Los ni?os
Parece que lo dijo Cristo, quiz¨¢ en arameo:-Dejad que los ni?os se acerquen a m¨ª.
Pero la Iglesia cobra a los ni?os por acercarse y adem¨¢s quiere quedarse con los ni?os. Es una guerra m¨¢s de la Iglesia espa?ola contra un Estado -y sobre todo contra una sociedad- aconfesional. Hay en el madrile?o barrio de San Blas una guarder¨ªa laboral (una de las pocas que existen en Madrid y en Espa?a) creada para que las madres puedan irse a trabajar y no necesariamente a darse mechas a la peluquer¨ªa, que parece que se vuelven a llevar las mechas, cosa que no me parece mal, por otra parte. Esta guarder¨ªa la paga el Ministerio de Trabajo, la maneja la Iglesia y la sufren los padres, educadores y la gente reciente, o sea los ni?os de hasta seis a?os, que son los que van. Y digo que la sufren porque muchos padres y educadores prefieren mantener a los ni?os, siquiera hasta que pasen la edad m¨¢gica se?alada por Piaget y toda la psicolog¨ªa infantil, al margen de otras magias que las de la edad, al margen de cualquier influencia cat¨®lica, b¨²dica, talm¨²dica o lo que sea.
Pero como la Iglesia madrile?a es el intermediario entre el Estado y el ni?o, ya han amenazado con cortar la subvenci¨®n, cerrar la guarder¨ªa y que los ni?os se acerquen a otro. El reverendo Maicas Carasa y el seglar Alfonso Mart¨ªnez se enfrentan en esta guerra de los ni?os, entre el ladrillo franquista/antifranquista de San Blas, bajo la santa panoplia arzobispal de Madrid/Alcal¨¢. Mas Concepci¨®n Villarrubia, que ha recibido un papel del cardenal Taranc¨®n donde le dice, como suelen los cardenales, a la manera de los papas tipo Wojtyla, que gane el mejor. En esta guerra de los ni?os ha habido encierros, conversaciones, ires y venires, entrares y salires, siempre los ni?os como reh¨¦n ingenuo y catecismal de ese padre Ripalda que todav¨ªa alguien ha citado en Campamento. Lo que hoy mismo denuncia la asamblea de padres y educadores de San Blas es la imposici¨®n obligatoria de la ensef¨ªanza cat¨®lica por parte de la parroquia Virgen del Mar, la amenza del consejo parroquial de dejarles sin un duro, las contradicciones internas de la Iglesia con respecto de sus propias pastorales, el monopolio de la subvenci¨®n por el clericato, m¨¢s el beneficio econ¨®mico e ideol¨®gico que de ello obtiene la parroquia (que les pide a los padres obreros m¨¢s de dos millones al a?o por la devoluci¨®n de locales). Don Aquilino Ochoa, p¨¢rroco, parece ignorar las cuotas puntuales de los padres, que a veces llegan hasta las 9.000 pesetas. No es sino una vi?eta de la eterna guerra Iglesia/pueblo en un pueblo, el espa?ol, que no tiene nada contra la Iglesia, sino que la quiere devolver a sus altares. Se lo he preguntado a mi sobrino Nachito, siete a?os, vall¨ªsoletano:
-?Y por qu¨¦ no te crees que yo soy un ni?o como t¨²?
-Porque si fucses un ni?o, t¨ªo, no habr¨ªas escrito tantos libros. Y sonr¨ªe con su sonrisa de leche. O sea que no he entrado en explicarle que estos libros, y todos los que en el mundo han sido y son, existen, no gracias a la Contrarreforma (que empez¨® mucho antes de s¨ª misma, tratando ya de reformar a Cristo), sino a pesar de ella, y que cuanto se ha escrito en Espa?a de ciencia, de filosof¨ªa, de t¨¦cnica, de investigaci¨®n, de invenci¨®n, de cultura, se ha escrito siempre entre la Inquisici¨®n y Robles Piquer. La Iglesia no quiere ganar la batalla hoy, sino ganarla en los ni?os de hoy, que son los hombres de ma?ana.
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