Las guerras de la guerra
1. Uno se asoma a las estad¨ªsticas internacionales y se pregunta: Pero ?en qu¨¦ mundo vivimos? ?Un manicomio gigante? ?Un matadero? ?Qui¨¦n ha escrito esta obra que estamos obligados a representar? ?Qu¨¦ loco o euf¨®rico verdugo? ?Ment¨ªa la historia cuando promet¨ªa paz y progreso?Diez mil personas mueren de hambre cada d¨ªa, pero cada d¨ªa gasta el mundo m¨¢s de mil millones de d¨®lares en ej¨¦rcitos y armamentos. El cotejo de las cifras militares con los datos de analfabetismo, enfermedad y atraso produce estremecimientos de espanto si se piensa que con el coste de un tanque se podr¨ªan equipar quinientas aulas escolares; que un caza a reacci¨®n equivale a 40.000 farmacias, y que con lo que cuesta un destructor se podr¨ªa proporcionar electricidad a nueve millones de personas. Aunque las armas durmieran y no fueran disparadas jam¨¢s, de todos modos estar¨ªan devorando los recursos de la econom¨ªa mundial. Y por cierto que s¨ª se disparan. No contra el hambre: contra los hambrientos.
2. ?Econom¨ªa de guerra en tiempos de paz? Pero ?qu¨¦ paz? Aunque no resonara un solo tiro, ni una sola bomba explosionara, una guerra secreta y jam¨¢s declarada continuar¨ªa cobrando treinta millones de v¨ªctimas por a?o, en pa¨ªses como, por ejemplo, El Salvador o Guatemala. Treinta millones de personas mueren de hambre cada a?o. ?En el mundo? ?Ah!, no: en el tercer mundo, o sea: en otro mundo. Triste destino ha encontrado este t¨¦rmino, tercer mundo, que Alfred Sauvy cre¨® hace a?os, sin sospechar que servir¨ªa de coartada a los pa¨ªses opulentos. El llamado tercer mundo integra el mundo capitalista, por la sencilla raz¨®n de que el subdesarrollo no es una etapa del desarrollo, sino la consecuencia hist¨®rica del desarrollo ajeno. Unos pa¨ªses son pobres porque otros pa¨ªses son ricos, al cabo de una larga historia de despojo, enmascarada y mentida, pero dolorosamente real.
3. ?Despilfarro de recursos o recursos para defender el despilfarro? La organizaci¨®n desigual del mundo ?podr¨ªa sostenerse un solo d¨ªa m¨¢s si no estuvieran armados hasta los dientes los pa¨ªses privilegiados y las clases sociales acostumbradas al derroche?
La miseria de muchos amenaza la opulencia de pocos. Razones tiene para vivir en estado de alarma, durmiendo con un solo ojo, el pu?ado de pa¨ªses enfermos de consumismo y ostentaci¨®n, atiborrados de objetos innecesarios, vorazmente lanzados al arrasamiento de los bienes de esta tierra. En un trabajo reciente, Jean Ziegler advert¨ªa que el mundo contempor¨¢neo, mundo de hambrientos, produce cereales que podr¨ªan dar de comer a una poblaci¨®n tres veces mayor que la que tiene. A los vientres de las vacas va a parar la tercera parte de los cereales; y en los pa¨ªses ricos, cuatro de cada diez personas mueren no de hambre, sino de gula, por el excesivo consumo de carnes y grasas.
A su vez, en otro trabajo tambi¨¦n reciente, Jacques Chonchol ha demostrado que Am¨¦rica Latina produce m¨¢s calor¨ªas y prote¨ªnas que las que necesita su poblaci¨®n. Y, sin embargo: la mitad de los latinoamericanos son ni?os, y la mitad de esos ni?os est¨¢ desnutrida. Seg¨²n la FAO, de cada cien ni?os latinoamericanos, 35 padecen desnutrici¨®n grave, que es el nombre que los t¨¦cnicos dan al hambre. ?Puede sorprender a alguien que los pa¨ªses m¨¢s explotados gasten lo mismo en armas que en desarrollo agr¨ªcola? El dato puede y debe provocar indignaci¨®n; sorpresa, nunca. ?Acaso esos pa¨ªses no tienen due?os? Y esos due?os, ?no tienen motivos para sentirse acosados? Los pa¨ªses subdesarrollados -que el pudor o la hipocres¨ªa dan en llamar pa¨ªses en desarrollo- han duplicado sus gastos militares entre 1970 y 1975. En el mismo per¨ªodo disminuyeron su producci¨®n de alimentos por persona.
