Los juicios de Bilbao sobre el aborto
Se celebra hoy en Bilbao el juicio contra once mujeres acusadas de haber interrumpido voluntariamente su embarazo. El autor de este art¨ªculo reflexiona sobre la necesidad de regular el derecho al aborto en nuestro pa¨ªs y alerta a la izquierda pol¨ªtica sobre los problemas que afectan a los ciudadanos en su vida familiar y en el conjunto de las relaciones personales, ¨¢mbito donde, ineludiblemente, debe incidir y hacerse patente la vigencia de un r¨¦gimen democr¨¢tico.
Los costes f¨ªsicos, sociales y psicol¨®gicos que est¨¢n pagando las ciudadanas espa?olas con los abortos clandestinos son graves y conocidos por la opini¨®n p¨²blica y por la clase pol¨ªtica. Tenemos una normativa que no s¨®lo no elimina el problema, sino que pone en peligro la vida de miles de mujeres, que discrimina a las m¨¢s d¨¦biles econ¨®micamente y que, para colmo, s¨®lo se aplica, ejemplificadoramente, a aqu¨¦llas que lo han sufrido en las peores condiciones. Tal es el caso del juicio de las once mujeres de Bilbao, modelo de lo que podemos llamar el delito de las pobres.Este desfase entre la realidad y la norma no se puede seguir manteniendo. El caso de las afectadas por el s¨ªndrome t¨®xico es realmente elocuente y pone de manifiesto las dificultades para acceder a la anticoncepci¨®n adecuada que evite las posteriores interrupciones del embarazo como recurso ¨²nico y obligado para tantas mujeres.
Estamos ante un problema social y de calidad sanitaria, resuelto en los dem¨¢s pa¨ªses occidentales como desarrollo l¨®gico de una legislaci¨®n democr¨¢tica laica, que impide la imposici¨®n de pautas morales y religiosas a los ciudadanos. Y en este caso no olvidemos que la imposici¨®n conlleva adem¨¢s sanci¨®n penal.
No se tratar¨ªa tampoco de despenalizar el aborto, dejando al libre mercado, una vez m¨¢s, la salud de las mujeres. Hay que regularlo ya; hay que garantizar la asistencia sanitaria a todas las que quieran interrumpir su embarazo en los plazos que se determine, al mismo tiempo que se establece una eficaz red de informaci¨®n y atenci¨®n anticonceptiva, que haga posible situar el aborto como el ¨²ltimo recurso frente a un embarazo no deseado.
Sin embargo, el debate sobre la legalizaci¨®n del aborto no puede reducirse al problema social y sanitario que conlleva.
Y ah¨ª es donde los hombres de izquierda debemos reflexionar; y digo los hombres, porque somos los que, por ahora, tenemos el monopolio de la pol¨ªtica...
El movimiento feminista est¨¢ planteando elementos que van m¨¢s all¨¢ de la mera discusi¨®n sobre el aborto mismo. Su objetivo es, sin duda, evitar que sea un medio de control de natalidad, como lo es hoy tristemente en este pa¨ªs, y su legalizaci¨®n la entienden como parte de una lucha m¨¢s global: hacer de la maternidad una opci¨®n libre y no una imposici¨®n que conlleva marginaci¨®n social, laboral, etc¨¦tera. Exigen, en definitiva, la libertad de disponer sobre s¨ª mismas. Conscientes, con una lucidez que nos asusta, del derecho a ser due?as de su cuerpo, alienado durante siglos de historia en nombre de principios divino/naturales o de intereses de Estado. Romper esa alienaci¨®n, fundamento de su opresi¨®n en todos los aspectos de la vida, ese es su verdadero objetivo.
No es s¨®lo la separaci¨®n de la sexualidad y la reproducci¨®n, la exigencia del derecho al placer, lo que las feministas nos plantean, principios que son f¨¢cilmente asimilables en las sociedades m¨¢s civilizadas y menos machistas que la nuestra. Detr¨¢s de ello subyace toda una cr¨ªtica al sistema, a las estructuras fundamentales de nuestra sociedad: divisi¨®n sexual del trabajo, relaci¨®n hombre/mujer, cultura sexual dominante...
