Mieczyslaw Rakowski: "A Walesa no se le trata como a un ciudadano de quinta categor¨ªa"
Pregunta. ?C¨®mo est¨¢ Walesa? ?Qu¨¦ van a hacer con ¨¦l?Respuesta. Walesa est¨¢ bien, muy bien. Vive en una casa en las afueras de Varsovia, donde dispone de tres c¨®modas habitaciones, y no se le trata como a un ciudadano de quinta categor¨ªa. Cr¨¦ame. Se le trata con mucho respeto, con todo el cuidado que requiere su posici¨®n de l¨ªder sindical. Come bien lee los peri¨®dicos, ve la televisi¨®n, recibe visitas de su esposa, de sus hijos y de su herrmano siempre que quiere, y mantiene contactos diarios con la gente de la Iglesia, con monse?or Ursulich en particular.
Tambi¨¦n ve con frecuencia a Stanislaw Ciosek, el ministro de Trabajo. Est¨¢n en buenas relaciones, y ya se han reunido cinco veces, dos o tres horas cada vez. Yo no le he visto. Dos d¨ªas despu¨¦s de su llegada de Danzig fui a la casa pero se neg¨® a recibirme. De manera que no lo he vuelto a intentar y no s¨¦ si lo har¨¦. Creo que no aunque dice que fue un malentendido, y que no hab¨ªa entendido m nombre.
Ciosek me cuenta que estaba como sorprendido al principio, y luego muy sorprendido de que la clase trabajadora no se alzara en defensa de su persona. Digo persona..., tambi¨¦n no hac¨ªa m¨¢s que pedir hablar con sus consejeros (Bronislaw) Gernerck y (Tadedsz) Mazowiecki, pero despu¨¦s de las reuniones con Ursulich y la influencia que tiene la Iglesia sobre ¨¦l parece m¨¢s dispuesto a tratar del futuro de Solidaridad sin sus consejeros.
P. No le van a llevar ajuicio por lo que dijo en Radom, ?o s¨ª?
R. Por supuesto que no. En realidad, no est¨¢ detenido. Est¨¢ simplemente internado. Los juicios son ¨²nicamente por delitos cometidos durante: la ley marcial.
P. Entonces, ?por qu¨¦ le mantienen internado en paradero secreto como si fuera un reh¨¦n norteamericano en Ir¨¢n? ?Por qu¨¦ le mantienen aislado? ?Porque tiene viruela, o porque esperan convertirle en una especie de quisling, es decir, en un colaboracionista, posiblemente con ayuda de la Iglesia?
R. Por supuesto que no le tenemos como reh¨¦n, y no es una cuesti¨®n de colaboracionismo. Adem¨¢s, no parece muy inclinado a colaborar sobre la base que le ha propuesto la Iglesia. De hecho, hay gente en la Iglesia que est¨¢n cansados de ¨¦l. Quiero decir que est¨¢n cansados de explicarle que tiene que tener en cuenta la realidad y seguir sus consejos. No escucha al cardenal Glemp como escuchaba al fallecido cardenal Wyszynski. Por eso hay rumores de que la Iglesia est¨¢ estudiando la posibilidad de dejarle de lado.
No creo que fuera dificil encontrar en las filas de Solidaridad alguien dispuesto a dirigir el sindicato en su puesto. Walesa ha llegado al punto de tener que repensar todos los acontecimientos, y se puede ver que le gustar¨ªa mucho seguir siendo la, cabeza de los sindicatos.
Le gusta ser dirigente. Se da perfecta cuenta de que sigue siendo un mito para mucha gente, aunque su estrella est¨¢ en declive. Y, a veces, tener que enfrentarnos al final de nuestro propio mito es doloroso.
P. De manera que guardan a Walesa en el armario con intenci¨®n o con la esperanza de poder utilizarle como un abrigo viejo.
R. No lo s¨¦. Nadie lo sabe. Todo depende del tipo de sindicatos que tengamos en el futuro. Aqu¨ª, en Polonia, todo est¨¢ en estado de cambio. Estamos buscando soluciones, ?quien pude decir lo que le suceder¨¢ a Walesa? Como le he dicho, me parece que el mismo Walesa no ha tomado todav¨ªa una decisi¨®n, de quedarse o no quedarse con nosotros.
