El rescate del honor militar
Se lamenta el autor del art¨ªculo, militar de profesi¨®n, de que la palabra honor se esgrima en la sala de justicia de Campamento como justificaci¨®n de indisciplinas , desobediencias y ambiciones, cuando el honor, seg¨²n se expresa en las Reales Ordenanzas, es lo que "lleva al m¨¢s exacto cumplimiento del deber".
Con profunda tristeza, con cansancio y a veces -?por qu¨¦ no?- con cierta reprimida indignaci¨®n, leemos en la prensa diaria la acumulaci¨®n de desprop¨®sitos que resuenan, jaleados a menudo por el p¨²blico, entre las tapizadas paredes de la sala de justicia de Campamento.Una vez m¨¢s, las palabras son lanzadas violentamente como armas cuyo objeto es justificar conductas, soslayar culpabilidades, atribuir responsabilidades. Y las palabras, con el uso desvirtuado que las troca en armas, van quedando deformadas, pierden sus significados iniciales, dejan de valer igualmente para todos.
Sucede as¨ª con la palabra honor, de resonancias m¨ªticas en la formaci¨®n tradicional de los militares de todos los pa¨ªses, sin distinci¨®n de ideolog¨ªas. Palabra tanto m¨¢s cargada de pesadas connotaciones cuanto menos actividad puramente militar hayan desarrollado los que distorsionadamente la utilizan, cuanto menos haya sido su participaci¨®n en hechos b¨¦licos y cuanto m¨¢s hayan actuado como soportes de un cierto poder pol¨ªtico o como patrocinadores de ¨¦l. (A este respecto, sorprende ver lo poco que recurren a ella, por ejemplo, los militares israel¨ªes, de los que, sin embargo, depende la supervivencia de su naci¨®n).
En el lamentable espect¨¢culo casi cotidiano de la sala de justicia de Campamento, se esgrime la palabra honor para justificar indisciplinas, deslealtades, desobediencias, ambiciones, ambig¨¹edades... ?Qui¨¦n se atrever¨ªa a utilizarla despu¨¦s? Sin embargo, el concepto de honor, tal y como di¨¢fanamente lo expresan las Reales Ordenanzas paras las Fuerzas Armadas, es aquello "que lleva al militar al m¨¢s exacto cumplimiento del deber". Y all¨ª se maneja profusamente para razonar unos por qu¨¦ han hecho caso omiso a su cadena de mando militar, para explicar otros c¨®mo han llegado a promover un grave incidente de secuestro con disparos de arma de fuego en lo que deber¨ªa ser el foro sagrado de la Patria, no cumplir las ¨®rdenes recibidas o excederse en el cumplimiento de las que no recibieron leg¨ªtimamente, para hacer cre¨ªble su culpable aceptaci¨®n de una disciplina ciega que no es la que nos imponen a los militares las Reales Ordenanzas, para justificar, en ¨²ltimo t¨¦rmino, el vergonzoso espect¨¢culo que en febrero del a?o pasado puso de relieve, otra vez, en todas las televisiones del mundo, que en Espa?a aun se producen conductas aberrantes con el protagonismo de unos, el impulso de otros y la complicidad de bastantes m¨¢s.
Remontemos, si es posible todav¨ªa, el explicable des¨¢nimo. Ni Espa?a es s¨®lo el video que se hizo famoso con motivo de los tristes acontecimientos ahora juzgados, ni los espa?oles somos un pa¨ªs de opereta -por m¨¢s que a muchos les conviniera as¨ª, para seguir benefici¨¢ndose de nuestro ostracismo universal-, ni sus Fuerzas Armadas somos en su totalidad un ejemplo de c¨®mo la deformaci¨®n profesional puede conducir a episodios humillantes, a actuaciones francamente bochornosas. Hay en Espa?a un inmenso potencial de supervivencia, aun sin explotar, un gran caudal propular de deseos de renovaci¨®n; somos los espa?oles un pueblo sufrido que ha vivido mucho, ha aguantado m¨¢s y merece mejor suerte; y subsiste en sus Fuerzas Armadas un deseo ¨ªntimo y pujante de que no vuelva a ser la cuesti¨®n militar un escollo en el progreso de los espa?oles, de que el honor recupere su funci¨®n, ¨²nica y exclusiva, de motor que impulsa "al m¨¢s exacto cumplimiento de deber", deber que no consiste en determinar, subjetiva e interesadamente, si Espa?a est¨¢ o no en una situaci¨®n l¨ªmite, o en se?alar rumbos forzados a la Patria, ni, mucho menos, salvarla de imaginarios y provechosos peligros, sino en consagrarse al servicio de ella, al servicio de esa Patria que las Ordenanzas definen luminosamente como el "quehacer com¨²n de los espa?oles de ayer, hoy y ma?ana, que se afirma en la voluntad manifiesta de todos".
Voluntad manifiesta de todos, hay que repetirlo, y no en los ramalazos pretendidamente patri¨®ticos, pero simplemente patrioteros, de unos pocos mercaderes que hacen negocios con las ideas, con los sentimientos y con las palabras -presumiblemente sagradas- que ellos deber¨ªan ser los primeros en respetar
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