Mieczyslaw Rakowski: "La sangre hubiera corrido a r¨ªos en Polonia si no hubi¨¦ramos declarado la ley marcial el 13 de diciembre"
Pregunta. Mieczyslaw Rakowski, ?recuerda el d¨ªa en que nos conocimos aqu¨ª, en Varsovia, hace exactamente un a?o? Le acababan de nombrar viceprimer ministro y yo me dirig¨ªa a Gdansk (Danzig) para entrevistar a Lech Walesa. Le pregunt¨¦: "?Qu¨¦ pasar¨¢ s¨ª los sovi¨¦ticos intervienen en Polonia?". Y me respondi¨®: "Todos los polacos se alzar¨ªan". Entonces le volv¨ª a preguntar: "?Y qu¨¦ suceder¨ªa si lo hiciera el mismo Ej¨¦rcito polaco?". Y usted me respondi¨®: "Lo aceptar¨ªan sin rechistar". Pues bien, se?or Rakowski, ni lo aceptaron totailmente, ni lo aceptan, ni se callaron, ni se callan. Mire las pintadas que florecen por los muros de sus ciudades: "El invierno es vuestro, la primavera ser¨¢ nuestra". Mire lo que sucedi¨® en las minas de carb¨®n de Silesia, en las f¨¢bricas de Katowice, en los astilleros de Dianzig. ?O me equivoco?Respuesta. Se equivoca en parte, porque el ej¨¦rcito y la milicia no encontraron mucha resistencia, y se puede decir lo mismo en este momento. No comparto la opini¨®n de quienes creen que era natural encontrar resistencia. No veo que haya una situaci¨®n potencial para ello. De cualquier forma, no a gran escala. Por supuesto, en los primeros d¨ªas hubo enfrentamientos en algunas partes del pa¨ªs. Pero, lo repito, no a escala masiva.
Esto, por un lado, se debe a que la operaci¨®n conjunta del Ej¨¦rcito y la milicia fuiricion¨® a la perfecci¨®n, y por otro, a que pill¨® a todos por sorpresa. Y no deber¨ªa haber sido as¨ª.
En dos ocasiones, a finales de a?o, advertimos al pueblo y a Solidaridad que, si continuaban la anarqu¨ªa y los intentos de desintegraci¨®n del Estado, adoptar¨ªamos medidas extraordinarias.
Sin embargo, y aqu¨ª viene la tragedia, no nos creyeron. Los extremistas de Solidaridad estaban convencidos de que, cuando la situaci¨®n alcanzira el punto del uso de la fuerza, Ej¨¦rcito y milicia se pondr¨ªan de su parte. ?Qu¨¦ ingenuidad!
A pesar de los rumores extendidos por Occidente, no hubo ni un soldado que se opusiera a la acci¨®n. Ni uno s¨®lo. La cuesti¨®n es que la ingenuidad no se limit¨® s¨®lo dentro de las fronteras de Polonia. Occidente tambii¨¦n demostr¨® cierta ingenuidad. "Hay tanta gente entre ustedes que creen que Polonia podr¨ªa, de alguna forma, salirse del orden militar y pol¨ªtico establecido desde el final de la guerra. No tienen en cuenta que existen dos bloques en el inundo y que nosotros no podemos simplemente m¨¢s que acomodarrios a esa situaci¨®n. ?Qu¨¦ esperaban?
P. Lo peor, se?or Rakowski, lo peor. Sab¨ªamos muy bien lo que sucedi¨® en Hungr¨ªa en 1956, en Checoslovaquia en 1968. Incluso ese d¨ªa de hace un a?o esperaba ver tanques sovi¨¦ticos en las calles de Varsovia.
