Decepcionante estreno de la tercera dimensi¨®n en un canal de la televisi¨®n alemana
Frustraci¨®n, dolor de cabeza y un buen negocio para los fabricantes de gafas (un cristal verde y el otro rojo) es el resultado del estreno de la tercera dimensi¨®n en la televisi¨®n alemana, que aburri¨® a los telespectadores con una farragosa explicaci¨®n cient¨ªfica del sistema.
Las ¨®pticas de Bonn, y tambi¨¦n las de Renania-Westfalia y Estados adyacentes pusieron el cartel de "agotadas las gafas 3-D". La empresa Zeiss calcul¨® una demanda de seis millones y medio de gafas para poder ver la televisi¨®n en tercera dimensi¨®n, pero tuvo que elevar la producci¨®n a ocho millones y no bastaron. La potente empresa ¨®ptica lamenta que la televisi¨®n pusiese un tope m¨¢ximo de 0,80 marcos (unas 35 pesetas) al precio de las gafas, porque, de haber funcionado libremente la ley de la oferta y la demanda, el negocio pod¨ªa haber sido fabuloso.Un ¨®ptico misericordioso se compadeci¨® del corresponsal de EL PA?S y le cedi¨® un utensilio para poder ver la tercera dimensi¨®n televisiva, despu¨¦s de escuchar las explicaciones de que, "necesito ver el programa por motivos profesionales, para hacer una cr¨®nica".
El esfuerzo de conseguir las gafas no mereci¨® la pena. El personal se sent¨® ante el televisor animado por el morbo y la lujuria. Se hab¨ªa anunciado la presencia en el programa de la actriz Ingrid Steeger, que se distingue por su apetitosa anatom¨ªa y por no hacerle ascos al destape.
Quien m¨¢s quien menos esperaba ver salirse del televisor y pasearse por el cuarto de estar a uno o quiz¨¢ los dos voluminosos y bien formados pechos de la rubia. Nada de eso. Todo fue terriblemente aburrido. Estaba, seg¨²n las indicaciones de los programas de televisi¨®n, con las malditas gafas y un televisor en color para disfrutar las delicias de la tercera dimensi¨®n y quiz¨¢ palpar a la Steeger, mientras se mandaba a los hijos a la cama al grito de: "Esto no es para ni?os".
En vez de los pechos de la Steeger sali¨® un se?or, muy alem¨¢n ¨¦l, que nos dio una verdadera clase de f¨ªsica. Algo terrible, sobre todo para m¨ª, que soy de letras y nunca entend¨ª lo de la luz y la fotograf¨ªa y sigo sin explicarme el porqu¨¦ de la televisi¨®n.
Se esperaba a la Steeger, o por lo menos algo de sangre. Hace tres a?os, en el festival de cine de Berl¨ªn, hubo un ciclo dedicado a la tercera dimensi¨®n. Cuando a uno le clavaban la espada, los h¨ªgados llegaban hasta las localidades de para¨ªso, all¨¢ arriba.
En los cuartos de estar, ante el llamado "cine de las zapatillas", ni rodaron las cabezas, ni corri¨® la sangre, ni se salieron de la pantalla los pectorales de Ingrid Steeger. La rubia anunci¨® que iba a hacer un strip-tease y se meti¨® detr¨¢s de un biombo. Cuando al telespectador se le iba alegrando la pesta?a, la Steeger sali¨® del biombo vestida y se limit¨® a alargar la mano, que s¨ª se acerc¨® tridimensional por todos los hogares de Renania y Westfalia.
Acabada la broma, el se?or alem¨¢n con gafas sigui¨® sus explicaciones y su clase de f¨ªsica, con lo que logr¨® el famoso "efecto distanciador" brechtiano, y muchos empezaron a pensar que eso de la tercera dimensi¨®n en televisi¨®n es un rollo. La imagen, con las gafitas, s¨®lo se percibe en blanco y negro.
A la media hora -a lo mejor era tambi¨¦n la gripe que nos asola-, el dolor de cabeza era considerable. Motivo suficiente para, a la vista de que la Steeger hizo el programa m¨¢s casto de su vida, cambiar de canal y ver en otro programa un partido del mundial de balonmano, que ten¨ªa mucho m¨¢s inter¨¦s.
Con tenacidad teut¨®nica, la televisi¨®n alemana est¨¢ dispuesta a seguir adelante con el experimento, y se anuncian nuevos programas en tercera dimensi¨®n, incluida una pel¨ªcula de Rita Hayworth.
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