P. No le gusta, ?verdad?
R. ?Por qu¨¦? Pobre hombre. Es un hombre tan desgraciado. Siempre ha trabajado bajo la terrible influencia de sus consejeros. Ha sido manipulado todo el tiempo creyendo que era un aut¨¦ntico dirigente... Bueno s¨ª, un dirigente. No hay duda. Sin embargo, me parece que no estuvo a la altura de los acontecimientos. Quiero decir, que no me parece que no sea inteligente. Es astuto y tiene cierto instinto.
Pero no basta con el instinto si no se racionaliza. Adem¨¢s, mi impresi¨®n es que empez¨® a creerse su propia grandeza. Le dir¨¦ una an¨¦cdota de Walesa. El 4 de diciembre hubo una acci¨®n importante en Varsovia, algo que Walesa y lo dem¨¢s deber¨ªan haber tomado como una se?al de que no est¨¢bamos bromeando cuando dec¨ªamos que est¨¢bamos dispuestos a cm plear la fuerza. La milicia asalt¨® la escuela de bomberos y puso fin a la ocupaci¨®n. Esto sucedi¨® a las diez de la ma?ana, y antes de las diez Ciosek fue a ver a Walesa, que estaba en un hotel, a informarle y mostrarle que est¨¢bamos jugando abiertamente. Walesa le respondi¨®: "Bueno, Ciosek, esto es el fin. Entonces tendremos que tomar el poder. Pero no se preocupe usted. Es usted un buen hombre. Le buscar¨¦ un empleo".
Irracionalismo, astucia, ingenuidad; como cuando regres¨® de Jap¨®n y me dijo que iba a ense?ar a los japoneses a organizar sindicatos. Le he observado mucho, su naturaleza de campesino me intrigaba. Igual que un campesino enga?aba a su interlocutor, y nunca se pod¨ªa encontrar un lenguaje com¨²n con ¨¦l. En cierta ocasi¨®n, cuando estaba en este mismo despacho, le dije: "Walesa, ha conseguido much¨ªsimo. ?Por qu¨¦ no se para a consolidar lo que tiene? Descanse por un tiempo. Estas huelgas se le est¨¢n yendo de las manos", y me respondi¨®: "No, no, no necesito descansar. Me siento bien. No es tan malo como usted cree". La cuesti¨®n es la siguiente: Walesa comprendi¨® demasiado tarde que en pol¨ªtica no siempre se puede ser agresivo. Cuando lo hizo hab¨ªa perdido el control de su propia gente.
P. Pero usted no est¨¢ afirmando que est¨¢ acabado.
R. No.
P. Se?or Rakowski, hablando de Walesa ha dicho usted bastante sobre la actitud de la Iglesia. ?Me equivoco o han dado buen resultado sus tratos con el primado y sus colaboradores?
R. Mire, nos necesitan tanto como les necesitamos nosotros a ellos. Por eso est¨¢n buscando un acuerdo, pero para proteger a Solidaridad y para volver a conseguir una plataforma para s¨ª mismos. Hasta el 13 de diciembre estuvieron en Polonia en la cumbre de la vida p¨²blica. Contaban como nunca lo hab¨ªan hecho antes, como ni siquiera en Italia o en Espa?a. Si quieren recuperar esa posici¨®n, tienen que llegar a un acuerdo. No hay duda de que colaborar¨¢n con nosotros hasta cierto punto, sabiendo como saben que nosotros estamos dispuestos a hacerlo.
P. El papa Wojtyla no parece pensar as¨ª. Les ha estado castigando bastante, casi a diario, desde el palco que da la plaza de San Pedro.