R. En ese caso tengo que decir algunas palabras en defensa de nuestros amigos sovi¨¦ticos. No les hemos hecho el trabajo. Naturalmente, no podemos negar que tenemos junto a nosotros a ese enorme aliado, pero tampoco podemos aceptar las tesis norteamericanas: 'Los rusos son los responsables, los rusos son los responsables'. Desde Checoslovaquia ha habido muchos cambios en el mundo socialista, en la misma Uni¨®n Sovi¨¦tica, y los rusos no se opon¨ªan a las reformas que est¨¢bamos llevando a cabo. No, no se opon¨ªan. Estaban observando el fen¨®meno con cierta preocupaci¨®n, estoy de acuerdo, y desde su punto de vista ve¨ªan la amenaza. Sin embargo, al mismo tiempo ten¨ªan en cuenta las costumbres y tradiciones polacas, intentaban comprender, y al principio no dijeron que el proceso fuera incompatible con los principios del socialismo. En octubre de 1980, cuando Kania (el anterior dirigente del Partido Comunista polaco) fue a Mosc¨², Breznev no le pidi¨® que estrangulara a Solidaridad. No dijo que Solidaridad pondr¨ªa en peligro el sistema socialista. Simplemente pidi¨® que Kania controlara la situaci¨®n, que la controlara social y pol¨ªticamente. Mire: existen dos tendencias en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, una propolaca y otra antipolaca, y Breznev pertenece a la primera. Quiere a Polonia. Comprende a Polonia, cr¨¦ame.
"Nuestros vecinos ten¨ªan miedo"
P. No, no le creo. Porque hace dos semanas, en la reuni¨®n entre Kania y Breznev, Zamyatin denunci¨® a los 'grupos antisocialistas' de Polonia. Y en diciembre de 1980, los representantes de los pa¨ªses del Pacto de Varsovia se reunieron en Mosc¨² para advertir que 'Polonia era socialista y seguir¨ªa siendo socialista'. Y el siguiente mes de febrero, en el 26? Congreso del Partido Comunista, Breznev declar¨® que el socialismo estaba en peligro en Polonia. Y dos meses despu¨¦s se volvi¨® a decir en Praga, al tiempo que Tass defin¨ªa la situaci¨®n polaca como una 'insurrecci¨®n'. Y desde entonces ha habido una multitud de acusaciones, amenazas, insultos como 'org¨ªa de reaccionarios', mientras se estaban desarrollando maniobras militares en las fronteras de Polonia.
R. Los hechos que menciona son ciertos, y la Uni¨®n Sovi¨¦tica no fue la ¨²nica que estaba preocupada. Nuestros otros vecinos, Checoslovaquia y Alemania del Este, tambi¨¦n ten¨ªan miedo. Y las maniobras militares eran una forma de dec¨ªrnoslo, estoy de acuerdo. Sin embargo, una cosa es alzar la voz, amonestar, protestar, y otra muy diferente es poner las cosas en pr¨¢ctica. Los intereses estrat¨¦gicos de hoy no son ya los de hace veinte a?os, cuando no exist¨ªan los SS-20 en la frontera entre Polonia y la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
P. Se?or Rakowski, si el cintur¨®n de castidad de los SS-20 era suficiente, ?entonces por qu¨¦ vino Mijail Suslov, el reci¨¦n fallecido miembro del Politbur¨®, a Varsovia a finales de abril? ?A disfrutar de la primavera polaca?
R. No; porque quer¨ªa dejar claras sus cr¨ªticas al desarrollo de los acontecimientos. Estaba en su derecho, y me parece comprensible que estos acontecimientos preocupasen a un ide¨®logo como Suslov. Pero ¨²nicamente explic¨® su punto de vista, no nos dijo que hici¨¦ramos esto o lo otro, y su viaje no cre¨® una nueva situaci¨®n en Polonia. Quiero decir que no detuvo las reformas. Cr¨¦ame, por favor, cr¨¦ame: en cuestiones internas somos m¨¢s libres de lo que usted piensa.
P. Y, sin embargo, a finales de noviembre, cuando las cosas estaban yendo demasiado lejos e inclu¨ªan manifestaciones antisovi¨¦ticas, el general Viktor Kulikov, el comandante jefe del Pacto de Varsovia, vino a Varsovia. Y, al parecer, dijo: "Si no lo hac¨¦is vosotros, lo haremos nosotros". Y luego se qued¨® a ver la autoinvasi¨®n.