Sin una bayoneta detr¨¢s de cada espalda, ?c¨®mo podr¨ªan gobernar, por ejemplo, quienes ahogaron en sangre la democracia en Chile? ?De qu¨¦ otro modo se podr¨ªa lograr que millones de chilenos sobrevivan comiendo fideos, mientras los vencedores reciben cada d¨ªa el pan baguette en vuelos desde Par¨ªs y beben whisky con agua de Escocia?
4. En este marco ha estallado la crisis en Am¨¦rica Central. En este cuadro general de cosas ocurren el bombardeo de amenazas contra Nicaragua, las denuncias contra Cuba -demonio rojo, de cuernos y largo rabo, que, como Dios, est¨¢ en todas partes- y recrudece la intervenci¨®n imperialista en El Salvador y Guatemala.
Respuesta al hambre
La efervescencia revolucionaria de Am¨¦rica, central da respuesta, en lo m¨¢s hondo, a la guerra secreta que mata ni?os de hambre y a la violencia invisible que encarcela pueblos y pa¨ªses. Son guerras contra la guerra, podr¨ªamos decir, las que est¨¢n sacudiendo aquella atormentada regi¨®n: guerras de liberaci¨®n que atacan las causas de la guerra, guerras contra la guerra cotidiana que desangra a la clase trabajadora, guerras contra la falsa paz de las c¨¢rceles y los cementerios, guerras del pueblo por la ¨²nica paz que merece llamarse paz, que es la paz con dignidad. El desaf¨ªo popular hacia cambios profundos choca con el sistema y lo desenmascara: la potencia imperial, amenazada en sus dominios, da orden de exterminio y el terrorismo de Estado muestra todos sus dientes. Los due?os del terror, los terroristas de uniforme, llaman terroristas a sus v¨ªctimas. Un solo dato ilustrativo, tomado del ¨²ltimo informe del grupo sobre desaparecidos de la Comisi¨®n de Derechos Humanos de las Naciones Unidas: en El Salvador, 87 ni?os menores de catorce a?os han sido capturados por las fuerzas armadas. Esos ni?os estaban acusados de terrorismo. Esos ni?os han desaparecido.
La intervenci¨®n norteamericana
5. En una conferencia de Prensa, Jeanne Kirkpatrick, representante del presidente Reagan, dijo que Sornoza era preferible a los sandinistas. M¨¢s sinceramente, pod¨ªa haber dicho que prefer¨ªa a Wilfiam Walker. William Walker fue un pirata norteamericano que hace m¨¢s de un siglo, en 1856, se proclam¨® presidente de Nicaragua y El Salvador y restableci¨® la esclavitud de los negros en esos pa¨ªses. Los Estados Unidos, que llevaban medio siglo neg¨¢ndose a reconocer la independencia de Hait¨ª, reconocieron de inmediato al Gobierno de este filibustero y le enviaron embajador. Al a?o siguiente, Walker fue expulsado por los patriotas centroamericanos, pero el presidente Buchanan, desde Washington, anunci¨®: "Est¨¢ en el destino de nuestra raza. Nuestra emigraci¨®n seguir¨¢ hacia el Sur y nadie podr¨¢ detenerla. Dentro de poco tiempo, la Am¨¦rica. Central...". Diez a?os antes, la invasi¨®n militar norteamericana hab¨ªa arrancado a M¨¦xico la mitad de su territorio.
La historia de la intervenci¨®n norteamericana en Am¨¦rica Central, y en el Caribe, y en el resto de Am¨¦rica Latina -historia de incesantes infamias y atrocidades- acompa?a, paso a paso, la historia de la emergencia y consolidaci¨®n de Estados Unidos como potencia mundial. No vamos a contar esa historia aqu¨ª. Basta con ver la realidad actual de pa¨ªses donde el dictador o presidente de turno act¨²a como si fuera embajador de los Estados Unidos; el embajador de los Estados Unidos act¨²a como virrey, y el ministro de Econom¨ªa, como su recaudador de
tributos, mientras el, comandante en jefe de las fuerzas armadas arranca el cuero cabelludo a los indios vencidos. Y basta con recordar, por ejemplo, que el actual ciclo tr¨¢gico de Guatemala se abri¨® hace casi treinta a?os, en 1954, cuando los Estados Unidos armaron y acompa?aron una invasi¨®n que liquid¨® a sangre y fuego a un Gobierno democr¨¢ticamente elegido, que hab¨ªa tenido la subversiva ocurrencia de poner en marcha la reforma agraria. A?os despu¨¦s, en la d¨¦cada del sesenta, para aplastar la lucha de los campesinos desalojados, los Estados Unidos convirtieron Guatemala en un laboratorio de aplicaci¨®n de las t¨¦cnicas de guerra sucia que hab¨ªan ensayado en Vietnam. Guatemala fue el primer pa¨ªs latinoamericano donde se desarroll¨® en gran escala la t¨¦cnica de las desapariciones. En nuestros d¨ªas, el m¨¦todo se sigue aplicando all¨ª y tambi¨¦n en El Salvador y otros pa¨ªses gobernados por secuestradores. En Argentina ha cobrado no menos de 20.000 v¨ªctimas, que la m¨¢quina del poder devor¨® intentando borrar rastros.