R. S¨ª, es cierto. Y a pesar de todas las explicaciones que le enviamos a trav¨¦s de diferentes canales, y a pesar de la carta que le escribi¨® Jaruzelski. Hasta ahora no nos ha escuchado. Supongo que es por la gente que le rodea, por ejemplo, por los miembros de Solidaridad que est¨¢n ahora en Occidente. Al parecer, tienen bastante influencia sobre ¨¦l. Sin embargo, tras la visita del primado Glemp quiz¨¢ cambie su comportamiento. El serm¨®n que dijo Glemp en Roma fue verdaderamente interesante. Cada una de sus palabras reflejaba un esp¨ªritu de acuerdo, y empez¨® a hablar de El Salvador.
P. ?Significa esto que el Papa podr¨ªa regresar a Polonia tal como estaba planeado antes del estado de guerra?
R. ?C¨®mo podr¨ªamos imped¨ªrselo?
P. Le puedo decir c¨®mo: recibi¨¦ndole como hicieron en Turqu¨ªa. Le saludaron como un alto dignatario en visita privada. Se?or Rakowski, ?ser¨ªa bienvenido el Papa como la primera vez si viene a Polonia, o como hicieron en Turqu¨ªa?
R. No puedo responder a esa pregunta por el momento. Todo depende de lo que suceda en este pa¨ªs. La segunda visita del Papa estaba programada para agosto, y seis meses son mucho tiempo para nosotros. De cualquier forma, d¨¦jeme que le diga algo: no comparto la opini¨®n de que la elecci¨®n de un papa polaco y su visita a Polonia tuviera el papel m¨¢s destacado en la creaci¨®n de Solidaridad. S¨ª, esos dos elementos dieron un arma moral que dio muy buenos resultados, pero las razones de la crisis que condujo al nacimiento de Solidaridad estaban profundamente enraizadas en la estructura pol¨ªtica y en la situaci¨®n econ¨®mica de Polonia. Lo que significa que sin papa polaco y sin su visita, su creaci¨®n se hubiera dado igualmente.
P. ?No demuestra esto que su sistema no funciona, que los hombres no pueden vivir sin un alimento llamado libertad, que el trigo no crece con ideolog¨ªa, que su socialismo es una palabra gastada? Porque esto es lo que sucedi¨® en Polonia, se?or Rakowski. Los trabajadores de Solidaridad no se levantaron contra ninguna reina Mar¨ªa Antonieta ni contra ning¨²n C¨¦sar, se alzaron contra un r¨¦gimen que se denomina a s¨ª mismo comunista.
R. Pero durante toda esta entrevista no he dicho una sola palabra contra los trabajadores que se rebelaron contra el r¨¦gimen y su forma de ejercer el poder. Si lo hicieron significa que el socialismo que hab¨ªa en Polonia no val¨ªa, para nada, que las fuerzas que dirig¨ªan el pa¨ªs eran incapaces, que eran imprescindibles los carribios. ?Acaso no di yo la bienvenida a Solidaridad? Solidaridad hac¨ªa falta en Polonia, y no exclusivamente como sindicato, sino como un control sobre las autoridades. Ya sabe que un ¨¢ngel se convierte, en prostituta si no se le controla cuando entra en el templo del poder.
Sin embargo, hay que considerar tambi¨¦n otros factores. Uno es que el desarrollo del socialismo lleva tiempo, y que este sistema lleva gobernando ¨²nicamente 37 anos. Adem¨¢s, lleg¨® al poder cuando este pa¨ªs estaba econ¨®micamente arruinado y socialmente atrasado. Yo mismo soy hijo de un campesino, ni un solo miembro de mi familia estudi¨® jam¨¢s en la Escuela de Administraci¨®n de Par¨ªs. Ha habido mucha impaciencia en la gente de Solidaridad, han perdido la cabeza demasiado pronto. El cardenal Wiszynski lo entendi¨®. "Compatriotas , no todo al mismo tiempo", repet¨ªa.
Tampoco necesito recordarle que la impaciencia, al igual que la falta de realismo, es un rasgo t¨ªpicamente polaco. No es la primera vez en la historia de Polonia que un movimiento que estaba. destinado a convertirse en la fuerza impulsora de la naci¨®n acaba casi simult¨¢neamente con la destrucci¨®n de la base de la existencia nacional.