R. Me opongo, me opongo con todas mis fuerzas a esa palabra, autoinvasi¨®n. El 13 de diciembre no invadimos nuestro propio pa¨ªs, lo salvamos. Y Kulikov no vino a traer ning¨²n diktat. Vino por otras razones totalmente diferentes.
P. De acuerdo. ?Vino a ver a su novia, o a pescar en el r¨ªo V¨ªstula?
R. Digamos que quiz¨¢ vino a recordarnos que era el jefe del Pacto de Varsovia, que no lo olvid¨¢ramos. Bueno, no exactamente a nosotros quiz¨¢, sino a los aventureros de Solidaridad. La cuesti¨®n es que no le hicieron mucho caso, no les preocup¨®. Cre¨ªan con demasiada convicci¨®n que los rusos estaban psicol¨®gica y pol¨ªticamente dispuestos a aceptar los cambios en Polonia e incluso a aceptar el hecho de que Solidaridad estaba a punto de convertirse en el poder principal del pa¨ªs. No es un secreto que hubieran estado dispuestos a tratar con los rusos cuando estuvieran en el poder. Pero usted no me cree. ?Qu¨¦ sentido hay en que sigamos si usted no me cree?.
"Quiz¨¢ confi¨¦ demasiado en Solidaridad"
P. Para llegar a la verdad, se?or Rakowski, dejando aparte a Kulikov y a Suslov, ?cu¨¢ndo decidieron declarar la ley marcial? ?En primavera, en verano, en oto?o?
R. No, no y no. No es cierto que hayamos estado meses preparando la ley marcial. El general Wojciech Jaruzelski (el primer ministro) no quer¨ªa pasar por eso; ten¨ªa suficiente imaginaci¨®n para saber lo que eso significar¨ªa. Es un militar de un tipo muy especial. Es muy sensible, muy inteligente; es un humanista. Deseaba una soluci¨®n pac¨ªfica.
Por eso propusimos la idea de un frente de conciliaci¨®n nacional. Por eso, el 4 de noviembre, se reuni¨® con el arzobispo Josef Glemp, primado cat¨®lico de Polonia, y con Walesa y discuti¨® la posibilidad de incluir a Solidaridad en el Gobierno. Algo que los sovi¨¦ticos hubieran aceptado, cr¨¦ame. Ten¨ªa tantas esperanzas de conseguirlo... Cada vez que esos locos rechazaban algo que hab¨ªamos propuesto y nos escup¨ªan el no, ¨¦l contestaba: "Volvamos a intentarlo". Y todas las veces yo le dec¨ªa: "Es imposible, no escuchan. Yo abandono". El repet¨ªa: "Vuelve a intentarlo".
P. ?Hizo usted eso?
R. Como usted sabe, fui el encargado de negociar con Solidaridad. Fui quien propuso la idea de colaboraci¨®n. Cre¨ªa en ella. Pero a finales de agosto, cuando al portavoz de Solidaridad, Janusz Onyskiewicz, se le pregunt¨® sobre la colaboraci¨®n en una conferencia de Prensa, respondi¨®: "?Qu¨¦ colaboraci¨®n? No existe tal palabra". Entonces comprend¨ª que era el final de mis esperanzas, la muerte de una idea. Me dije que quiz¨¢ hab¨ªa confiado demasiado en ellos, que quiz¨¢ no hab¨ªan tenido jam¨¢s las intenciones que les atribu¨ªa, que quiz¨¢ se hab¨ªan estado preparando desde el principio para un enfrentamiento con el prop¨®sito de tomar el poder, y declar¨¦ a la agencia de noticias polaca: "La colaboraci¨®n ha acabado". Pero Jaruzelski me dijo: "Vuelve a intentarlo". Y lo volv¨ª a intentar.