Desde hace a?os la realidad demuestra, dolorosamente, que los centros norteamericanos de adiestramiento para militares latinoamericanos fabrican dictadores en serie. All¨ª han aprendido a picar carne humana y a gobernar traicionando a los generales que ejercen el poder, directamente o con m¨¢scara civil, en la mayor¨ªa de nuestros pa¨ªses. A veces, estos intermediarios trastrabillan ante el embate de la furia popular. La Comisi¨®n de Derechos Humanos de las Naciones Unidas acaba de informar que las fuerzas armadas y los grupos paramilitares de El Salvador son responsables de casi todos los asesinatos pol¨ªticos que all¨ª han ocurrido durante el a?o pasado -11.000 asesinatos, al margen de los combates militares-, mientras algunos periodistas especializados elevan mucho m¨¢s la cifra y se?alan que los militares salvadore?os matan cuarenta civiles por cada guerrillero que abaten. Y, sin embargo, es in¨²til: la CIA advierte al presidente Reagan que no se ganar¨¢ la guerra sin la intervenci¨®n directa y masiva de tropas estadounidenses. Hasta ahora, el creciente env¨ªo de armas y asesores ha multiplicado los muertos, pero no ha multiplicado la fuerza de la dictadura.
Muertos de segunda categor¨ªa
6. Desde el punto de vista de la mayor¨ªa de los medios occidentales de comunicaci¨®n, hay en el mundo muertos de segunda categor¨ªa. Son las v¨ªctimas de los programas de reajustes de tuercas del imperialismo en los pa¨ªses de segunda categor¨ªa. Cincuenta cr¨ªmenes por d¨ªa en el El Salvador o Guatemala pertenecen al orden natural de cosas, son normales, y rara vez merecen algo m¨¢s que una fotografia macabra o alg¨²n art¨ªculo sobre el pintoresquismo del horror. En la organizaci¨®n desigual del mundo hay quien es digno de solidaridad y quien es digno, a lo sumo, de caridad o l¨¢stima. ?Qu¨¦ hubiera ocurrido con Andrej Sajarov si
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Las guerras de la guerra
Viene de la p¨¢gina 9hubiera nacido en El Salvador? ?Tendr¨ªa tanta fama Lech Walesa si fuera un dirigente obrero de Guatemala? ?Estar¨ªa vivo Lech Walesa si fuera un dirigente obrero de Guatemala? La dictadura de Jos¨¦: Napole¨®n Duarte ha anunciado, con bombos y platillos, la captura de los militares culpables de la violaci¨®n y asesinato de cuatro monjas norteamericanas en El Salvador. Nunca Duarte anunciar¨¢ la captura de los militares culpables de los no menos horrendos asesinatos de miles de sus compatriotas, campesinos castrados, decapitados o quemados vivos. El crimen de las monjas fue un peligroso error del r¨¦gimen; la matanza de salvadore?os es una necesidad y un m¨¦rito.
7. El drama de Polonia -drama del divorcio entre la clase obrera y el poder que dice que la representa- ha dado lugar, en estos ¨²ltimos tiempos, a los m¨¢s estrepitosos festivales de la hipocres¨ªa. Hemos visto a los carceleros, los verdugos y los inquisidores de: Turqu¨ªa, Uruguay o Guatemala derramando oc¨¦anos de l¨¢grimas por la malherida libertad de los trabajadores polacos, como si los obreros de los astilleros de Gdarisk fueran los aliados naturales de las dictaduras del llamado mundo libre.