P. Por favor, deje de echar las culpas a Solidaridad de sus errores, se?or Rakowski, y resp¨®ndame. Dejando Yalta aparte, ?no cuestiona nunca el derecho de su partido a permanecer en el poder? ?Ni siquiera la condena de partidos comunistas como el Partido Comunista italiano le despiertan una chispa de duda en su mente?
R. El Partido Comunista italiano es un partido muy creativo e interesante en sus puntos de vista te¨®ricos, y no cuestiono su derecho a juzgar nuestra actuaci¨®n. Sin embargo, la postura adoptada por su secretario general Enrico Berlinguer contra nosotros y la Uni¨®n Sovi¨¦tica me ha sorprendido tanto como el desd¨¦n que la sostiene. Deber¨ªa saber muy bien lo que le he dicho a usted sobre el desarrollo del socialismo y el tiempo que lleva. A menos que lo olvidara por la impresi¨®n que le pudo causar el empleo del Ej¨¦rcito en un estado socialista...
P. No, no. Como todos nosotros, se ha acostumbrado a eso. Dentro y fuera de Polonia. El simplemente dice que su socialismo no es socialismo, que la Uni¨®n Sovi¨¦tica y los pa¨ªses de la Europa del Este ya no sirven como modelos de socialismo, que el socialismo no se puede conseguir sin democracia y libertad.
P. Entonces deber¨ªa explicar lo que es democracia, qu¨¦ forma y contenido deber¨ªa tener en cada etapa espec¨ªfica y qu¨¦ es la libertad y cu¨¢les son sus l¨ªmites. El problema de los movimientos com¨²n sitas actuales es que todos ellos, especialmente los europeos, s¨®lo se preocupan de ellos mismos. Su cambio de pensamiento se basa en intereses pol¨ªticos, no en la teor¨ªa. Su actuaci¨®n est¨¢ determinada por la t¨¢ctica del momento, no por unas creencias firmes, y especialmente en el caso del Partido Comunista italiano, ya no se puede pasar m¨¢s por alto esta verdad.
?T¨¢cticas! ?Berliguer habla por una cuesti¨®n de t¨¢ctica! Cuando al comienzo de los a?os setenta ¨¦l y su partido se dieron cuenta de que su idea de socialismo no les llevar¨ªa al poder, se dijo a s¨ª mismo: hay que cambiarlo. Y lo hizo, aceptando sus ideas de pluralismo, libertad. No doy un duro por ello. Un hombre que se ha educado en la ideolog¨ªa del materialismo hist¨®rico tiene que considerar la libertad en conexi¨®n con la realidad.
Conozco a Berlinguer mucho mejor de lo que ¨¦l me conoce a m¨ª, y me niego a creer que su visi¨®n de la sociedad sea la misma que la de la burgues¨ªa italiana. Y a¨²n creo menos que aceptara la anarqu¨ªa que ten¨ªamos aqu¨ª. Le prometo que si Berlinguer estuviera en el poder y tuviera que hacer frente a una crisis como la nuestra, hubiera declarado la ley marcial mucho antes que nosotros.
P. Dios m¨ªo, estoy deseando o¨ªr la respuesta de Berlinguer. Pero s¨¦ que parte de ella ser¨¢ m¨¢s o menos as¨ª: mi partido es un' partido fuerte, y el vuestro se ha desintegrado.
R. Desintegrado, de acuerdo. Algo obvio, ya que los militares tuvieron que ocupar su puesto en el Gobierno. ?Qui¨¦n, podr¨ªa negar que estaba en completa bancarrota, intelectual y pol¨ªticamente, que era incapaz de organizar la sociedad, sacar al pa¨ªs del desastre, incluso de defender el Estado? Finalmente, tiene usted raz¨®n: la culpa es nuestra, no de Solidaridad.
Sin embargo, el partido sigue existiendo, con sus ideas y sus miembros; no hay que tirar todo. Reconstruy¨® el pa¨ªs cuando estaba destruido por la guerra, construy¨® un sistema educativo, hizo otras cosas positivas, y superar¨¢ su derrota.
