El vendaval de la huerta
Primera corrida de FallasToros de Torrestrella, tercados,flojos, nobles. Paco Camino: Pinchazo y tres descabellos (ovaci¨®n y salida al terico). Pinchazo y estocada (silencio). Pepe Luis V¨¢zquez: Metisaca, dos pinchazos, otro baj¨ªsimo y estocada (aplausos y saludos). Media atravesada y dos descabellos (silencio). El Soro, que tom¨® la alternativa: bajonazo (oreja). Pinchazo, media atravesada y descabello (dos orejas y clomorosa salida a hombres).
Plaza de Valencia, 14 de Marzo
La emotividad de una corrida que transcurr¨ªa llena de pasi¨®n subi¨® de punto en el sexto toro cuando El Soro, ese vendaval llegado de la huerta, despu¨¦s de recibirlo con dos emocionantes largas de rodillas, y unos suaves lances en el mism¨ªsimo platillo, para el quite clav¨® las rodillas en la arena e instrument¨® cuatro faroles rematados con media ver¨®nica.
El p¨²blico se puso en pie, fiameaban pa?uelos y miles de gargantas romp¨ªan a gritar "?Soro! ?Soro!". La tarde de alternativa del ¨ªdolo de Valencia se configuraba apote¨®sica y el apoteosis lleg¨® en la faena de muleta, la cual result¨® valerosa, exc¨¦ntrica y casi disparatada, con aquellos pases violentos a un toro que embest¨ªa en olor de santidad.
Pero aunque fueran violentos, el vendaval de la huerta los daba largos, circulares, inveros¨ªmiles; de frente, de espaldas, por arriba, por abajo, dentro de la m¨¢s pura escuela damasista, y luego se arrodill¨®, la cabeza, el cuerpo todo metido entre los pitones; hizo el p¨¦ndulo; arroj¨® los trastos. El tendido era un manicomio. Cuando logr¨® matar al santo-martir-torito de Torrestrella, el triunfo fue tan grande como apenas pod¨ªa recordarse en Valencia.
Preludio de la "locura"
Al de la alternativa, otro pedazo de pan que acab¨® acobard¨¢ndose, aculado en tablas, El Soro le hab¨ªa pegado pases destemplados y tambi¨¦n lo desafi¨® de rodillas, metido entre las astas. Naturalmente le dieron la oreja, pero a¨²n no fue la locura que vendr¨ªa despu¨¦s y que ya queda relatada. Pero est¨¢bamos en lo del quite. Aquel sexto toro era miel y los artistas que acompa?aron a El Soro en su tarde hist¨®rica, no se la iban a dejar en los labios. De manera que, des pu¨¦s de los faroles, Paco Camino que estaba puesto en el cartel para dar las bendiciones al toricantano olvid¨® las renuncias a que obliga un buen padrinazgo y le borr¨® el quite -casi le borr¨® del mapacon unas chicuelinas puro dibujo.
La ovaci¨®n fue tan grande, que hubo que saludar montera en mano. Y luego se arranc¨® Pepe Luis V¨¢zquez con dos ver¨®nicas torer¨ªsimas y media en la que volc¨® su mejor gracia sevillana.
El triunfo se lo llev¨® El Soro, pero el toreo bueno lo hizo Pepe Luis en su primera faena. Demasiado buena para el ambiente que hab¨ªa en la plaza, donde el p¨²blico apetec¨ªa arrojo, revuelo, sal gorda. Pretender que un gent¨ªo apasionado, partidista y bullanguero asuma los delicados matices de una tauromaquia exquisita es intento vano.
De cualquier forma. Relajado, pulcro, con olvido de la galer¨ªa, en el terreno y en las distancia precisos, Pepe Luis desgranaba muletazos de bella factura, ligados a la perfecci¨®n. Algunos naturales le salieron bordados y en los remates exhibi¨® un riqu¨ªsimo repertorio de pases y adornos. Lo malo es que con la espada tambi¨¦n estuvo variado, y emple¨® rnandobles de toda laya, lo cual emborron¨® la interesante actuaci¨®n.
Su otro toro cabeceaba y se quedaba corto, por lo que abrevi¨® tras unos intentos de torearle al natural. Camino desaprovech¨® dos toretes manejables, posiblemente porque se reservaba para el quite final, que fue el del perdon. En realidad, en ese tercio memorable hubo indulto general.
Pero cualquier cosa daba lo mismo ante la fuerza de El Soro. La gente hab¨ªa ido a ver a El Soro. Un centenar de autocares trajeron una multitud desde Foyos y otros pueblos de la provincia.
Miles de soristas recorrieron Valencia con pancartas aclamando a su torero y desde primeras horas de la tarde ten¨ªan pr¨¢cticamente tomados los accesos a la plaza, donde esperaron al titulai de la causa, que lleg¨® en calesa. La entrada no la hizo bajo palio, pero poco le falt¨®.
Le regalaron de todo en sus vueltas al ruedo. Hubo pavos, cuadros, flores, pan, puros. Hubo gritos hasta enronquecer. Y hubo l¨¢.grimas. Valencia quer¨ªa un torero y ya lo tiene. O a lo mejor es m¨¢s que un torero: es un vendaval.
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