Volvimos a intentarlo, mi,entras el pa¨ªs se hallaba conmocionado por huelgas, tensiones, manifestaciones, abandonos de f¨¢bricas, y todo llamamiento ca¨ªa en o¨ªdos sordos. ?Ve el mapa que hay en esa pared? Estaba literalmerite cubierto de banderitas, y cada una representaba una huelga. Usted no sabe lo que eso significa porque vive en Nueva York, en donde las tiendas est¨¢n abarrotadas cle alimentos, de mercanc¨ªas, y se puede comprar lo que se quiera. Pero aqu¨ª, en agosto de 1980, cuando naci¨® Solidaridad, todav¨ªa se pod¨ªa comprar algo en las tiendas. En agosto de 1981 estaban vac¨ªas. La producci¨®n hab¨ªa descendido un 25%, la producci¨®n de carb¨®n hab¨ªa descendido en treinta millones de toneladas y los alimentos escaseaban. Nos hab¨ªamos, convertido en los mendigos de Europa, y ning¨²n pa¨ªs de Europa o de cualquier otra parte quer¨ªa irriesgar ni un solo c¨¦ntimo m¨¢s por nosotros. ?Por qu¨¦ iban a hacerlo? No ten¨ªamos nada que darles a cambio; nada, excepto la ptlabra libertad. Gr¨¢bese esto en su mente: Solidaridad ya no era un sindicato; era un movimiento dirigido por un pu?ado de anarquistas.
"Es usted una anarquista"
P. Era una revoluci¨®n, se?or Rakowski. Una revoluci¨®n espont¨¢nea.
R. Nosotros lo llamamos contrarevoluci¨®n.
P. ?Y cu¨¢ndo demonios han hecho ustedes una revoluci¨®n? Lo suyo no fue una revoluci¨®n fue una toma del poder facilitada por una sucia treta de Stalin.
R. Es usted una anarquista. Es usted una anarquista.
P. Si usted lo dice. Pero no vamos a discutir sobre eso. Conteste a mi pregunta sobre la ley mircial. Se la har¨¦ de otra forma. ?Cu¨¢ndo empezaron a limpiar las botas de los soldados?
R. Tras la reuni¨®n que SoIidaridad celebr¨® en Radom, a finales de noviembre, la reuni¨®n en la que dijeron, a puerta cerrada, que deb¨ªan pedir abiertamente el poder, Walesa declar¨®: "Es inevitable el enfrentamiento, y lo tendremos. Las conversaciones no eran m¨¢s que un truco; a partir de este momento veremos qui¨¦n engi?a a qui¨¦n". S¨ª, el momento de la ruptura fue Radom, no antes, cuando el Congreso de Solidaridad pidi¨® elecciones administrativas libres, etc¨¦tera. Radom nos asust¨®. No era ya una cuesti¨®n de palabras.
En Radom empezaron a organizar una milicia de obreros en las f¨¢bricas y en las minas; tambi¨¦n anunciaron una huelga general con manifestaciones callejeras
Entrevista con Mieczyslaw Rakowski, viceprimer ministro placo
para la segunda semana de diciembre. Los m¨¢s acalorados eran los de la regi¨®n de Mazowsze, las afueras de Varsovia. Se hab¨ªan vuelto totalmente locos. El 28 de noviembre, cuando Jaruzelski intent¨® hacer aprobar una ley que detuviera las huelgas y les pidi¨® a los l¨ªderes de Solidaridad que se contuvieran, la respuesta fue una enorme carcajada.Entonces convocaron la huelga general para el 17 de diciembre. Indudablemente, esto hubiera supuesto el enfrentamiento que hab¨ªan expuesto en Radom. Un ba?o de sangre. La guerra civil. En ese momento, la ¨²nica alternativa a la ley marcial era levantar los brazos y dejar que nos destruyeran, que destruyeran al Estado mismo. ?Cr¨¦ame!, por favor, ?cr¨¦ame!
"Era una decisi¨®n necesaria, pero tr¨¢gica"
P. No. ?Quiere que me crea que tina operaci¨®n tan cuidadosamente preparada como la de quebrar los huesos a una revoluci¨®n fue organizada en unas dos semanas?