P. ?C¨®mo? Parecen ustedes todos tan confusos, inseguros e imprecisos. Ciegos en la oscuridad. Se dir¨ªa que no saben donde ir, qu¨¦ hacer. No saben qu¨¦ hacer con Walesa, no saben qu¨¦ hacer con los sindicatos, no saben qu¨¦ hacer con el partido, e, incluso, puede que no sepan qu¨¦ hacer con la ley marcial, c¨®mo salir de ella.
R. ?De verdad cree que somos tan tontos? No, no somos ciegos en la oscuridad. No hemos impuesto la ley marcial para jugar a la inconsistencia y continuar con la maravillosa anarqu¨ªa polaca. Maravillosa para ustedes, no para nosotros.
Sabemos c¨®mo salir de esta situaci¨®n, paso a paso. El primer paso, levantar la econom¨ªa. Lo haremos, gracias a la ley marcial. Segundo paso, reconstruir los sindicatos y resucitar a Solidaridad con el derecho de huelga, no desbaratar la producci¨®n. Tercer paso, ofrecer propuestas concretas a las diversas fuerzas pol¨ªticas.
Hasta ahora ya se han puesto en libertad a 1.800 personas, pero contin¨²an internadas o detenidas m¨¢s de 4.000 y esto no puede seguir as¨ª mucho tiempo. Antes o despu¨¦s, tendremos que vivir con ellos, me temo... lo haremos.
Como dije al comienzo, no espero resistencia; en realidad, no mantenemos la ley marcial por miedo a la resistencia, la mantenemos para levantar la econom¨ªa y llevar a cabo las reformas. S¨®lo si fracasamos en la econom¨ªa y en las reformas habr¨¢ un movimiento de resistencia. ?Alguna otra pregunta?
P. S¨®lo una, antes de sacarle una muela... ?y los norteamericanos? No ha dicho nada contra ellos. Es sorprendente.
R. Ya sabe que los norteamericanos son gente muy pr¨¢ctica. Me gustan por eso. No gritan y vociferan contra los acontecimientos polacos porque les preocupe Polonia, sino porque Polonia les viene bien para sus prop¨®sitos de atacar a los sovi¨¦ticos. Cambiar¨¢n su politica hacia nosotros. Ya ver¨¢.
P. De acuerdo, y ahora, saquemos esa muela... va a ser doloroso, le advierto, y no me gusta. Pero tengo que hacerlo. Me refiero al tema de su hijo, que pidi¨® asilo pol¨ªtico en Alemania Occidental. S¨¦ que esto le ha destrozado.
R. Por supuesto que me destroz¨®... mucho... mucho..., cuando me lleg¨® por la Prensa la noticia de que Arthur hab¨ªa "elegido la libertad", inmediatamente despu¨¦s de mi visita a Bonn, fue... un golpe terrible. Y no me sirvi¨® de nada saber que las noticias hab¨ªan sido exageradas como venganza contra el encuentro positivo con los alemanes, como venganza por haberles sugerido argumentos que volvieron locos a los norteamericanos.
Vi inmediatamente la felicidad de mis enemigos, los de dentro del partido y de Solidaridad, y las maldades que escupir¨ªan sobre m¨ª. "Hay alguien en el Gobierno que quiere ense?arnos y que ni siquiera ha sido capaz de educar a su hijo como un patriota". "Nos arresta y su hijo est¨¢ con nosotros". Sin embargo, no fue esto enrealidad lo que me molest¨®. Fue... es... que quiero a mi hijo. Es mi hijo. Y no es un desertor como los dos embajadores, como el de Washington y el de Tokio, que tambi¨¦n pidieron asilo pol¨ªtico.
Ellos s¨ª son desertores. Porque pertenec¨ªan a la capa pol¨ªtica de mi pa¨ªs, y jam¨¢s criticaron a este o a aquel dirigente, esta o esa medida que hab¨ªa adoptado su r¨¦gimen...
