La Federaci¨®n Liberal
LA FEDERACION de Clubes Liberales de Espa?a se ha constituido formalmente el pasado fin de semana en Palma de Mallorca y ha elegido presidente a Antonio Garrigues Walker. La Asamblea ha autorizado a su presidente para que adopte las opciones pol¨ªticas personales que considere convenientes, pero ha rechazado la posibilidad de reconvertir la reci¨¦n nacida Federaci¨®n en un partido. De esta forma, el club de clubes se configura como una plataforma capaz de lanzar hacia el poder pol¨ªtico a un grupo de personalidades que no se incorporaron a su tiempo a las formaciones partidistas, como le sucedi¨® a Antonio Garrigues, o que fueron apeadas del Gobierno, como ocurri¨® a Eduardo Merig¨® y Eduardo Punset, vicepresidente y secretario general, respectivamente, del invento.No hace falta demasiada malicia para suponer que la tripleta del nuevo equipo liberal hubiera sido distinta en el caso de que Antonio Garrigues hubiera aceptado la oferta de Leopoldo Calvo Sotelo para sustituir a Fern¨¢ndez Ord¨®?ez como Ministro de Justicia, de que Eduardo Punset -enfrentado con Calvo Sotelo por sus diferentes versiones de Europa- hubiera conservado su cartera en febrero de 1981, y de que Eduardo Merig¨® hubiera obtenido -como se rumore¨® en su d¨ªa- el nombramiento de Secretario de Estado para el Deporte. La ausencia en Palma de Mallorca de Soledad Becerril, ministra de Cultura, y de Pedro L¨®pez Jim¨¦nez, secretario de organizaci¨®n de UCD, ense?a que la doble militancia en puestos directivos de los clubes liberales y en el partido centrista s¨®lo se la pueden permitir aquellos que no ocupan un elevado cargo en el Gobierno o en UCD.
Por lo dem¨¢s, el liberalismo es un r¨®tulo reclamado tambi¨¦n, dentro de la propia UCD, por los componentes de un grupo que no solo no pertenecen a la Federaci¨®n, sino que la contemplan con recelo. No es probable que Ignacio Camu?as o Antonio Font¨¢n, por alg¨²n tiempo los liberales en el seno del centrismo, vean sin preocupaci¨®n la competencia de Antonio Garrigues. Para mayor complicaci¨®n, el liberalismo, que ya no es pecado nefando sino virtud edificante para la derecha espa?ola, est¨¢ a punto de convertirse en se?a de identidad ideol¨®gica del Presidente del Gobierno y de algunos ministros deseosos de buscar un camino intermedio entre la democracia cristiana.
S¨®lo el transcurso del tiempo permitir¨¢ despejar las dudas en torno a la presentaci¨®n apartidista de esta federaci¨®n de liberales. S¨®lo el tiempo, tambi¨¦n, servir¨¢ para valorar las contribuciones a la historia de las ideas y al di¨¢logo y la tolerancia en la sociedad espa?ola la actividad de un colectivo en el que abundan los ejecutivos a la page y los profesionales del poder y del dinero, pero escasean los hombres y mujeres dedicados al pensamiento.
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