y ocup¨® la cabecera del cartel. Y as¨ª hasta ahora: han pasado cuarenta a?os, sin que apenas dejase de representar un solo d¨ªa.
Buscaba sus obras en los archivos: el teatro c¨®mico de principios de siglo, arreglado para este tiempo y para su persona por su hombre de confianza Dionisio Ramos. A veces buscaba m¨¢s atr¨¢s como sucedi¨® con La t¨ªa de Carlos, que es la ¨²ltima obra que se le ha visto hacer en Madrid con llenos diarios en el teatro de La Latina.
Ha sido por lo tanto un ejemplo de resistencia. Su ¨¦xito ha consistido en no cambiar porque el p¨²blico no cambiaba. No va a dejar una huella honda detr¨¢s. No est¨¢ ni estar¨¢ en las historias del teatro, pero no hay que perder de vista las lecciones que aprendi¨® y que ense?¨®: la del trabajo diario, la del teatro como rito y como vocaci¨®n y la del conocimiento del p¨²blico. No es el teatro el que cambia la sociedad, sino la sociedad la que al cambiar produce un teatro nuevo. La sociedad espa?ola que va al teatro no ha dado ning¨²n signo claro de aliento a los que han querido cambiar, pero ha sostenido hasta el ¨²ltimo momento al eternamente igual, al eternamente conservador, Paco Mart¨ªntez Soria.
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