Luego, vino la noticia de que mi otro hijo, VIadirnir, hab¨ªa desertado en Espa?a. No era cierto, como r¨¢pidamente me inform¨® el ministro de Asuntos Exteriores espa?ol, pero me hundi¨® a¨²n m¨¢s. Me hundi¨® por segunda vez y... estoy embarull¨¢ndome. Lo siento.
D¨¦jeme explicarlo mejor. Tengo dos hijos, los dos de mi matrimonio con la violinista Wanda Wilkomirska. El mayor es VIadimir, que tiene ahora veintiocho a?os y que ense?a ruso en Barcelona. Es un muchacho fant¨¢stico. Tiene un talento prodigioso para los idiomas, y actualmente habla ocho, incluyendo chino y japon¨¦s. Y luego viene Arthur, que tiene veinticuatro a?os y est¨¢ casado y con un hijo. Arthur era mi preferido de peque?o. Algo que VIadimirjam¨¢s ha olvidado. Pero despu¨¦s de mi divorcio de Wanda, hace seis a?os, mis relac¨ªcines con Arthur se hicieron m¨¢s espor¨¢dicas.. Ni siquiera me dec¨ªa qu¨¦ quer¨ªa hacer con su vida. S¨®lo sab¨ªa que no utilizar¨ªa el t¨ªtulo de Periodismo que hab¨ªa conseguido en la Universidad de Varsovia.
Entonces, el verano pasado, nos vimos y dijo que se iba a ir a Australia. Despu¨¦s, me escribi¨® una carta en la que atacaba muy fuertemente mis ideas pol¨ªticas, mis creencias. Le respond¨ª, pero estaba muy cansado y cargado de problemas, y tambien un poco ofendido por sus acusaciones. No me expliqu¨¦ c¨®mo deber¨ªa haberlo hecho. Adem¨¢s, jam¨¢s tuve ninguna influencia pol¨ªtica con ¨¦l; me parec¨ªa que no le importaba la pol¨ªtica.
Ahora veo que s¨ª le importaba. Quiz¨¢ se ve¨ªa influido por las opiniones de su madre. Wanda y yo est¨¢bamos en desacuerdo ideol¨®gicamente. ella participaba activamente en el KOR (Comit¨¦ de Defensa de los Disidentes). A causa de estas diferencias, nos separamos en 1976. Ahora se encuentra entre los signatarios de la petici¨®n contra la ley marcial.
Bueno... tengo que reconocer que no tengo muchos defensores entre mi familia. A mi segunda esposa tambi¨¦n le molest¨® mucho la ley marcial. Y todav¨ªa sigue molesta. No pertenece al partido comunista. Pertenece a Solidaridad, y hace tan s¨®lo unos d¨ªas que parece haber aceptado mi situaci¨®n un poco m¨¢s. Me dijo: "Bueno, s¨ª te odian en los dos lados, puede que signifique que no eres tan malo".
P. Qu¨¦ hombre m¨¢s tr¨¢gico es usted, se?or Rakowski. Ve, ni siquiera la gente que le quiere y a la que usted quiere le comprende. Pero, ?usted no reconoce que se haya equivocado?
R. No, porque creo que tengo raz¨®n, que estoy haciendo,lo correcto. Supongo qu¨¦ soy un poco terco. Mi padre tambi¨¦n lo era. ?Le he contado c¨®mo le ejecutaron los alemanes? Lo voy a hacer. En 1939, cuando los alemanes atacaron Polonia, salimos de nuestra aldea, que estaba muy cerca de la frontera alemana, y nos fuimos a la regi¨®n central. Nos devolvieron, pero mi padre se qued¨® porque todos le deb¨ªan: "Si regresas, te matar¨¢n los alemanes".
Dos semanas despu¨¦s, alguien llam¨® a las ventanas de nuestra casa. Era mi padre. "Ahora te descubrir¨¢n los alemanes, te matar¨¢n. ?Por qu¨¦ has regresado? ?Por qu¨¦?", le gritaba mi madre. "Porque no he hecho nada malo", contest¨®. Y as¨ª fue como le cogieron y le mataron.
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