R. Menos de dos semanas, lo crea o no. Debe darse cuenta de que las operaciones del estado de guerra estaban en una caja fuerte desde julio de 1944, es decir, desde el nacimiento de nuestro Estado. Se renovaban continuamente, porque nuestra Constituci¨®n, desgraciadamente, no considera el estado de emergencia. Por eso estaba todo listo cuando Jaruzelski me llam¨® a su despacho en la tarde del viernes 11 de diciembre, y yo ya estaba psicol¨®gicamente preparado.
Jaruzelski estaba muy serio, m¨¢s serio que nunca. Levant¨® la vista y dijo: "Ha llegado el d¨ªa. Es para pasado ma?ana, el d¨ªa 13". Asent¨ª con la cabeza y respond¨ª: "Entiendo". No hab¨ªa nada que af¨ªadir. Despu¨¦s de eso, s¨®lo hablamos de aspectos t¨¦cnicos, del discurso que ya hab¨ªa escrito y que dir¨ªa por rad¨ªo el domingo por la ma?ana.
P. ?C¨®mo durmi¨® esa noche?
R. No dorm¨ª.
P. ?Por que el 13 da mala suerte?
R. No, porque estaba triste; porque hab¨ªamos fracasado; porque era una decisi¨®n necesaria, pero tr¨¢gica al mismo tiempo, un desastre nacional. Y tambi¨¦n porque me daba cuenta de que est¨¢bamos a punto de dar un paso hist¨®rico, a punto de escribir un nuevo cap¨ªtulo de la historia de Polonia.
P. A punto de enviar a la c¨¢rcel a gente a quien llevaban casi un a?o dando la mano. A punto de decepcionar a todos los que pensaban que era usted un liberal y que le odiar¨ªan a partir de ese momento. A punto de enga?arse a s¨ª rnismo, al hombre que unos meses antes hab¨ªa dicho en p¨²blico: "Cualquier m¨¦todo que difiera del di¨¢logo y de la soluci¨®n pol¨ªtica podr¨ªa provocar un desastre nacional. Est¨¢ teniendo lugar en este pa¨ªs un proceso profundo de revoluci¨®n, un cambio hist¨®rico del que no podemos prescindir". Se?or Rakowski, ?por qu¨¦ no dimiti¨® esa misma tarde? ?Tan irresistible es el dulce olor del poder?
R. Eso es injusto. Todo el mundo sabe que no necesitaba este poder para ejercer el poder. Desde hace veinte a?os he sido un periodista poderoso, director de Polityka, la inejor publicaci¨®n pol¨ªtica de Polorila y una de los mejores de la Europa del Este. ?Un mill¨®n de lectores! Mi opini¨®n contaba y con mis art¨ªculos me he estado enfrentando a los tontos que hab¨ªa en mi partido y en el Gobierno desde mucho antes que los dem¨¢s. He defendido la necesidad de reformas y de los sindicatos independientes desde mucho antes que Solidaridad.
Toda una generaci¨®n pol¨ªtica se ha formido con Polityka. Pero ninguno de esos demagogos y anarquistas me lo han reconocido. Ni uno solo ha dicho jam¨¢s: "Se¨ªlor Rakowski, sabemos que usted era el luchador". ?Ninguno, ninguno! Cuando me daban la mano no hab¨ªa m¨¢s que odio en su mirada, con excepci¨®n de Walesa.
Ya conoc¨ªa su odio, y le prometo que no me preocupa si murmuran: "Con lo liberal que era Rakowski y ahora forma parte de un grupo militar". El complejo de culpabilidad que le gustar¨ªa encontrar no existe, y no pens¨¦ en dimitir ni siquiera un segundo. Con mi conciencia limpia, regres¨¦ a trabajar al d¨ªa siguiente. Con la conciencia limpia, esa noche fui a una fiesta con mi esposa.
