Catedr¨¢ticos contra la LAU
EN MEDIO de la crispada atm¨®sfera que rodea a la ley de Autonom¨ªa Universitaria, un nutrido grupo de prestigiosos catedr¨¢ticos han hecho o¨ªr su voz en una misiva p¨²blica (v¨¦ase p¨¢gina 30) que mezcla cr¨ªticas y observaciones no siempre procedentes en torno al proyecto. El texto recientemente dictaminado en comisi¨®n, manoseado mil veces a lo largo de casi cuatro a?os, acusa defectos, presenta carencias y ofrece flancos d¨¦biles. Ahora bien, entre: la modificaci¨®n, aunque sea modesta, del actual estado de cosas y el mantenimiento en su integridad del detestable statu quo universitario, opci¨®n que parecen preconizar los firmantes del manifiesto, resulta preferible la soluci¨®n reformista. Y aunque los catedr¨¢ticos digan que ser¨ªan necesarias generaciones para corregir los efectos de la LAU, creemos que las insuficiencias del proyecto siempre podr¨¢n ser remediadas, durante la pr¨®xima legislatura, con otras leyes complementarias. Y nada nos parece tan perverso como la actual situaci¨®n de decrepitud y descr¨¦dito de la universidad espa?ola.El aspecto m¨¢s notable del escrito de los catedr¨¢ticos es su tono casi pasional. El manifiesto llega a decir que la democracia puede terminar apuntillado a la universidad, haciendo gala de desagradecimiento hacia la instituci¨®n que fue su refugio y amparo bajo el franquismo, con la excepci¨®n de la expulsi¨®n de los profesores Aranguren, Tierno y Garc¨ªa Calvo en 1965. Son las f¨®rmulas -en s¨ª mismas discutibles- para amparar los derechos adquiridos de los profesores los numerarios las que dan lugar a las cr¨ªticas m¨¢s virulentas de estos catedr¨¢ticos, que acusan a las disposiciones transitorias de la ley de arbitrismo, discriminaci¨®n y demagogia pol¨ªtica y de dejar empeque?ecidas las denominadas oposiciones patri¨®ticas posteriores a la guerra civil. Los catedr¨¢ticos, tras recordar con amargura las cr¨ªticas de que han sido objeto por el car¨¢cter vitalicio de sus cargos, pero sin hacer adem¨¢n de renunciar a tal privilegio, se encrespan ante la posibilidad de que los actuales no numerarios puedan adquirir las garant¨ªas de permanencia derivadas de un contrato laboral o administrativo.
El manifiesto protesta de que UCD y PSOE pactaran de antemano el texto luego dictaminado en comisi¨®n. Lo mismo ha sucedido con otros proyectos de ley acordados por centristas y, socialistas, aun sin llegar al caso extremo del anteproyecto de la LOAPA, negociado -con la colaboraci¨®n de varios importantes catedr¨¢ticos firmantes del escrito que hoy comentamos- a extramuros del Parlamento. El llamamiento se lamenta, en este caso con raz¨®n, de los escasos fondos -menos del 5% del total que restar¨¢n a las universidades para su manejo aut¨®nomo una vez realizados los pagos de personal y de entretenimiento. Pero no parece que ese problema tenga que ver tanto con esta ley como con la pol¨ªtica general presupuestaria. Los firmantes rompen una lanza en favor de una pol¨ªtica de tasas, becas y ayudas que asegure una verdadera igualdad de oportunidades y acabe con la subvenci¨®n indiscriminada a todos los estudiantes. Pero si bien es cierto que la LAU ?lo remedia la actual situaci¨®n, tambi¨¦n es verdad que la devoluci¨®n del proyecto al Gobierno tampoco servir¨ªa para solucionar un problema que viene de muy lejos y que hasta el momento no hab¨ªa logrado movilizar las ansias justicieras del cuerpo docente universitario.