Es hora de que desde los partidos de izquierda reflexionemos sobre el modelo de sociedad que queremos construir, porque en nuestra oferta, quer¨¢moslo o no, subyacen los privilegios de unos y la marginaci¨®n de otras.
Mientras miles de mujeres en diferentes sitios del Estado espa?ol salen estos d¨ªas a la calle pidiendo la amnist¨ªa para las que van a ser juzgadas por delito de aborto y exigiendo una normativa que nos equipare al resto de los pa¨ªses de la Comunidad Europea, el Gobierno de UCD ignora la situaci¨®n, y partidos de izqu¨ªerda -PCE y PSOE- temen llevar el problema a las instituciones, como si el derecho de la mitad de la poblaci¨®n espa?ola a la salud, a la justicia y a la libre decisi¨®n sobre sus vidas fuesen a poner en peligro el proyecto democr¨¢tico. La retirada temporal del proyecto de ley sobre la interrupci¨®n voluntaria del embarazo por parte del PCE y la pol¨¦mica levantada en el seno del PSOE en torno a la moci¨®n del Ayuntamiento de Madrid son hechos que, lejos de ahuyentar el peligro golpista, sirven para debilitar la democracia, abriendo a¨²n m¨¢s la brecha entre las instituciones y la sociedad civil, entre la alta pol¨ªtica y los problemas de los ciudadanos comunes.
Debemos preguntarnos sobre el concepto que tenemos de la pol¨ªtica para precisar cu¨¢l es la esfera de intervenci¨®n de un partido que se diga revolucionario. La realidad nos demuestra que la pol¨ªtica se ha ido perfeccionando como pr¨¢ctica separada y separable de la sociedad civil, se ha reservado a especialistas, a t¨¦cnicos.
Tenemos que salir de esa trampa y recoger el viejo deseo de emancipaci¨®n reavivado despu¨¦s del 68 por diferentes movimientos sociales que, desde fuera de los partidos, vienen a recordarnos que es preciso acercar la pol¨ªtica al campo de la vida cotidiana, abri¨¦ndonos sin reservas a las nuevas formas de conflictividad social; romper, en definitiva, la distinci¨®n que arrastran los partidos de izquierda entre lo que es privado y los grandes hechos p¨²blicos que configuran el mundo de lo pol¨ªtico.
La estructura de la familia, las relaciones que se crean en su interior, la propia subordinaci¨®n de la mujer, y todas las relaciones entre los seres humanos, no son opciones individuales y fuera de la historia, sino que est¨¢n estrechamente ligadas a la estructura de la sociedad, a las relaciones de clase existentes, a las instituciones, ideolog¨ªas, formas jur¨ªdicas... Las funciones que hoy se realizan dentro del ¨¢mbito familiar son funciones sociales no reconocidas, y eso es lo que quieren hacernos comprender tambi¨¦n las feministas cuando rechazan la maternidad y el trabajo dom¨¦stico como funciones impuestas naturalmente.
Necesitamos una gran renovaci¨®n te¨®rica que permita comprender el car¨¢cter realmente pol¨ªtico de estas nuevas problem¨¢ticas, entendiendo que la propia lucha por modelos avanzados de libertad y socialismo se produce fundamentalmente en el seno de la sociedad civil, a la que no se le puede dar la espalda o sacrificarla por intereses de Estado, porque lo ¨²nico que estamos logrando es escepticismo.
El juicio del 23 de febrero y el del 16 de marzo han de hacernos reflexionar en profundidad sobre el valor de la democracia y el esfuerzo colectivo por mantenerla y ampliarla al mundo de las relaciones interpersonales, donde existen, a no dudarlo, formas de fascismo cotidiano -y el negar el derecho al aborto es una de las m¨¢s patentes-.
es miembro de la direcci¨®n de Euskadiko Ezkerra (Izquierda para el Socialismo).
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