La Real Academia de la Lengua debe sobrevivir con un presupuesto anual de 30 millones de pesetas
Hasta el momento, la Real Academia de la Lengua cuenta con unos treinta millones de pesetas anuales para hacer frente a todos sus trabajos. Para cubrir salarios, ediciones, dietas, viajes... De esos treinta millones, diez se los lleva el Diccionario hist¨®rico; dos, la Comisi¨®n Permanente de la Asociaci¨®n de Academias de la Lengua, y los que quedan, para todos los gastos generales. Naturalmente, la cifra es rid¨ªcula si se tiene en cuenta que tiene alrededor de cincuenta personas, en su mayor¨ªa titulados superiores, trabajando aparte de los acad¨¦micos.
"Ahora, adem¨¢s de la alta instituci¨®n que es, la Academia tiene que ser una empresa", dice su secretario perpetuo, Alonso Zamora Vicente, que evidentemente prefiere hablar de ling¨¹¨ªstica y de literatura y de la vida misma, que no hablar de ese tema terrible que son los presupuestos. Y m¨¢s, si son escasos, como ocurre con la Academia. "Nuestra gran preocupaci¨®n es el personal que trabaja con nosotros. Nos las vernos y nos las deseamos para mantener un nivel digno en los salarios".Y es que la Academia tiene dos lados bien distintos. Manuel Seco, director del seminario de Lexicograf¨ªa, que se encarga de preparar el Diccionario Hist¨®rico de la Lengua Espa?ola, lo explica gr¨¢ficamente: "De la imitaci¨®n francesa tiene un lado decorativo, todo el ritual dieciochesco y la cosa honoraria. Pero herencia espa?ola, de la primera Academia, es que sea un centro de trabajo. No hay que olvidar que su creaci¨®n fue una idea progresista y moderna de esos reyes reformadores que fueron los Borbones, frente a la entonces reaccionaria Universidad espa?ola. La herencia de aquella primera Academia, que hizo el primer diccionario, a mi modo de ver el mejor de su historia, la recogieron en el siglo siguiente esas instituciones ejemplares que fueron las Sociedades Econ¨®micas de Amigos del Pa¨ªs. Y de ese pasado nos ha quedado un esp¨ªritu de trabajo que yo creo que es indudable, un talante liberal y sobre todo independiente, que se ha manifestado hasta en sus peores momentos, y cierta elegancia que tampoco hay por qu¨¦ ocultar".
Alonso Zamora Vicente certifica y afirma este car¨¢cter de la Academia. "No, no es una entidad decorativa. Lo fue en determinados momentos, cuando los grandes pol¨ªticos entraban en ella s¨®lo por esa raz¨®n. El ¨²ltimo fue Niceto Alcal¨¢ Zamora".
"Gratis et amore"
Los acad¨¦micos trabajan gratis et amore. La asistencia a los plenarios de los jueves es te¨®ricamente obligatoria, y se gratifica con unas dietas simb¨®licas: algo m¨¢s de setecientas pesetas. M¨¢s simb¨®lico a¨²n es el sueldo del director-presidente y del secretario perpetuo: 93,70 pesetas al trimestre, una reliquia de antiguas econom¨ªas que, seg¨²n Zamora Vicente, "seguimos firmando en pesetas cada tres meses, porque es bonito y porque ya no existen los reales de vell¨®n, que es como figura a¨²n en la ordenanza". En cambio, los precios no son simb¨®licos para la Academia: "El papel para las publicaciones se multiplic¨® tres veces el a?o pasado. Hemos tenido que hacer obras, porque esta casa es centenaria y adem¨¢s el espacio para biblioteca era insuficiente. Hemos tenido que reforzar la estructura y tambi¨¦n hemos instalado el sistema contra el fuego y la c¨¢mara fuerte para los libros m¨¢s valiosos", dice Zamora Vicente. "Todas estas cosas se han hecho con presupuestos extraordinarios del Ministerio de Cultura o del nuestro, que es el de Educaci¨®n. Y presupuestos extraordinarios vamos a necesitar para quitar los materiales combustibles..."As¨ª, combustible, s¨®lo va a quedar el lugar donde ocurren las dos entrevistas que componen este texto. El despacho del director, un sal¨®n cuadrado, que tiene algo de suntuoso mal gusto, enormes sillones inclasificables tapizados de alfombra quiz¨¢ de seda, madera noble tallada a la espa?ola, techos pintados decorados de hipogrifos, delfines, angelitos, cortinones pesados de terciopelo rojo, entelado a juego, tal vez un punto m¨¢s teja, entarimado cuadrado un poco sin edad... retratos cl¨¢sicos: es el dinero del siglo XIX que escucha las penurias acad¨¦micas del veinte.
"El seminario de Lexicograf¨ªa", dice su director Manuel Seco, "se dedica exclusivamente a la confecci¨®n del Diccionario hist¨®rico de la lengua espa?ola desde su fundaci¨®n en 1946. Su director es siempre un acad¨¦mico: en mi caso, mi trabajo como catedr¨¢tico ocurre aqu¨ª, donde estoy en comisi¨®n de servicios. En la actualidad somos diecis¨¦is los que trabajamos en este seminario, la mayor¨ªa licenciados y algunos doctores. Como ejemplo de la media salarial, con un horario de 4 a 8 de la tarde, todos los d¨ªas, le dir¨¦ que un redactor con siete trienios, es decir, con m¨¢s de 21 a?os trabajando en el tema, gana 53.000 pesetas l¨ªquidas por mes, y otro, con cuatro trienios, 46.000. Naturalmente, no podemos contratar gente nueva, y eso que hace mucha falta, porque calcule usted que tenemos que contar con diez millones anuales para todo".
Para que nos hagamos una idea de lo que es este trabajo an¨®nirno, oscuro y mal pagado, Manuel Seco explica que "un diccionario hist¨®rico es un registro total de la lengua a lo largo de toda la historia. Es decir, que se recogen todas las palabras utilizadas desde que existe el castellano, y con todos los cambios ocurridos en los distintos lugares en que se habla el espa?ol.
"As¨ª", dice el profesor, "pretende registrar no s¨®lo las palabras del espa?ol de Espa?a, sino tambi¨¦n de todos los pa¨ªses americanos, de Filipinas y el de los sefarditas". Contar¨¢ tambi¨¦n la historia (le cada palabra. Detr¨¢s de cada palabra, figuran los textos en que aparece en cada acepci¨®n. Y pone Manuel Seco un ejemplo significativo: "Para que se d¨¦ una idea de todo lo que hay que escribir para este diccionario, baste decir que a las 35 primeras p¨¢ginas del diccionario com¨²n de la Academia corresponden mil del hist¨®rico".
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