"Demasiados muertos, pero pudo haber sido peor"
P. ?A una fiesta?
R. S¨ª, a una fiesta de unas treinta personas del establishment de Varsovia. Hab¨ªa prometido ir y deb¨ªa comportarme como si todo estuviera normal. Fui, habl¨¦, escuch¨¦ opiniones diferentes y, a las once, me march¨¦, diciendo que ten¨ªa algo que hacer en mi despacho. Alrededor de la media noche comenz¨® la operaci¨®n.
P. Entiendo. Se?or Rakowski, ?mantuvieron esa conciencia limpia todos los miembros del Gobierno cuando les informaron de las brutalidades cde la milicia, por no hablar de la matanza de los mineros cuatro d¨ªas despu¨¦s?
R. Escuche; la Prensa occidental ha dicho tantas cosas: que pegaban a la gente, que les ten¨ªan inhumanamente a la intemperie, al fr¨ªo. Fue una operaci¨®n muy amplia; es posible que sucediera algo lamentable. Pero incluso si mencionara caso por caso, le respondo: por supuesto que ese caso es importante para ese ser humano, pero, en la totalidad, no cuenta. En la pol¨ªtica el individuo no cuenta.
Las muertes de Wujek (una mina de carb¨®n de Katowice) fueron un tr¨¢gico episodio, que pudo y debi¨® ser evitacio. La orden era de no disparar. Cuando se produjo el enfrentamiento entre los mineros y la milicia, la tarde del 16 de diciembre, nos llamaron dos veces para pedirnos permiso para emplear las armas. Y dos veces Jaruzelski contest¨®: "no, no y no". Entonces volvieron a, atacar los mineros y alguien perdi¨® el control.
Hubo ocho (sic) v¨ªctimas all¨ª mismo y una octava muri¨® en el hospital. Tambi¨¦in, hubo un noveno muerto en Danzing, y un d¨¦cimo en Varsovia. Derr.iasiados, cuando pienso que esper¨¢bamos dirigir toda la operaci¨®n sin una sola v¨ªctima. Pero pudo haber sido peor. Ayer, una personalidad cat¨®lica muy importante me dijo: "Haciendo un c¨¢lculo pesimista, esperaba 2.000 muertos; siendo optimista, por lo menos cien".
P. Qu¨¦ detalle por su parte, qu¨¦ clemente. Ahora, perdone mi brutalidad y d¨ªgame, por favor, ?no record¨® ninguno de ustedes, los que est¨¢n en el poder, que esos individuos que no cuentan en la pol¨ªtica eran proletarios, que su sistema afirma representar a los trabajadores desarmados en su b¨²squeda de dignidad y libertad?
R. ?Libertad, libertad! Durante doscientos a?os, los polacos no vendieron m¨¢s que libertad; Chopin, la Polonesa. ?Qu¨¦ tipo de libertad es una libertad que no da nada que meter en el est¨®mago? Los locos de Solidaridad les metieron a esos pobres trabajadores las ideas menos realistas sobre la libertad, y mire en qu¨¦ situaci¨®n estamos. De acuerdo, quiz¨¢ este sistema no sea magn¨ªfico, quiz¨¢ sea culpable de muchos errores, pero, paso a paso, estaba avanzando.
?No sab¨ªan d¨®nde est¨¢ situada Polonia? ?No sab¨ªan c¨®mo est¨¢ dividido el mundo? Hay que situar a la libertad en el marco de una situaci¨®n espec¨ªfica, de una realidad. Repito que la sangre hubiera corrido a r¨ªos si no hubi¨¦ramos declarado la ley marcial el 13 de diciembre. Y despu¨¦s hubiera venido la guerra civil, de manera que hubieran tenido que entrar las fuerzas del Pacto de Varsovia.
S¨ª, en ese caso hubieran entrado, porque una guerra civil no hubiera sido asunto exclusivo de Polonia y la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Hubiera influido en el equilibrio existente actualmente en el mundo, con Dios sabe qu¨¦ consecuencias. Y luego, el mundo no hubiera gritado: "?Qu¨¦ tipo de pol¨ªticos sois? ?Por qu¨¦ no lo impidieron con la ley marcial, por qu¨¦ obligaron a intervenir a las fuerzas del Pacto de Varsovia?"
