Manifiesto contra la realidad
Esto de la realidad como musa de la novela, esto del realismo / naturalismo como escuela de buenas costumbres literarias, es una cosa que s¨®lo ha sostenido obstinadamente Baroja (que no era nada realista, sino impresionista), porque le era m¨¢s f¨¢cil copiar un crimen que inventar Alicia.Luego, los cr¨ªticos que hacen horas/ culo en las redacciones han decidido que el realismo es el mejor de los mundos posibles (lema fascista) y que la imaginaci¨®n supone un vivir "pericolosamente" (lema tambi¨¦n fascista). El positivismo de Comte (no confundir, en lo posible, con un se?or de este peri¨®dico) se traduce literariamente en realismo / objetivismo: una innecesaria duplicaci¨®n de la realidad o un espejo, como en Alicia, s¨®lo que un espejo de lat¨®n por el que no se puede pasar ni ir a ninguna parte. Ahora que se cumple un a?o del fallecimiento de Alvaro Cunqueiro, sin duda el prosista m¨¢s grande de los 40 / 40, gran desrealizador de la vida y la cultura, habr¨ªa que hacer un modesto manifiesto contra la realidad y denunciar lo obvio: que el realismo narrativo, que parece una cosa de toda la vida, no es m¨¢s que el compromiso burgu¨¦s de la novela con una clase -Restauraci¨®n / Regencia-, y que ni antes ni despu¨¦s ha sido realista nuestra literatura, salvo el socialrealismo antifranquista mimetizado de Italia, y que da sus ¨²nicos nombres v¨¢lidos fuera de la n¨®mina "oficial": Delibes, Aldecoa, S¨¢nchez-Ferlosio.
Las novelas galante y pastoril no son realistas. Quevedo es ya surrealista. Cervantes se emboza de supuesta realidad, como Vel¨¢zquez, para darnos su realidad inventada, que ya dijo Machado que "tambi¨¦n la verdad se inventa". Lo dem¨¢s es fotograf¨ªa. (Incluso la fotograf¨ªa es la imaginaci¨®n de la m¨¢quina.)
La imaginaci¨®n es la forma l¨ªrica de la memoria. Y las novelas se hacen con la memoria l¨ªrica, como los poemas se hacen con el lenguaje po¨¦tico y no con el de la calle. Nuestro realismo literario se limita a Gald¨®s y Baroja, que escriben mal (sin imaginaci¨®n para las cosas ni para el idioma), frente a Valera y Leopoldo Alas, que escriben bien. Esta es la cuadratura del realismo. Los rom¨¢nticos son los rom¨¢nticos (leyendas de B¨¦cquer), y el gran narrador del 98 es ValleIncl¨¢n, que va del parnasianismo al expresionismo sin incurrir jam¨¢s en realismo. La generaci¨®n novel¨ªstica de Ortega-G¨®mez de la Serna, Jarn¨¦s, Mir¨®, Rosa Chacel (aunque Mir¨® no le gustase al maestro: tampoco le gustaba Baroja, para qu¨¦ enga?arse), est¨¢ entre lo intelectual y lo l¨ªrico. Prosas narrativas de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Pedro Salinas, Aleixandre, Luis Rosales, Ferlosio -Industrias y andanzas de Alfanhu¨ª-, Mart¨ªn Santos y Benet, que rompen ya para siempre con el realismo galdobarojiano. Y aparte, en su homacina de Mondo?edo, el m¨¢ximo fabulador galaicocastellano del siglo, al que est¨¢n volviendo los j¨®venes: Alvaro Cunqueiro. Otros le han imitado forzando libros imaginativos, de su paisano Castroviejo al catal¨¢n Perucho. Pero la locura no se imita, y Cunqueiro estaba dulcemente loco. A m¨ª me hablaba de los ¨¢ngeles con la misma cotidianidad que de sus convecinos de Vigo.
La narrativa europea, aparte de la famos¨ªsima n¨®mina de la novela ensay¨ªstica, tiene una tradici¨®n l¨ªrica que es todo un manifiesto contra la realidad: Mi coraz¨®n al desnudo, de Baudelaire; Los cantos de Maldoror, de Lautreamont; Los alimentos terrestres, de Gide; Los cuademos de Malte, de Rilke; la Alicia, de Carrol; Jacob Room, de Virginia Woolf, Nerval y Novalis; El adi¨®s a los padres, de Peter Weiss, todo Dylan Thomas, en prosa, D'Annunzio, Oscar Wilde.
La influencia g¨®tica escandinava y la influencia barroca espa?ola que da, rodeando por Estados Unidos, a Garc¨ªa M¨¢rquez, Carpentier, Onetti y Lezama Lima. Parece ocioso sal¨ªr ahora con un art¨ªculo contra el realismo literario, tan ocioso, pero es la pr¨¦dica que echan todos los d¨ªas los cr¨ªticos paralizados por la colza realista en los 50/60. Y la conspiraci¨®n gacetillera y pol¨ªtica que ha silenciado medio siglo al mayor y m¨¢s imaginativo prosista de las Espa?as ¨²ltimas: Alvaro Cunqueiro.
Babelia
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