Las cuestiones de la selecci¨®n del profesorado, sin embargo, parecen ser las que realmente mueven a la protesta de los firmantes. Aunque es probable que no les falte raz¨®n en determinados aspectos, dada la incontinencia de los no numerarios para asegurarse la contrataci¨®n permante sin necesidad de probar una adecuada experiencia docente, resulta asombroso que los catedr¨¢ticos no se planteen sus propias responsabilidades corporativas como art¨ªfices de ese desolador panorama que ofrece hoy la universidad espa?ola. Los catedr¨¢ticos acusan a la LAU de consagrar una realidad rechazable y de no enarbolar el estandarte de una esperanza de regeneraci¨®n. Pero esa realidad rechazable no ha sido tra¨ªda a nuestras tierras por los marcianos, sino que es el resultado de un largo proceso degenerativo en el que no pocos catedr¨¢ticos, que han ejercido poderosas influencias sobre el Ministerio de Educaci¨®n, han desempe?ado un papel decisivo. Seg¨²n las estad¨ªsticas, de los 28.000 profesores de la ense?anza superior en ejercicio durante el curso 1979-1980, s¨®lo 2.661 eran catedr¨¢ticos, mientras que unos 19.000 trabajaban como interinos o contratados, muchos de ellos en tareas indistinguibles de las que realizan -o deber¨ªan realizar- los numerarios. Los catedr¨¢ticos se lamentan de que las disposiciones transitorias de la LAU deteriorar¨¢n la calidad de la docencia y de la investigaci¨®n en el futuro. Pero sucede que esa detestable situaci¨®n es una realidad actual a cuya fabricaci¨®n han contribuido buen n¨²mero de catedr¨¢ticos, que son los que han reclutado a los profesores no numerarios de sus departamentos y quienes han colaborado, seguramente por omisi¨®n, a la lentitud en la dotaci¨®n y provisi¨®n por oposici¨®n de nuevas c¨¢tedras, agregadur¨ªas y adjuntas.
El presente y el futuro de nuestra universidad fueron edificados en nuestro reciente pasado, cuando un sector del cuerpo de catedr¨¢ticos prefiri¨® la comodidad de subarrendar la parte m¨¢s pesada de la docencia a unos penenes mal pagados y sin estabilidad laboral antes que asumir otras inc¨®modas responsabilidades. No dejar¨ªa de ser interesante que los alumnos de algunos firmantes del manifiesto fueran llamados a testimoniar sobre la asistencia a las aulas y la dedicaci¨®n pedag¨®gica de estos numerarios, entre los que sin duda hay excelentes profesores, pero tambi¨¦n c¨®modos absentistas. La universidad espa?ola es en buena medida lo que los catedr¨¢ticos, que la gobernaron desde los claustros y desde el Ministerio de Educaci¨®n, quisieron que fuera.
El proyecto de ley de Autonjom¨ªa Universitaria ha costado el puesto ya a dos ministros de Educaci¨®n de los Gobiernos centristas, y parece que puede cost¨¢rselo a un tercero -si se consigue retrasarlo o retirarlo nuevamente de las Cortes-, pues ser¨ªa impresentable que el se?or Mayor Zaragoza, que taii ardiente y abiertamente ha defendido la ley, permaiieclera en el cargo si no lograra sacarla adelante. Est¨¢ bastante claro, por lo dem¨¢s, que la LAU debe satisfacer en la medida de lo posible las aspiraciones de los cuerpos docentes, pero debe sobre todo atender las reivindicaciones sociales que aspiran a mejorar, limpiar y clarificar dichos cuerpos. En una palabra, a evitar que la universidad se convierta tambi¨¦n en un grupo de presi¨®n al servicio de intereses sectarios o individuales. No dudamos que la LAU es perfectible, y esperanios que sea perfeccionada en el futuro. Pero lo que nos parece, sobre todo, es que es inaplazable. La condici¨®n de funcionarios de los catedr¨¢ticos les debe hacer recapacitar sobre la deuda permanente que tienen sin saldar con esta sociedad. Poner el prestigio cient¨ªfico o intelectual al servicio de intereses corporativos y gremiales es en cualquier caso una actitud poco intelectual y poco cient¨ªfica. Nada universitaria, en una palabra.
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