P. Usted lo dijo, por fin. Pero quiero estar segura de haber comprendido bien dos cosas. Si la ley marcial no hubiera sido impuesta me dijo usted, hubiera estallado la guerra civil y los sovi¨¦ticos hubieran intervenido.
R. Yo prefiero decir las fuerzas del Pacto de Varsovia.
P. De acuerdo, las fuerzas del Pacto de Varsovia. Bueno... quiz¨¢ no les han hecho el trabajo, pero no hay duda de que han actuado por miedo a ellos. ?O deber¨ªa decir por sentido del deber?
R. Ni lo uno ni lo otro. Lo hicimos por prudencia.
P. Digamos que por Yalta, por esos dos bloques que dividen al mundo. Ahora deben tener excelentes relaciones con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Ni m¨¢s advertencias, ni m¨¢s amenazas, ni m¨¢s insultos.
R. Soy un defensor convencido de la necesidad de mantener fuertes lazos con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Creo firmemente que nuestra posici¨®n est¨¢ junto a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Por supuesto, tengo mi orgullo nacional, quiero ser independiente y que me traten como a un igual, pero digo que Polonia debe mantenerse muy pr¨®xima a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Lo digo como realista, no s¨®lo como comunista. Los rusos son un pueblo eslavo, son ricos, suponen un mercado enorme. Les necesitamos. ?En qu¨¦ otra parte lograr¨ªamos las materias primas que logramos en la Uni¨®n Sovi¨¦tica? ?Qu¨¦ pa¨ªs de Occidente podr¨ªa vendernos tal cantidad de crudo, de hierro, de algod¨®n, y de todo los dem¨¢s? La gente de Solidaridad despreciaba a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, No se me ocurre una irracionalidad sin m¨¢s base, tanta estupidez. La misma estupidez que hemos tenido en el pasado, cuando nuestra filosof¨ªa y nuestro comercio estaban orientados hacia Occidente. Adem¨¢s, ?qu¨¦ hay de malo en ser fuertes con ellos? Stalin quer¨ªa que Polonia fuera fuerte porque, dec¨ªa, era bueno para la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Ten¨ªa raz¨®n. Polonia es un pa¨ªs amplio y llano donde los vientos soplan muy fuerte en todas direcciones, y cuando sucede esto, no s¨®lo se vuelan los sombreros, tambi¨¦n las cabezas. Quiero decir que es un territorio que todos los Ej¨¦rcitos han atravesado para invadir Rusia, y esto tiene que acabar para siempre.
P. Ama usted mucho a los sovi¨¦ticos, ?no?
R. Por supuesto, y no exclusivamente por intereses econ¨®micos, Algunos de mis mejores amigos; est¨¢n en Mosc¨²; paso unas noches: maravillosas bebiendo vodka y hablando con ellos. Entienda, tambi¨¦n en Polonia hay dos tendencias hist¨®ricas: una prorusa y otra antirusa. Ambas son comprensibles a causa de las divisiones que hemos tenido que soportar durante siglos. Yo pertenezco a la tendencia prorusa, porque esas divisiones arrojaron tres sombras sobre Polonia: la sombra de Austria, la sombra de Prusia y la sombra de Rusia. Nac¨ª y me cri¨¦ donde Ia sombra de Rusia no hab¨ªa llegado. La sombra que oscurec¨ªa mi pueblo era alemana.
En 1939, cuando ten¨ªa doce a?os, ejecutaron a mi padre por patriota. Y lo hicieron los alemanes. Por el contrario, fueron los sovi¨¦ticos quienes nos liberaron cinco a?os despu¨¦s.
Para Oriana Fallaci, esto explica muchas cosas. "Pero ya basta de sovi¨¦ticos. Volvamos a los polacos y pronunciemos el nombre fatal: Lech Walesa", afirma la entrevistadora.
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