La dial¨¦ctica del chantaje mutuo rige la pol¨ªtica internacional. Cuidado con meter el pie en la vieja trampa. Denunciar a los responsables de la carnicer¨ªa centroamericana no implica indiferencia ni consentimiento ante el golpe de Estado en Polonia. Condenar la invasi¨®n sovi¨¦tica en Afganist¨¢n, que niega en los hechos el proclamado derecho a la autodeterminaci¨®n de los pueblos, no implica ninguna forma de complicidad con la maquinaria capitalista del crimen. Se?alar que el miedo de los privilegiados es la causa principal de la loca carrera armamentista no implica desconocer que la creciente militarizaci¨®n del bloque socialista no es solamente el resultado de una larga historia de bloqueos y amenazas de las potencias imperialistas.
Sabemos muy bien que los pa¨ªses del Este han utilizado y utilizan su fuerza militar con fines de defensa y de solidaridad internacional, pero tambi¨¦n sabemos de otros usos. En repetidas y lamentables ocasiones, esa fuerza militar se ha utilizado y se utiliza para prevenir o castigar heterodoxias y desviaciones, imponiendo un determinado modelo de socialismo, seg¨²n el cual la contradicci¨®n y la duda son signos de herej¨ªa y traici¨®n.
Falsas coartadas
Una inmensa maquinaria de manipulaci¨®n pretende devolvernos a los tiempos de la guerra fr¨ªa. La maniobra no es inocente: se intenta reducir la revoluci¨®n centroamericana a t¨¦rminos de enfrentamiento Este-Oeste, para atribuirla a una conspiraci¨®n sovi¨¦tica y ocultar sus profundas ra¨ªces nacionales. Y se intenta, sobre todo, esconder y absolver a los culpables de tanta sangre derramada. ?Saben ustedes que en Guatemala funciona una oficina que se ocupa de los derechos humanos? En ese pa¨ªs, convertido en un matadero por la intervenci¨®n extranjera, esa oficina se ocupa de la violaci¨®n de los derechos humanos ... en la URSS.
8. Indignan el coraz¨®n y ofenden la inteligencia las coartadas de la incesante intervenci¨®n imperialista en Centroam¨¦rica.
Los Estados Unidos fueron el primer pa¨ªs al que los sandinistas acudieron en demanda de ayuda cuando derribaron la dictadura de Somoza. Encontraron all¨ª puertas cerradas, cr¨¦ditos condicionados y mutilados, amenazas: el imperio m¨¢s poderoso de la historia considera peligrosa a Nicaragua, peque?a naci¨®n en ruinas, devastada por una larga dictadura, un terremoto y una guerra. "Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo", dicen que dijo Roosevelt. Cuando Nicaragua quiere ser Nicaragua, y a trav¨¦s de su revoluci¨®n empieza a descubrirse a s¨ª misma, el presidente Reagan echa mano al Colt 45. Para desarrollar la energ¨ªa hidr¨¢ulica y geot¨¦rmica, Nicaragua necesita ochocientos millones de d¨®lares. Esa palanca le permitir¨ªa avanzar a los saltos. Parece una cifra gigantesca, pero es 845 veces menor que la cifra que los Estados Unidos dedicaron a evitar que Vietnam fuera Vietnam, mientras dur¨® la guerra del sureste asi¨¢tico. Matando vietnamitas, los Estados Unidos gastaron 676.000 millones; solamente en explosivos dilapidaron el equivalente de doscientas bombas de Hiroshima.
?Cu¨¢nto est¨¢n gastando y gastar¨¢n para evitar que El Salvador sea El Salvador? Conocemos los pretextos. ?Habr¨¢ quien honestamente crea que los agentes sovi¨¦ticos son los culpables de que los salvadore?os tengan el m¨¢s bajo consumo de calor¨ªas en Am¨¦rica Latina? De cada diez ni?os salvadore?os, hay ocho desnutridos. De esa violencia viene la violencia. Democracia era antes en El Salvador el reino de catorce familias. Ahora es el reino de 244 familias, y la farsa de elecciones bajo estado de sitio, que nadie se cree. De esa violencia viene la violencia. Hace dos a?os, las fuerzas armadas de El Salvador ocuparon el campo. Entregaron el 5% de la tierra a las cooperativas campesinas, y llamaron a eso reforma agraria. Antes del fin de 1980, las fuerzas armadas asesinaron a doscientos l¨ªderes de esas cooperativas. De esa guerra viene la guerra.
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